Willow

Sabía que estaba en problemas, pero no sé por qué. No se me ocurre nada que haya hecho mal. Después de arropar a los niños, me dirigí a su oficina, bastante asustada. Estaba a punto de llamar cuando se abrió la puerta y me encontré cara a cara con Adrián.

“Oh, solo eres tú”.

Puse los ojos en blanco. “¿Esperabas a alguien más?”. Pregunté. Cruzándome de brazos, mientras él me miraba de cabeza a pies. Sus ojos se detuvieron unos segundos en mis pechos antes de apartarse. “No, pasa”. Dijo. Indicándome que entrara. Cerró la puerta tras de sí y caminó a mi alrededor.

“¿Por qué querías verme?”. Le pregunté, cruzando las manos sobre el pecho.

Se aclaró la garganta antes de hablar. “Te agradecería que no les dijeras a mis hijos que estoy demasiado ocupado para comer con ellos”.

Bueno, no es que les haya mentido. “Tú y yo sabemos que has estado tan ocupado en el trabajo esta última semana que apenas has tenido tiempo para estar con ellos. Empiezo a pensar que el motivo es que me est