Una antigua mansión de piedra, cubierta de hiedra, surgía de entre las sombras del denso bosque. Sus grandes ventanas, alargadas y misteriosas, brillaban con luces doradas desde su interior, como ojos que observaban la noche. La luna, oculta tras nubes espesas, dejaba escapar un resplandor plateado que se reflejaba en el suelo húmedo. Al llegar a la entrada, una puerta monumental, adornada con símbolos antiguos del Círculo Escarlata, se abrió lentamente. Era como si la mansión misma los invitara a cruzar su umbral por medio de un hechizo. El aire era cálido y acogedor. El salón se extendía ante ellos, iluminado por la luz parpadeante de una chimenea que crepitaba suavemente. Los muebles, de un estilo antiguo, cubiertos de terciopelo rojo, las grandes ventanas ofrecían vistas al bosque sombrío, donde la oscuridad parecía cobrar vida. En el centro de la habitación, la hechicera Zoraida se encontraba de pie. Su cabello canoso y su piel arrugada le conferían una sabiduría inq
Aturdida, sentada en una cama de sábanas oscuras, Connie notó que sentía un alivio bastante notable. Como si sus energías hubieras sido renovadas, su cuerpo complemente sano, sin golpes, heridas o la magia del enemigo. Los candelabros de piso en la habitación de madera oscura, cuyas velas bañaban con su luz dorada el interior. Connie suspiró, aliviada, por las ventanas la oscuridad de la madrugada aún era densa. "No creo que haya pasado mucho tiempo desde que mi bisabuela me ayudó…" Pensó la hembra. En ese instante, su nariz se volvió sensible, olfateando el aroma de ese ser acercándose a ella. "Oh… Huele delicioso… Tan… Tan bien y…" Connie se sorprendió… Sintió un poco de apetito, pero… No era de comida. Tragó saliva con nerviosismo, una parte de ella deseaba verlo, otra seguía muy molesta queriendo gritar y echar en cara que todo fue su culpa. ¿Cómo reaccionaría ante él…?, pensó la hembra. Clack~ El sonido de la puerta, llamó su atención, la hembra dirigió su
—¿Estás utilizando tu magia en este momento? —le preguntó ella al Rey dragón. —Sí. De lo contrario estaría hecho un baño de sangre, pequeña —dijo él, esbozando una sonrisa, que causó que ella se quedará como hipnotizada unos segundos. Connie parpadeó lentamente, volviendo en sí, era imposible resistirse a lo que ese ser causaba en ella. Fue entonces que lo notó, aunque parecía que la aura mágica que lo rodeaba era tan débil y diminuta que no era vista, podía sentirla y… ¿Probarla? Cuando Connie lo lamió, sintió como si probara una refrescante agua en un caluroso día veraniego. Una gratificante sensación, pero… ¿Por qué sentía que quería más? Ella volvió a acercar sus labios, esta vez a una herida en el antebrazo de ese Rey dragón y, nuevamente… La lamió, pasando su lengua cálida en él con una lentitud electrizante, como si estuviese probando un delicioso dulce. Gael mostró sorpresa por un instante. Rápidamente intentó mantener su fría expresión. ¡Era claro que estaban
¿Hacer un trato con Zoraida? ¿Recuperar a su antiguo amor y olvidar a Connie dejándola con el bebé suyo? ¡¡AL CARAJO!! ¡Gael no se sentía capaz de tomar ese camino!, salvaría a Elis su antiguo amor, por sí mismo sin involucrar a Connie, su actual esposa. Tenía una promesa qué cumplir y no sabía qué pasaría si lo hacía por sí mismo, ya que necesitaba de un poderoso hechicero que rompa los sellos en ella, y él, no era uno. ¿Pero qué otra alternativa tenía?, Connie sufría por ello, y él sufría al verla mal. Gael se inclinó, su mano posándose suavemente en la mejilla de la hembra. Deslizándose lentamente por su cuello, apartando algunos mechones de su cabellera negra en ese costado. Continuó bajando, sus dedos tocaron su pezón derecho, su mano se detuvo justo ahí, en un intenso movimiento, mientras la encimaba aún más… —Mmm~ —ella ahogó un gemido, mordiendo su labio inferior, lo veía con intensidad, con deseo. Sus cuerpos rozándose con total descaro, ese Rey dragón se incli
✧✧✧ Al día siguiente. ✧✧✧ —Connie. ¿Estás segura, mi niña? —le pregunta Zoraida a la loba Alfa. A solas, en el corredor, Connie le comentó a su bisabuela su decisión de ayudar a Gael, después de que él primero la ayude a obtener lo que quiere, su venganza. —Estoy segura. Así tendré una oportunidad… —susurró ella un poco avergonzada, sentada en la misma banca larga de madera pulida y elegante, donde estaba la hechicera— Sé que suena arriesgado —añadió la hembra. —Estaba dispuesta a ayudarte con ese problema, mi niña. A que ese dragón encuentre y se lleve a su amada, y así, te deje libre y tranquila con tu bebé… —Zoraida hizo una pausa en ese momento, analizando a su bisnieta—. Pero, es inútil. ¿Lo amas no es así? —Sí. No puedo ocultarlo, no puedo negarlo, no quiero perderlo… ¡Por la diosa! —exclamó Connie con desesperación, levantándose y comenzando a caminar de un lado a otro—. ¡Sé que estoy haciendo mal!, sé que he cometido muchos errores en mi vida, que han llegado a extr
—¡¿Un dragón?! —¡INAUDITO! —¡Eso es vergonzoso, Alfa, por favor, rechace al dragón! —Que la Reina Alfa de la Noche Carmesí, este involucrada con una de esas criaturas… Es algo… Solo pensarlo nos produce náuseas. «Es divertido cómo hablan. Como si yo no estuviera presente.», le habló Gael a Connie con sarcasmo, por medio de su conexión mágica del pendiente recuperado. La loba, que ya tenía esa pequeña reliquia de regreso en su oreja, asintió. «No te enfades. Yo lo arreglaré.», le respondió, Sary. «¿Cómo?, cuando sepan que te has quedado embarazada, será peor.» —¡Suficiente! —rugió Sary—. No voy a rechazar a mi mate por ser de otra especie. Lo marqué. ¡IMPACTADOS! Tras las palabras de Sary, absolutamente todos los lobos rojos reunidos en la entrada de la manada, guardaron silencio. Viéndose los unos a los otros con esos ojos rojizos carmesí. —Reina Alfa. Siempre hemos creído que usted es una hembra muy inteligente —habló uno de los lobos rojos más longevos de la m
Connie avanzó con determinación, deteniéndose justo frente a su marido. Agarró el cuello de su camisa blanca, acercándolo a ella. —Sé que esto es difícil. Yo pasé por lo mismo en tu clan, y adivina qué: ¡lo soporté! Tuve que enfrentar todo eso, ser tu esposa y quedarme embarazada —dijo con frialdad—. ¿Y ahora no quieres ayudarme? ¿Te vas porque tu orgullo no permite que te desafíen? Gael frunció el ceño, pero guardó silencio, mirando fijamente a su esposa. —¿No es que quieres dejarme? —preguntó ella, con la voz temblorosa—. ¿No anhelas ver a tu amor del pasado y tenerla de nuevo entre tus brazos? —El dolor la atravesó en ese instante—. Eso solo sucederá si me ayudas, y solo te ayudaré si me cumples, como acordamos… Connie lo soltó y se alejó. «¿Qué estás haciendo, Connie? Se supone que debemos conquistarlo, no animarlo a volver con la dragona», le habló Sary, su loba, en su mente. Connie comenzó a caminar de regreso, sintiendo un dolor agudo por lo que había dicho. Gae
La noche cayó sobre la mansión de la manada "Noche Carmesí". El aire se volvió denso cuando Zoraida, la hechicera de la alianza de las tres manadas hermanas, apareció en la puerta. Su figura imponente digna de respeto, capturó la atención de los hombres y mujeres lobos presentes. Vestía una túnica oscura con bordados plateados que brillaban débilmente. —¿Listos para el espectáculo? —preguntó con una sonrisa burlona, sus ojos brillaban con picardía. —¡Bisabuela!~ —sonrió Connie, guiando a la anciana a la habitación especial para el acto de sellado. El Rey Gael, que había estado meditando de pie en un rincón de dicha habitación, con sus brazos cruzados y su expresión tensa, sintió que su corazón latía con fuerza. La llegada de Zoraida significaba que no había vuelta atrás. ¡¿Realmente cayó ante Connie y sus palabras que aceptó algo como eso?! —Has venido muy rápido. Hechicera —le dijo Gael, con frialdad, manteniendo su altivez—. Al menos intenta ocultar tus ansias por dest