La habitación de Nicoletta Lombardi está ubicada en el segundo piso de la modesta vivienda de su hermana menor, ubicada en Aosta, Italia. Viven en ella también el cuñado de ella y sus dos hijas pequeñas.
En el momento en el que alguien abre la puerta de su habitación, se podría asegurar que se opera un fenómeno parecido a un viaje en el tiempo. Las paredes de la recámara están empapeladas, casi en su totalidad, por posters y fotografías de… ¡adivinaron! Jared Cavalier.
No podría decirse que Nicoletta fuera una mujer caótica. Pues las imágenes del amor de su vida se encuentran ordenadas con una escrupulosa metodicidad.
Las ha clasificado por su tema, y tienen subclasificaciones según el plano y el ángulo de la cámara, si son fotografías a color o en blanco y negro, y también por su antigüedad.
Nicoletta llev
Es posible que este capítulo de la vida de Jared Cavalier nunca se escriba, por lo comprometedor de su contenido. Aunque, tal vez Rossana Regiés y su escrupulosa honestidad se esfuerce porque salga a la luz, aunque esto haga quedar en muy mal lugar a más de una persona. Pero, para ello, deberíamos regresar a 1999. Esto ocurrió durante la única gira mundial que el Goodboy hizo durante su errática carrera como solista. Y ocurrió, también, después de su encuentro fortuito con Rossana Regiés. El momento exacto en el que pasaron los hechos está registrado, de hecho, en el prólogo de esta historia. Y tiene que ver con el hecho de que El Emperador decidió hacer una declaración muy desafortunada para su público y sus fans más fieles en plena televisión abierta y sin anestesia. –Les presento a mis mellizos –así comenzó la hecatombe, ¿recuerdan?–. Nathan y Nathie. Rossie no fue la única a la que el mundo se le vino encima cuando escuchó aquell
Aquella noche del 11 de noviembre de 1999, Jared Cavalier presentó junto a la rubísima Linn Berggen, el premio a la mejor banda de pop del año. Recibió ovaciones y, por supuesto, los halagos de la prensa. Pese a no estar nominado a ningún premio (porque su trayectoria como solista apenas iniciaba), Ricky Fernández consideró que se trataría de un evento que daría un impulso considerable a su carrera. Y vaya que no se equivocaba. Al menos, en cuestión de notoriedad. Las noticias de lo que ocurrió en el backstage del evento no se hicieron esperar. He aquí un extracto: Al César lo que es del César (aunque sea la muerte) Fecha de la entrada: 12 de noviembre de 1999 Por Jimmy de Jail, para Pop-e-tears Afrontémoslo: Jared Cavalier es un rompecorazones de elevado calibre. Lo hemos sabido entonces (1988) y lo sabemos ahor
En Manhattan las cosas marchaban no tan viento en popa. Y, mientras Jared Cavalier se embarcaba en una de sus aventuras de reparación de las mujeres que lo amaron, Rossana Regiés, sentada detrás de su escritorio del Libery Hall se preguntaba:–¿Dónde carajos está Jared?–Tuvo que viajar, mamita –ese, por supuesto, era Marcel.–¿A dónde?–No te lo puedo decir –respondió el chico, que se hallaba sentado en el asiento de invitados que usualmente ocupaba su padre, a quien Ro no había visto en, por lo menos, tres o cuatro días.–Otro de los secretitos del Goodboy, supongo –Rossie necesitaba aprovechar el acercamiento que había tenido con su amor en la Hotel Morrison Gallery, para convencerle de que se dignara en dar su versión de los hechos sobre el no tan misterioso caso de Olivia Armstrong–. Espero q
23 de julio del año en curso. Un verano especialmente caluroso en Aosta, Italia, hizo que Jared Cavalier rompiera su sobriedad por unos instantes, al ser imposible negarse a la Spritz helada y chispeante que le supo a gloria mientras la degustaba con su lengua y refrescaba a su garganta.Igual, para él, un hombre acostumbrado a los double vodkas on the rocks, aquella bebida no pasaba de ser un juego de chicos, cuando mucho.Así que no le hizo ni cosquillas.Y ojalá que sí le hubiera estimulado en algo, ojalá que le hubiese dado valor. Porque aquella mañana, mientras El Emperador de las boybands subía las escaleras del departamento que había sido de la familia Lombardi, y que conducían a la habitación de Nicoletta, sin duda lo necesitaba.Lo necesitaba con urgencia.Trepaba cada uno de los escalones como si de conducirse a un cadalso se tratara. Y
Aquella misma mañana del 23 de julio del año en curso, otra persona, del otro lado del charco, luchaba también contra sus propios demonios internos. Adivinaron: Rossana Regiés. –Un vuelo con una escala de diez a quince horas a Turín, y después, en tren a Aosta por unos módicos 4,75 euros –pensaba Rossie, en voz alta, haciendo números, como si pudiera permitírselo. –¡En qué rayos estoy pensando! –se decía a sí misma, ya con el boleto de Lufthansa en la mano (es un decir), pagado con la tarjeta de crédito que pensaba costear con las regalías de la serie. Pero, ya era demasiado tarde para hacerse esas preguntas, por lo que Rossana Regiés decidió entregarse a semejante acción tan impropia de ella, por lo impulsiva y contraria al orden caótico que gobernaba su vida. –Jared –escribió al W******p de su amado en un acceso de locura. Que era lo que la ausencia prolongada y obligada de Goodboy solía provocar en ella. Un síndrome de stalker profesional–. Jared, ¿estás ahí? La última conexión
No sabemos a ciencia cierta quién de los dos interlocutores estaba más nervioso por la conversación que se avecinaba: si Nicoletta Lombardi con su inesperada, o mejor dicho, tan ansiadamente esperada visita; o Jared Cavalier, quien se dedicó a pensar, a cada minuto que pasaba en espera de su fan más… comprometida, que lo que se encontraba haciendo en aquel momento no era más que un total despropósito, y que haría mucho bien a aquella familia si levantaba su muy bien avenido trasero y se largaba de ahí, antes de que las cosas pasaran a mayores. Pero todos sabemos que esto último era imposible: tanto Jared como Nicoletta estaban más allá del punto de no retorno desde hace como una hora y media, más o menos. «Pero, ¿por qué se tarda tanto esta chica?», se preguntaba Jared. Un hombre tan hermoso que a veces no necesitaba ni lavarse la cara para verse espectacular con una sudadera y un pantaloncillo deportivo viejos y sin lavar. Y hasta con pijama, vaya. E
Si algo aprendió Jared Cavalier aquella calurosa mañana y tarde del 23 de julio del año en curso, fue que mantener una conversación medianamente coherente con Nicoletta Lombardi era una misión prácticamente imposible. –Ti amo, ti amo dal primo momento in cui ti ho visto –era todo lo que respondía cuando el Goodboy le preguntaba algo. No sabemos qué. Cualquier cosa. Como, por ejemplo, si había amanecido bien. –Dio solo sa quanto ti amo, mio dolcissimo Jared Cavalier –era uno de sus parlamentos más recurrentes, como para cuando a Jared se le agotaban las palabras. Rogó con la mirada a Loretta que lo invitase a almorzar. Ella lo comprendió de inmediato. –Pasen a la mesa –dijo con su voz rotunda de diva italiana, y Nicoletta, pese a ser la hermana mayor, fue la primera en obedecer. Se secó las lágrimas con el dorso de la mano, y con la otra tomó a Jared y lo dirigió, con una sonrisa, hacia el comedor, cuya pinta anacrónica hacía juego perfecto con el mobiliario demodé del resto de la
Rossana Regiés arribó a Turín a las 11h00 del 24 de julio del año en curso. Por supuesto, Jared Cavalier la esperaba en el aeropuerto. –Pequeña –fue lo único que dijo, en cuanto ella se bajó del avión sudada, mal dormida y con problemas de espalda. Ella se dirigió hacia él, como una niña, con los brazos abiertos, y lo aprisionó. Él la levantó del suelo. Nunca se besaron en la boca. Les tomó dos horas llegar al Hotel Billia. Jared había reservado una hermosa habitación con vista a los Alpes italianos. El verano había derretido las nieves, casi en su totalidad, pero aquello no restaba atractivo al paisaje. La habitación era, por cierto, para una sola persona. –¿En dónde te hospedarás tú? –preguntó Rossie, como quien no quería la cosa. –En la recámara de al lado –dijo Jared, señalándola con el dedo–. Te dejo para que te instales, pequeña, y te espero en el restaurante a las tres y media, ¿te parece? –Me parece –dijo Rossie, que se