Rosa…Pensé que el Sr. Black se iría una vez que llegáramos a nuestra oficina, pero seguía allí de pie observando el trabajo de Fred. ¿Por qué no se iba a su oficina? Quiero decir, no hay mucho que él pueda hacer aquí.Max me miró y sonrió con satisfacción, pero yo le puse los ojos en blanco. No quería saber lo que estaba pensando.Recé en silencio para que Fred terminara rápido y el Sr. Black pudiera ir a su oficina. No sé por qué pero me ponía nerviosa.“¿Ya casi terminas, Fred?”. La voz del Sr. Black me devolvió a la realidad.Cuando miré al señor Black, ya me estaba mirando. ¿Por qué me mira a mí? No soy yo quien tiene que arreglar la computadora.“Me temo que no hay mucho que pueda hacer, señor; parece que esta computadora tuvo sus días”, oigo decir a Fred.Oh, no, esto no puede estar pasando. Max me contó lo que le pasó una vez cuando su computadora estaba así también.Miré al señor Black, esperando a que diera instrucciones.“Pide uno nuevo y que lo entreguen hoy”.Fre
Rosa…Miré la hora y me di cuenta de que eran casi las diez. Gruñí mientras miraba el expediente que tenía delante. Todavía necesitaba terminar esto antes de poder irme a casa porque el mismo diablo me dijo que no podía irme antes de que todos los archivos estuvieran terminados.Los demás se fueron hace una hora. Se ofrecieron a ayudarme, pero yo insistí en que se fueran a casa a descansar. Además, ya habían terminado sus expedientes; no podía esperar que me ayudaran con mi carga de trabajo. El señor Black me había estado obligando a hacer de nuevo algunos de los expedientes porque encontraba errores. En ese momento no quería hacer otra cosa que estrangular a ese demonio.“¿Sigues ocupada, señorita Ettore?”, le oí preguntar.Levanté la vista y me di cuenta de que me observaba. Estaba sentada frente a él en su despacho.“Sí, aún estoy ocupada”. Gruñí y lo fulminé con la mirada. No entendía cómo alguien puede ser tan perfeccionista, pero joder, se estaba pasando, por no decir otra c
Rosa…Han pasado unos días desde aquella noche y, para ser sincera, me alegré de que el señor Black no estuviera aquí. Se fue a Italia por negocios. Max tuvo que irse con él, así que sólo quedamos Brigitta, Darana y yo. Hablando de Darana, aún no ha llegado.“¿Qué te pasa?”, me preguntó Brigitta, sacándome de mis pensamientos.Sacudí la cabeza. “Nada, sólo estaba pensando, eso es todo”. No sabía si debía decírselo. ¿Y si pensaban que era yo la que estaba seduciendo a nuestro jefe?“Ay, no me vengas con eso. Se nota que algo te preocupa. ¿Es el Sr. Black?”.La miré con los ojos muy abiertos. ¿Cómo demonios lo adivinó?“No me mires así. Todo el mundo pudo ver el cambio en el señor Black desde el día que te conoció”. Se rió entre dientes.Sacudí la cabeza. “¿Qué quieres decir con eso?”. Tenía curiosidad, para ser sincera.“El señor Black nunca ha estado en nuestra oficina todos los días. Las únicas veces que venía era cuando necesitaba que rehiciéramos un expediente, pero normalme
Rosa…Stacey había estado encima de mí el resto de la semana. Encontraba defectos en todo lo que hacía y me ponía. Juro que no tenía nada mejor que hacer que jugar a la policía de la moda todo el día. No sé qué le hice, pero esta mujer me estaba poniendo de los nervios.Brigitta me dijo que el Sr. Black no volvería hasta la semana que viene, ya que estaba ayudando a su abuelo en Italia. Me alegré de que no estuviera en la oficina, lo que significaba que podía respirar sin preocuparme de verlo a la vuelta de cada esquina.“Stacey me está sacando de quicio. ¿Por qué no va a molestar a los demás empleados?”. Brigitta gruñó mientras caminábamos hacia nuestra oficina.“Me pregunto lo mismo. Está en todas partes. ¿Crees que nos escuchó el otro día?”.Brigitta se detuvo y se giró hacia mí. “No creo, pero tengamos cuidado por si escucha nuestras conversaciones”.Llegamos a nuestra oficina justo a tiempo para ver cómo el mensajero nos entregaba los expedientes del día, pero en cuanto los
Rosa…Briggita y yo habíamos estado trabajando sin parar en los expedientes que nos habían enviado. Cuando miré la hora, vi que era casi la hora de comer. Menos mal. Me estaba entrando hambre y sentía los dedos como si hubiera estado corriendo una maratón toda la mañana.“Diez minutos más y podremos descansar”, anunció Brigitta.“Gracias a Dios. Necesito un descanso; los números están flotando delante de mí”, me reí entre dientes.Volvimos al trabajo, pero justo entonces un fuerte grito nos interrumpió. “¿Quién es?”, pregunté mientras escuchaba la voz airada que provenía del despacho del señor Black.“Creo que es alguien del departamento de mercadeo. Escuché que quería verlos en cuanto volviera de Italia”, dijo Brigitta, mirando hacia nuestra puerta.“Parece que la cagaron, a juzgar por su tono de voz”.“Sí, esperemos que no salga hasta que nos hayamos ido a comer. No quiero ser la siguiente en su lista”.Por suerte, la hora del almuerzo llegó, así que Brigitta y yo fuimos a la
Rosa…Tuvo que venir a sentarse a mi lado. Brigitta sonrió con satisfacción cuando se sentó a mi lado y le di una patada por debajo de la mesa.“¡Ay!”, gritó mirándome.“¿Qué pasa?”. Ashton le preguntó con el ceño fruncido.“Oh, nada. Creo que está a punto de venirme la regla”, respondió ella, haciéndome jadear.¿Cómo podía decirle algo así?Ashton se rió, negando con la cabeza. “¿Y quién tiene la culpa esta vez?”.Miré entre los dos, preguntándome qué estaba pasando. Brigitta debió de ver la expresión de mi cara cuando se giró hacia mí.“Ashton, ¿por qué no se lo dices tú?”, dijo, fulminándolo con la mirada.Lo oí gemir a mi lado. “¿Qué?”. Estaba confundida.“Brigitta ha tenido esta cosa desde la escuela. Cada vez que tiene demasiados deberes o tiene que ayudar a sus hermanos a limpiar la casa, les decía que tenía calambres menstruales por su culpa”.Volví a mirar a Brigitta con los ojos muy abiertos. “Eso no se lo decías a tus profesores, ¿verdad?”.Ella sonrió y asintió.
Rosa…El mensajero me trajo más expedientes para hacer y quise gritar pues ya tenía mucho trabajo. “¿Para qué son estos expedientes?”, le pregunté mientras los colocaba sobre mi escritorio.“El señor Black me dijo que le trajera esto. Tiene que revisar estos expedientes de la contadora anterior”.Miré a Brigitta y le dije: “¿Por qué demonios tengo que hacer esto?”. Estaba frustrada y enfadada. Ese imbécil me estaba poniendo de los nervios.“No tengo ni idea. Pensé que esos archivos los había hecho Siddney antes de renunciar”.Me levanté y me dirigí al despacho del Sr. Gilipollas. Yo quería saber por qué tenía que revisar los archivos. No me importa trabajar, pero esto se está volviendo ridículo.Toqué a la puerta y en cuanto me dijo que pasara, abrí. Estaba sentado detrás de su escritorio. No levantó la vista de la pantalla, así que me aclaré la garganta y esperé a que me recibiera.“¿Puedo ayudarla,señorita Ettore?”, preguntó sin levantar la vista.¿Cómo demonios sabía que era
Rosa…Eran más de las doce cuando por fin terminé con todos los archivos. Tuve que volver a revisarlos para asegurarme de que todo estaba correcto. No quería pasar otra noche hasta tarde en la oficina. Cerré el portátil y recogí todos los expedientes antes de dirigirme al despacho del señor Black.“Sr. Black”, llamé al entrar en su despacho. Me miró y asintió.¿Cómo es que no parece cansado?“Terminé con todos los expedientes”. Le entregué los expedientes y los revisó al instante.¿Por qué no puede decirme que me vaya a casa? Estaba cansada y sentía que me ardían los ojos. Lo único que quería era acostarme y dormir, por no mencionar que tenía hambre. La última vez que comí fue hace mucho tiempo. Esperé a que el Sr. Black terminara y deseé que acabara de una vez.Luchaba por mantener los ojos abiertos mientras miraba al señor Black. ‘Por favor, di que puedo irme’.“Puedes irte a casa”, dijo sin mirarme.¡Por fin!Volví a mi despacho y me senté en mi silla. Los pies me estaban m