—No es peligroso en sí mismo, pero puede interferir con tu conexión mágica con Gael. Si no lo eliminamos, podrías sentir confusión o inestabilidad próximamente, podría llevarte a enfermar gravemente —explicó Mirza, seriamente. El Rey Gael observaba a la dragona con detenida atención. —Este fragmento… ¿Ya no lo necesito? ¿Segura?, dijo que demoraría un mes… —recalcó Connie, confundida. —Exacto. Pero ya no es necesario… Has sanado, loba… —confirmó Mirza. ¡¡Connie se sorprendió!! «Haz sanado.» Tales palabras la impactaron, no esperaba algo tan… RÁPIDO. La hembra híbrida asintió lentamente, la preocupación aún brillaba en sus ojos celestes, sin entender exactamente qué sucedía. —¿Y… cómo lo eliminamos…? —preguntó la loba, su voz temblando ligeramente en un susurro. —Voy a necesitar que te relajes y confíes en mí, mientras trabajo en ello. Esto puede ser un poco doloroso ahora que estás consciente, cuando la coloqué estabas gravemente inconsciente —dijo Mirza, su voz fi
¡BUM! Un estruendo resonó cuando, en un instante, Mirza arrinconó a Connie contra la camilla, ambas de pie. —¡AHG! —Connie soltó un quejido, mirando con temor a la dragona de apariencia imponente que la tenía atrapada, viéndola con una mirada amenazante. —Loba, dices que "no te importa su pasado". ¡NO MIENTAS! Está claro que te importa todo sobre el Rey Gael. ¿Por qué no eres más sincera contigo misma? Aunque, ¿qué se puede esperar de una loba tan joven e inmadura como tú? ¡BUM! ¡CONNIE EMPUJÓ A MIRZA CON TODA SU FUERZA! La dragona abrió los ojos de par en par, sorprendida, y retrocedió hasta dos metros. Los ojos de Connie, del color de la sangre, brillaban con furia, sus colmillos asomándose como un signo de desafío. —¡NO ME INSULTES! ¡No me subestimes! Soy UNA REINA, al igual que Gael. Soy una Alfa y tengo mi propia manada, una manada tan antigua como tu Clan. Aunque nuestras vidas no sean largas —Connie comenzó a avanzar hacia la dragona—. ¿Crees que puedes intimida
✧✧✧ En ese instante, pero en el territorio de la manada "Luna Plateada". ✧✧✧ La lluvia caía a torrenciales, vientos fuertes que agitaban las copas de los árboles de manera casi violenta y escalofriante. En la entrada principal de la manada, el enorme portón se alzaba imponente, desde sus costados se observaban las torres de los lobos, una luz dorada en el interior anunciando la presencia de los vigilantes. A distancia, apenas visible entre la fuerte lluvia que se mecía hacia un costado, una sombra se mostraba acercándose lentamente. En el interior de una torre, Tabitha, la loba madura, madre de la futura Luna, Blanca. Observó con cautela. ¡La hembra se lanzó hacia tierra y tomó su forma lobuna!, una enorme bestia de pelaje oscuro como la misma noche, ojos grises oscuros y unos grandes y afilados colmillos. La hembra concentró su olfato, uno de los mejores de toda Luna Plateada. «Tabitha, ¿es un enemigo?», le preguntó de inmediato, por medio de su enlace mental, uno de l
Tabitha suspiró al ver la tensa relación entre su hija y el Alfa de la manada. —No tienes que ser tan frío con ella… —susurró a Connor. —No te metas. Tabitha —frunció el ceño, Alfa Connor. —Alfa, me pregunto… ¿Dónde ha estado todo este tiempo? —interrumpió el Beta, hablando de Korina. —Lo voy a averiguar —dijo Connor, fríamente. Acercándose a la cama, sacó del bolsillo de su pantalón un frasco con una poción dada por su bisabuela, la hechicera. Él comenzó a verter el líquido. Sobre la boca de la hembra. Tras unos gestos incómodos de ella, y moverse levemente… ¡Abrió sus ojos! Paseando su mirada por los alrededores, observó una habitación elegante, acogedora, los candelabros en el techo, el calor de la chimenea y el crepitar de la leña. Ella se intentó sentar, pero su barriga de embarazo, le dificultó la acción. Justo en ese momento… —¡AAAH! —gritó ante la sorpresa, Korina, cuando Alfa Connor la agarró del cabello rubio intenso y ondulado bastante corto. —¡HABL
Alfa Zefor, ese macho alto, de cabellera semilarga negra ligeramente alborotada que caía hasta su nuca, tenía una mirada peligrosa de un dorado cautivante, más intenso y brillante que cualquier otro lobo de su manada. La sangre de predecesores Alfas corría por sus venas, un poderoso lobo que aún así era bastante jóven, pero su astucia, descaro y fuerza natural lo hacían ser respetado por su manada. Él se inclinó hacia Korina, susurrando a su oído. —Tus feromonas están invitándome a tocarte~ —dijo en un susurro seductor, bajando su mano hacia el trasero de la hembra rubia—. Vamos a mi habitación. Hay muchas miradas curiosas, a no ser claro, que no te moleste que tus gemidos sean escuchados por todos~ —dijo él bromeando con la situación. —En lo absoluto, mi Alfa. Vamos… —sonrió la Beta con complicidad. Aunque estaban en una zona distante y oscura de una de las esquinas en la terraza. No era para nadie un secreto que el Alfa se satisfacía sexualmente con esa hembra, y tampoco
Un silencio electrizante envolvía el gran salón del Clan Frostwind. Connie, con su vestido carmesí brillando como rubíes, estaba sentada en el regazo de su esposo. Todos los presentes contenían la respiración, sus miradas fijas en la escena que se desarrollaba ante ellos. —¿Qué has dicho? —preguntó Gael, su voz un susurro profundo. La incredulidad y un deseo reprimido lo dominaban, como un fuego latente esperando ser avivado. Sus ojos se posaron en la hermosa loba, hipnotizados por su presencia. Connie, sintiendo el calor de su cuerpo y la intensidad de su mirada, se atrevió a acercarse aún más. Su corazón latía con fuerza. «Huele tan bien... ¿Me está deseando? ¿Se dará cuenta de que siento cómo se agita su ser por mí?», pensó Connie, hablando en su mente con su loba. Para ambas, era una sensación nueva, adictiva, embriagadora. La conexión entre ellos era intensa, un hilo invisible tirando de ella hacia él. —Te lo dije, Gael. Me gustas más de lo que pensé… —susur
✧✧✧ Esa noche en el territorio del Clan Frostwind. ✧✧✧ La lluvia había cesado, dejando un aire fresco que olía a tierra húmeda y un cielo despejado que brillaba con miles de estrellas. En lo alto de una terraza del palacio, iluminada por la luz de la luna, Connie se encontraba junto a su esposo, ese majestuoso Rey dragón, Gael. Su figura imponente, vistiendo un pantalón negro y una camisa de manga larga púrpura, que acentuaba su atractivo casi sobrenatural. Sus ojos, de un profundo color violeta, parecían destellar como estrellas fugaces en la oscuridad. La hembra, observaba el horizonte, sintiendo una mezcla de inquietud y curiosidad. Su corazón latía con fuerza, como si quisiera escapar de su pecho. "¿A dónde me llevará…?" Se preguntaba, sintiendo una punzada de emoción que la mantenía inquieta. —Confía en mí, pequeña loba —dijo Gael, su voz suave y profunda cortando el silencio de la noche. Connie se volvió hacia el Rey dragón, sintiendo la calidez que emanaba de su ser,
—La magia de nuestra especie es única, y es más sensible en la cuna de nacimiento. Nací aquí. Cuando dominé mi magia, convertí la cueva en este lugar. Connie lo veía sorprendida. Ella y su mellizo, Alfa Connor, habían nacido milagrosamente, en la mansión de su bisabuela hechicera, mellizos de distintos sexos, un mestizo y una híbrida, hijos de un Alfa mestizo y una Alfa híbrida de diferentes manadas. Para ella el lugar de nacimiento no tenía importancia. Entendió lo diferentes que eran, así como para él, su ritual de marcado era violento y sin importancia. Gael se acercó a la cama con una confianza que hizo que Connie sintiera su corazón agitarse. —Ven, Connie —pronunció él su nombre, su voz gruesa resonando en el aire causando que la hembra se pierda en toda su majestuosidad. En ese instante, una oleada de emociones la invadió: miedo, anticipación, y una poderosa conexión con él. Era como si todo lo que había vivido desde su nacimiento, la hubiera llevado a este momento.