Capítulo 39: ¿Tienes otra esposa?

¡TODOS ESTABAN INMÓVILES!, en silencio, algunos asustados, otros tragándose su ira…

¡Ninguno era rival para Gael!

—¡¡AAAAAHHHHH!! ¡LO SIENTO! ¡REY GAEL, NO VOLVERÉ A…! —gritaba el dragón longevo.

En ese instante, los ojos violetas del Rey albino se posaron de inmediato en dirección al exterior.

Por las grandes ventanas largas de cristal, donde se veía el cielo gris de ese día y la lluvia torrencial caer con fuerza en compañía de ráfagas de viento. En un parpadeo, Gael se levantó, apareciendo de pie frente a una de las ventanas, con su mano tocándola.

¡CRANK!

¡El cristal estalló, un abrupto sonido resonó en el salón!, ni uno solo de los fragmentos lo hirió gracias a esa aura blanca que lo rodeaba.

—¡Espera, Gael! ¡¿A dónde vas?! ¡¿Qué ocurre?! —le preguntó Leo.

El Rey dragón saltó desde esa alta planta del palacio, tomando la forma de una majestuosa ave tan blanca como la nieve se adentró en el bosque, bajo la lluvia, que no lograba empapar ni una pizca de él.

¡CLANK!

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