¡The Boyz están de vuelta!
Fecha del reportaje: viernes, 7 de marzo de 2008
Una crónica de Mia Legarda, para la revista digital Pop-e-tears
Es el jueves, 6 de marzo de 2008 a las nueve de la mañana. La Avenida Atlantic de Brooklyn ha sido cerrada por disposición del ayuntamiento. No es octubre, ni es por ocasión el festival anual que se celebra en la concurrida rambla todos los años: el Atlantic Antic. Es marzo, y casi estamos entrando a la primavera. Pero todavía hace suficiente frío como para no dejar de llevar nuestras chamarras térmicas.
A la gente que se encuentra aquí, este hecho no le importa mucho. Tampoco la persistente, pero delicada lluvia helada que lo inunda todo. Las asistentes –porque en su mayoría son mujeres–, han decidido protegerse de los caprichos del clima con originalidad.
Nadie usará paraguas: es un acuerdo tácito entre el públic
Eran casi las dos de la mañana cuando todos se callaron. Obviamente, a The Boyz in the Band + Rossie se les habían agotado las pilas. Rossana Regíes lo sabía, porque, entre otras cosas, ella también se sentía así. Se acercaba la hora de descansar. El dilema para ella era saber el cómo y el dónde. Y también el con quién, por qué no. Jared, por supuesto, se ofreció a llevarla al Park South. Todos se despidieron no tan efusivamente como la ocasión ameritaba, pues se hallaban cansados en su mayoría. O hasta borrachos. Nosotros sospecharíamos que ambos. Todos, menos Jared, por supuesto. Él solo se encontraba agotado. El Maserati Ghibli de El Emperador se veía menos glamuroso con el capó puesto, pero, con aquel clima tan frío, no había más opción que sacrificar la elegancia por un poco de calor. Rossie se hallaba medio dormida para cuando tomó asiento en el cuero finísimo y blanquísimo del puesto del copiloto. Y dor
La mañana del 15 de diciembre del año en curso, Jared Cavalier se despertó de un humor envidiable. Había dormido, luego de demasiado tiempo, junto a la mujer a la que había amado por veintipico de años.Aquel acontecimiento no era cosa mejor y, en consecuencia, se hacía necesario celebrar.Se levantó a las ocho de la mañana, lozano como un bebé recién bañado, a preparar el desayuno. No había previsto que su Rossie se quedara en lo de él, de modo que no contaba con los ingredientes para prepararle un desayuno a su gusto, así que que tuvo que improvisar.¿Fruta picada? Era una apuesta segura. Un té de lavanda con jengibre, quizás. Jugo de naranja hecho a mano y una tostada francesa, solo una, para evitar que la señorita hiciera pucheros por exceso de calorías.Mientras tanto, Rossie se desperezaba, sola, en la que hab&i
El otro momento llegó, y solo entonces, Jared Cavalier se lo contó todo a Rossana Regiés. Con pelos y señales.No faltó un par de austeras lágrimas que obligaron al Goodboy a detener su relato un par de veces, porque se veía que quizás, de todas aquellas experiencias desastrosas que le ocurrieron durante sus años fuera de la banda, aquella había sido, sin duda, si no de las más amargas, probablemente una de las integrantes indiscutibles de su top 3.He aquí lo que le contó a Rossie.---Jared Cavalier llegó a Ginger House en una limusina negra, excesiva y corny, cortesía del equipo de producción del reality. Venía ataviado con unas gafas que suponemos que estarían muy de moda por allá por el 2002 o 2003 –pero ya no más–, una sudadera
Era el año 2003. Suponemos que verano, porque así lo denotaba el límpido cielo de La Capital, lleno de estrellas. Rossana Regiés acababa de hacer dormir a su pequeño Marcel, de unos cuatro años de edad, por entonces, para, recostada en la cama, por fin dedicarse a descansar un rato distrayéndose antes de dormir. Hacía zapping por alguno de los doscientos cincuenta canales de televisión por cable que la generosa pensión alimenticia otorgada por el padre de su unigénito podía costear. Eso, y una vida cómoda en un amplio departamento en el penthouse de un pequeño edificio de seis pisos, ubicado en un exclusivo barrio acolinado de la ciudad. La noche pertenecía a la lozana y recién egresada Rossie, quien, por entonces, estaba por culminar su tesis de su primera maestría en Guion Audiovisual. Marcelito dormía al lado, en su propia habitación, decorada con motivos de Finding Nemo, ignorante de lo que su madre estaría por descubrir en los siguientes minutos. Ro casi se había dado por ven
Ginger House, la gran mansión que había recibido a las cinco celebridades menos favorecidas por la crítica de 2003, como escenario principal de La Casa de las Estrellas, se encontraba ubicada en la cima de una de las innumerables colinas de Hollywood, cuyo nombre no es realmente importante para esta narración.Construida en algún momento de los locos años setenta, había sido propiedad de un productor famosísimo de la época por sus películas del género blaxploitation, y que, una vez caído en desgracia luego de que aquel tipo de cine pasara de moda, se había visto obligado a subastar la casa al mejor postor para liquidar una serie de deudas que se volvieron impagables.Con lo que no se contaba es que, entre los enseres de la casa, acabó por hallarse el cuerpo inerte de dicho productor, ahorcado en el armario de las visitas, quince días despu
Ninguno de los cinco de Ginger House podía irse sin haber permitido a la producción que filmara un capítulo interesante de sus estrafalarias vidas. Y verdad o desafío, sin duda sería un detonante para una historia amena, que era precisamente lo que aquel reality show necesitaba. –¿Quieres ir a la piscina, Jary? –le preguntó Ali, con una voz un tanto coqueta, ahora que la suerte estaba echada–. Está fresco y parece que estará así toda la noche. –No se vale que le facilites el trabajo de esa manera –se quejó Mark-Paul. Y, en su voz, se pudo apreciar una cierta amargura que bien podría ser traducida a celos. Inquietantes y bastante desagradables celos. –No comas ansias, mi vida –dijo la señorita Milá–. Que mi corazón tiene muchas moradas. Esa frase… Jared la había escuchado antes, en el pasado. Y sabía de quién: Olivia Armstrong. Ese fue el momento exacto en el que El Emperador detectó la primera bandera roja d
Rossana Regiés abrazaba a Jared Cavalier, recostados ambos, sobre un cúmulo de almohadas que les permitían no quedarse totalmente horizontales, en la cama de Rossie del departamento de la Octava Avenida. Era más de la mitad de diciembre del año en curso, y El Emperador se había atrevido, minutos antes, a contarle a Ro sobre la nefasta experiencia con la igualmente nefasta justiciera de Ali Milá, por allá por el 2003. Rossana Regiés, sin embargo, en realidad no necesitaba que su Jared le contara nada de aquello, entre otras cosas, porque ella misma había visto el reality completo en su momento. Y porque lo había grabado para después. De hecho, Rossie tenía la no muy sana costumbre de visionar ese capítulo en especial, toda vez que se sentía deprimida porque le embargaba la ausencia de su otrora amado. Así que se conocía el capítulo de memoria, y no exageramos cuando lo decimos. Con escenas, diálogos y todo lo demás.
Faltaban unos cuatro días para Noche Buena, y Rossie Regiés y Jared Cavalier convivían con tranquilidad en su departamento de la Octava Avenida.Sin intimidad de por medio, todavía.Las filmaciones de la tercera temporada habían llegado a su final, y la etapa de postproducción avanzaba viento en popa.El guion de la cuarta temporada se encontraba listo y el de la quinta ya casi, salvo por algunos detalles.Detalles todos que la showrunner necesitaba sonsacar a El Emperador, a como diera lugar.Y aquella tarde del 20 de diciembre, se había dedicado a obtener algunos cuantos datos indispensables para la trama, que procurarían el cierre redondo de la historia del integrante más emblemático de la banda.–Hay algo que todavía no me has contado, mi vida –le dijo Rossie al Goodboy, a la hora de la cena. Él había preparad