El hechicero, Armandite, trazaba el círculo mágico en el suelo del templo. Las luces rojas se proyectaban en las paredes antiguas, un olor fuerte al hierro de la sangre, era olfateado por Connie, por supuesto, proveniente de ese hombre. Alfa Connie no podía evitar sentir que estaba siendo arrastrada hacia un destino inevitable. «¡VÁMONOS CONNIE! ¡Puede ser peligroso! ¿Recuerdas lo que nos dijo nuestro mate?, que nuestra magia era exponencial y que el Circulo Escarlata solo nos limitaría. Ya tenemos el poder de Gael, ¿por qué ser ambiciosas?», le comentaba con urgencia, su loba interna. —¡La verdad, cambié de opinión! —exclamó Connie, dando un paso atrás, aunque el hechicero se acercaba con calma. —No temas, loba Connie —dijo Armandite, con una voz suave, pero llena de seguridad—. Solo necesito tu presencia para completar la ceremonia. Rápidamente estarás libre para hacer lo que desees. Es por tu bien… Créeme, no naciste para estar atada a ningún contrato con un dragón. —¡E
—¿Eso?, es verdad… —él desvío su mirada a un costado, como si estuviera pensativo, pero, de inmediato volvió a ver a la hembra— Sin embargo, es tu esposo. Huyes de él por un motivo, y si ya negociaron una vez, ¿por qué no hacerlo una segunda vez a cambio de que te libere de la maldición por romper el contrato? ¡Connie se sorprendió! Su idea no era tan descabellada. Si ella ayudaba a Gael a salvar a su antiguo amor, él la liberaría. El único detalle… Era que… ¡¡Él ERA SU MALDITO MATE!! ¡ELLA NO QUERÍA DEJARLO POR NINGÚN MOTIVO! ¡AL CARAJO ESE ANTIGUO AMOR! Estaba enojada, pero ese macho albino era suyo, y lo amaba, y su posesividad no se permitía pensar en verlo con otra. Armandite extendió su mano captando nuevamente la atención de la hembra, ella no dudó, tenía que actuar rápido. "Pensaré después en cómo arreglar el tema de Gael. Ahorita, este trato es algo que no puedo dejar pasar…" Connie sintió una oleada de energía fluir entre ellos en el momento en que sus mano
Justo en el instante en que Connie abrió los labios para repetir las palabras del hechicero del Círculo Escarlata... ¡¡BOOOOOM!! Sintió un temblor que sacudió la tierra por un momento. Armandite se quedó paralizado; su cuerpo entero se estremeció ante la poderosa esencia mágica que vibraba en el aire. ¡CRAANK! Un sonido aterrador resonó en el techo del templo, tan escalofriante que la atmósfera, iluminada por la luz roja de los candelabros, se tornó electrizante. Pequeñas chispas rojas danzaban mientras las paredes, decoradas con símbolos, comenzaban a agrietarse. —¡MALDITO! —gritó Armandite, reconociendo la esencia mágica de su enemigo. Connie intentó escapar del círculo, pero... ¡UNA BARRERA CIRCULAR LA ATRAPÓ, IMPIDIÉNDOLE ESCAPAR! «¡Te lo advertí! ¡Maldita sea, es una trampa!», resonó la voz de Sary en su mente. —¡¿QUÉ RAYOS ES ESTO?! ¡SÁCAME! —exigió Connie, atrapada en esa prisión circular—. ¡No debí confiar en ti! —¿Sacarte? ¡Nunca! ¿Sabías que el Clan del
Gael, transformado en un majestuoso ave, surcaba el cielo nocturno, sus plumas blancas brillando como estrellas. Su mente estaba llena de rabia y deseos de venganza. El hechicero Armandite había osado desafiarlo, y eso no quedaría sin respuesta por parte del Rey dragón. Al llegar a un claro en el bosque, se posó en un árbol frondoso, su forma de ave desvaneciéndose y revelando su forma humana. Con vestimenta blanca, y las heridas sin sangrar pero tampoco sanando, el Rey dragón se sentó en la gruesa rama del árbol, la brisa nocturna meciendo algunos mechones de su larga y blanca cabellera, sus ojos violetas escudriñaron la oscuridad, buscando cualquier señal del hechicero, sabiendo que Armandite no se había ido lejos, por la fuerte presencia de su magia en la región. —Muéstrate, cobarde —alzó la voz ese imponente ser albino, su voz resonando en la noche. De repente, un susurro helado atravesó el aire. Una risa burlona emergió de las sombras. —¿Me buscabas, Rey dragón? Aquí est
¡¡¡BOOOOOM!!! Todo el claro se volvió hielo y nieve, no fue una explosión de poder hecha abruptamente y en descontrol, Connie cuidó los límites con precisión sin llegar a afectar el bosque. Blanco, todo era absoluto blanco, nieve por doquier y el cielo estrellado en esa zona, se había cubierto de nubes ocultando la luz de la luna, y dejando únicamente frío y oscuridad. ¡POF! De entre la nieve, emergió ese hechicero, Connie se acercó en segundos a él, y lo aprisionó en una esfera blanca de su magia. Ella comenzó a respirar agitadamente, sintiéndose exhausta, y adolorida. Las consecuencias de ser prisionera en el círculo de ese hechicero en el templo, y de ella misma poner de su sangre, comenzaba a torturarla con efectos secundarios. "No aguantará mucho… Él es un hechicero poderoso…" Pensó Connie, volviendo a ver hacia Gael, que seguía de rodillas ahora entre la nieve, aún atado por las cadenas de Armandite. Ella comenzó a acercarse lentamente hacia su mate, se detuvo en
Una antigua mansión de piedra, cubierta de hiedra, surgía de entre las sombras del denso bosque. Sus grandes ventanas, alargadas y misteriosas, brillaban con luces doradas desde su interior, como ojos que observaban la noche. La luna, oculta tras nubes espesas, dejaba escapar un resplandor plateado que se reflejaba en el suelo húmedo. Al llegar a la entrada, una puerta monumental, adornada con símbolos antiguos del Círculo Escarlata, se abrió lentamente. Era como si la mansión misma los invitara a cruzar su umbral por medio de un hechizo. El aire era cálido y acogedor. El salón se extendía ante ellos, iluminado por la luz parpadeante de una chimenea que crepitaba suavemente. Los muebles, de un estilo antiguo, cubiertos de terciopelo rojo, las grandes ventanas ofrecían vistas al bosque sombrío, donde la oscuridad parecía cobrar vida. En el centro de la habitación, la hechicera Zoraida se encontraba de pie. Su cabello canoso y su piel arrugada le conferían una sabiduría
Cada paso que daba sobre la fría tierra se cubría de escarcha.Su largo vestido rojo, hecho trizas, apenas cubría su pálida piel; la sangre que había salpicado la tela se entrelazaba con el color de su atuendo. Sus ojos celestes se pintaron de un intenso rojo, brillando como dos rubíes que revelaban la presencia de su loba interna, alerta. Su cuerpo, lleno de arañazos, raspones y moretones, evidencia de una tragedia que la marcaría para siempre.Todo estaba…¡DESTRUIDO!Caminaba entre ruinas, su larga cabellera negra por debajo de su trasero meciéndose lentamente con la helada brisa. A su alrededor, solo había caos: el pueblo de su manada, hecho añicos.Su corazón latía con fuerza, cada golpe era un recordatorio del dolor aplastante que la asfixiaba, mientras los cadáveres de lobos de pelaje rojizo yacían a su alrededor. ¡¿Qué carajos había pasado?!La pregunta resonaba en su mente. —¡¡¡LOS MATASTE!!! ¡ESTÁN MUERTOS! Los ojos de la mujer-loba se abrieron de par en par al escuch
Tras lentos parpadeos, la hembra Alfa abrió sus ojos con dificultad. Su mirada celeste se encontró de inmediato con…¡UNA PRISIÓN!—¿Qué…? —susurró, moviéndose con agitación, pero se dio cuenta de que sus muñecas y tobillos estaban encadenados. Cadenas rojas, grabadas con símbolos extraños, la mantenían cautiva.La celda estaba cubierta de inscripciones de sangre seca, en las paredes, en el suelo, incluso en la silla de madera donde se encontraba atada.Connie, vestida únicamente con una larga bata negra, sintió que la oscuridad la envolvía. Los recuerdos la golpearon como una tormenta.—No… Yo… Soy un monstruo…Sollozó la hembra, sus lágrimas deslizándose por sus pálidas mejillas, mientras su corazón se desgarraba en mil pedazos.En su memoria, los cadáveres de los lobos rojos de su manada. —Lo que hice no tiene perdón de la diosa… Merezco esto, no… Merezco la muerte… ••••••••••En el imponente trono del castillo de "Luna Plateada", Alfa Connor se sentaba con un porte majestuoso,