A Rossana Regiés se le unía el cielo y la tierra cuando de dar malas noticias se trataba. Era una persona empática, después de todo, y disfrutaba poco del sufrimiento de los demás.
Incluso, del de Jared Cavalier.
Por eso, lo dejó comer en paz su dichoso sánduche de pollo en salsa verde y pan amantequillado, porque sabía que, si le entregaba lo que estaba a punto de poner en su mano, seguramente el Goodboy dejaría el platillo a medio comer.
Y a ella le habían enseñado que desperdiciar la comida era pecado.
Así que, para quemar tiempo, le hizo preguntas estúpidas del tipo “¿y cómo están los muchachos?”, como si a los dos les importara un rábano la vida de los hijos que no eran de ella. O, “¿por qué no has ido al gimnasio hoy?”, en referencia a un comentario que hizo Jared sobre tener que asisti
Aquella noche en el Park South, Rossana Regiés, sin poder dormir, pensaba detenidamente en lo que había ocurrido esa mañana en Timmy’s, con Jared Cavalier como protagonista. «Perdiste al informante más importante de todos, Ro. ¡Bien hecho!». Hubiéramos querido que eso fuese lo que pensara Rossie, pero lo cierto es que se le pasaban otras cosas por la cabeza. «Perdí a Jared, para siempre. Y todo por querer salirme con la mía». Aquel era, en realidad, el verdadero pensamiento que tanto la consternaba. No sabemos muy bien cuántos días pasaron en los que Rossie no acudió al Libery Hall, porque no quería, y porque su presencia tampoco era necesaria ahí. Su trabajo estaba terminado hasta el día del lanzamiento oficial de la serie. Aquello no le hacía nada bien a la salud mental de Rossie, por cierto. Luego de una semana de haberse quedado en el hotel, abrazada a una cobija térmica y con un litro de helado por toda compañía; luego de
Si había algo que Rossana Regiés tenía claro sobre su comportamiento habitual era que una cosa era tener la intención de hacer algo y, otra muy diferente, era llevarlo a cabo. De modo que le tomó mucho más tiempo del estipulado armarse de valor para concretar una cita con Adalyn Fernández Cavalier. Toby Dammer le pisaba los talones cada tanto, por cierto, para que Rossie se dejara de procrastinar y pusiera a trabajar su cerebro de guionista con la finalidad de convertir en una serie vendible todo el historial de indiscreciones de Jared Cavalier. –¿Tenemos resultados? –le preguntaba Toby, en una de sus llamadas que se llevaban a cabo, si se quiere, al menos una vez al día. –Hoy no se pudo, Tob –intentaba justificarse Rossie–. Tuve que realizar algunas compras con Marcel, pero mañana me pongo en ello. –Time is money, linda –le recordaba Tob, con la promesa inherente de dejarla sin honorarios. –Estoy consciente de eso, Tob –respondía Ro
La todavía no enterada anfitriona se tardaba en salir a recibirla. Rossie supuso que, posiblemente, no había escuchado los golpes. Se dio cuenta, entonces, de que había un timbre. Hizo uso de él, una sola pulsada, tímida y de corta duración, bastó para escuchar vociferar, desde lejos, a la todavía esposa del hombre que ¿amaba? (sí, aún lo amaba). –¿No puede esperar tan solo un momen…? –Adalyn Fernández-Cavalier abrió la puerta mientras reclamaba por la supuesta impaciencia de su inesperado visitante, que resultó ser ella, y no él. Y, además, se quedó más que pasmada al verla. –Hola, Adalyn –la voz de Rossana sonó titubeante. No podía evitarlo. Le tenía pavor–. ¿Puedo pasar? Y, en seguida, Ro se arrepintió de aquella pregunta tan directa. –Rossana –Adalyn la miró de la cabeza a los pies. Al fin la tenía frente a ella. Sola, indefensa y en su territorio. Apartada de la manada y, lo más importante, apartada de Jared–. ¿Se puede saber qué haces aq
Rossana Regiés prefierió quedarse en su oficina del piso 4 del Libery Hall. Igual, habría más actores que se sumarán al proyecto en el futuro, y los productores no podrán dejar de alquilar el espacio ahí ni tendrán corazón para desalojarla. Además, con menos gente circulando por su terreno, tendrá más tiempo –y más concentración– para escribir, que es lo que necesita. El problema es que no ha escrito una palabra desde hace días. Semanas, incluso. Padece un bloqueo de escritora y tampoco tiene material del cual echar mano y que le resulte confiable. En resumidas cuentas, Rossana Regiés está jodida. Y ella lo sabe. Cuando se está desesperada –y con demasiado tiempo libre en tus manos–, no se puede pensar con claridad. Es el lunes 4 de febrero del año en curso a las siete y treinta y cinco de la mañana. Rossie abre la puerta de su oficina con esa antiquísima llave dorada que parece sacada de una tienda de antigüedades de los años treinta. No tiene idea de qué hace ahí, porque no tiene
Dr. Gregory Drey fue un destacado psicoterapeuta especializado en trastornos de personalidad desarrollados por adicciones. Sobra decir que su título de Yale le puso en bandeja de plata la posibilidad de atender a la crema y nata de Manhattan durante los años ochenta, noventa y primer lustro del dos mil, fecha aproximada en la que se retiró debido a que a él también le diagnosticaron, en su momento, con una extraña variedad temprana de la enfermedad de Alzheimer. No le sobrevivió su esposa, ya que estaba divorciado desde hace décadas. Pero dejó dos hijos: uno que vive en Connecticut y del que no se sabe mucho, salvo que se dedica al negocio de las inversiones. Y una hija que habita, suponemos que, junto a su familia, en la que fuera la casa del médico, ubicada en la calle 99 de Continental Ave., en Forrest Hills. Hacia esa dirección es adonde Rossana Regiés se dirigió, aquella mañana del jueves 7 de febrero del año en curso. Y ustedes se p
En el taxi y de camino a su hotel, Rossie tuvo suficiente tiempo para escuchar, al menos, el lado A de una de las cintas en las que se reproducían las conversaciones confidenciales entre médico y paciente. Sabía de sobra que lo que estaba haciendo no era solo políticamente incorrecto, sino hasta ilegal. Pero le valió un cuerno. Ya habría tiempo de despachar la evidencia. En fin, esto fue lo que halló: Fragmento de la sesión individual de terapia psicológica de Jared Marcel Cavalier. Para facilitar la transcripción, se utilizará abreviaturas para el nombre del paciente y del profesional a cargo. Jared: J.; Dr. Drey: D. Fecha: 11 de abril de 1991 D: Grabando… es el jueves, 4 de abril de 1991. Vamos a dar inicio a la grabación cuando son las 10h03 de la mañana. Buenos días, Jar
Rossie sabía perfectamente lo que tenía que hacer, luego de bajarse del taxi: cruzar la puerta del Park South, subir hasta el piso cinco por las escaleras de emergencia para evitar toparse con el Goodboy en el camino (aunque no lo había hecho en las últimas… tres semanas, por lo menos), entrar a su cuarto de hotel y guardar esa caja con las cintas y el expediente psicológico de Jared bajo siete llaves.De ser posible, en la caja fuerte de su habitación, junto con su pasaporte y el dinero en efectivo que había traído para sobrevivir en lo que arrancaba la serie.Fue exactamente lo que hizo, y lo que restó del día, una paranoia sin precedentes se apoderó de ella.«Necesito comenzar a escribir ¡ya!». Se dijo a sí misma.Recostada en su cama, y con la televisión encendida en el canal de las noticias en español en bajo volumen por
*** Durante los últimos quince años, el Paradigm Mental Health Care Center NY, ubicado en el corazón de Manhattan, se ha convertido en un referente mundial en el ámbito cuidado mental para adultos y adultos mayores de la ciudad de Nueva York. Empleamos los últimos avances médicos y tratamientos de vanguardia para hacer frente a problemas como el estrés, la ansiedad, la depresión, trauma, duelo y abuso de sustancias; todo ello, aunado a enfoques experienciales como el yoga y la meditación, musicoterapia y baño de sonido, proporcionan a nuestros residentes el alivio necesario para sus padecimientos, el consuelo, la ayuda y el espacio idóneo para su pronta y definitiva recuperación. Porque hay una luz al final del camino. *** Aquel era el texto inaugural del tríptico que le fue entregado a Rossana Regiés, apenas entró en el lujosísimo edificio ecológico con paredes orgánicas que conformaba el complejo arquitectónico del Paradigm. Lo prim