No entendía por qué no quería parar, porqué toda ella ardía de deseo… ¿Era por marcarlo? ¿por qué él era suyo? ¿por qué era la primera vez que ambos lo hacían, la primera que ella tenía relaciones sexuales con su mate? Más simple que eso… El calor ardiente que la recorría y aturdía, era su celo. "Las aromas, siempre han sido eso. Simplemente una fragancia natural, como la de las hierbas, la de la sangre, la de una flor o una fruta, algo leve, que no importa…" Pensó ese Rey dragón, poniendo a Connie de espaldas, que quedó de rodillas sobre la cama, con sus manos apoyadas sobre el sector pie de cama. —Mmm~ Házmelo… —susurró ella en una súplica erótica. Su trasero expuesto, su intimidad chorreando los jugos lascivos de ambos— Quiero más de ti… Ah… Más… "Nunca les he dado notoria importancia a las aromas. La esencia de la magia que los miembros del Clan Frostwind poseen, es la manera que identifico a mis dragones. La esencia de la magia mía en Connie, es lo que me hacía
—¿Amar? La palabra se deslizó de los labios de Connie como un susurro tembloroso. La hembra de larga cabellera negra, parpadeó varias veces, su mano en dirección a su cabeza, su corazón latiendo aceleradamente lleno de… DOLOR. Una sonrisa nerviosa e incrédula curvó sus labios, negándose a escuchar a esa señora. —¡Iré con Gael! —exclamó liberándose del agarre de la mujer-dragona, pero, justo en ese instante, ¡Connie volvió a tambalearse! —¡Ten cuidado, estás débil! —la agarró Mirza con fuerza del brazo izquierdo. —¡No quiero que me toque! —gritó la loba, indignada, sus ojos tiñéndose del rojo de la sangre. —¿No?, no diga tonterías. He estado inyectando mi magia curativa constantemente desde la primera vez que apareció en Frostwind y el Rey me pidió que cure su vientre. —¡¡NO TIENE SENTIDO!! —gritó la hembra perdiendo cualquier pizca de calma que le hubiese quedado—. ¡Dices que Gael ama a alguien más! ¡¿POR QUÉ SE DEJÓ MARCAR?! —¿Eso?, debería preguntárselo al Rey, no a
¡TODOS ESTABAN INMÓVILES!, en silencio, algunos asustados, otros tragándose su ira… ¡Ninguno era rival para Gael! —¡¡AAAAAHHHHH!! ¡LO SIENTO! ¡REY GAEL, NO VOLVERÉ A…! —gritaba el dragón longevo. En ese instante, los ojos violetas del Rey albino se posaron de inmediato en dirección al exterior. Por las grandes ventanas largas de cristal, donde se veía el cielo gris de ese día y la lluvia torrencial caer con fuerza en compañía de ráfagas de viento. En un parpadeo, Gael se levantó, apareciendo de pie frente a una de las ventanas, con su mano tocándola. ¡CRANK! ¡El cristal estalló, un abrupto sonido resonó en el salón!, ni uno solo de los fragmentos lo hirió gracias a esa aura blanca que lo rodeaba. —¡Espera, Gael! ¡¿A dónde vas?! ¡¿Qué ocurre?! —le preguntó Leo. El Rey dragón saltó desde esa alta planta del palacio, tomando la forma de una majestuosa ave tan blanca como la nieve se adentró en el bosque, bajo la lluvia, que no lograba empapar ni una pizca de él. ¡CLANK!
✧✧✧ En el territorio de la manada "Colmillo Blanco". ✧✧✧ La lluvia caía con fuerza esa tarde gris y ventosa. Oculta entre las alturas del norte, la manada había encontrado refugio en un sector secreto del territorio de los hombres-lobos. Donde el frío se hacía presente con bastante frecuencia. Los árboles, altos y torcidos que proporcionaban un ambiente escalofriante, se mecían danzando al ritmo del viento y la lluvia. En el interior de una cueva profunda, la guarida de la hechicera de raza pura y Luna de la manada, Ingrid, era un lugar lleno de misterio y magia. Paredes rocosas que estaban adornadas con símbolos mágicos, mismos que desprendían un fluorescente color púrpura, iluminando el espacio como si fueran estrellas atrapadas en la roca. El aire olía a hierbas secas y a un ligero toque de sangre. De repente, los ecos de gritos desgarradores resonaron en la cueva, rompiendo la atmósfera mágica. —¡¡AAAAAAAHHHHH!! ¡¡¡MALDICIÓN!!! ¡AAAHG! Ingrid, con su cabello corto y
—¡Es increíble! ¡Tenía que ser una vulgar y horrible loba! —gritó Leo, su voz llena de enojo y desprecio. Era el mano derecha del Rey dragón, y su frustración era evidente. El salón médico se extendía entre varios anexos bajo la luz blanca, con un piso brillante que reflejaba la belleza del lugar. Las paredes estaban decoradas con elegantes dibujos de dragones, y la mueblería blanca y los candelabros de cristal iluminaban la habitación con una luz suave. Era un espacio que debía inspirar tranquilidad, pero la tensión era creciente. Leo, acababa de terminar de arreglar una de las ventanas rotas con su magia, su mente todavía atrapada en la confusión de lo ocurrido durante la reunión. Unos metros tras de él, Mirza, una dragona sanadora del clan, revisaba cuidadosamente las botellas de cristal que contenían medicinas de todo tipo. Su rostro mostraba su preocupación. —¿Así que ayudabas a la loba a curarse más rápido, y la muy desgraciada te empujó y se marchó por la ventana? —pr
—No es peligroso en sí mismo, pero puede interferir con tu conexión mágica con Gael. Si no lo eliminamos, podrías sentir confusión o inestabilidad próximamente, podría llevarte a enfermar gravemente —explicó Mirza, seriamente. El Rey Gael observaba a la dragona con detenida atención. —Este fragmento… ¿Ya no lo necesito? ¿Segura?, dijo que demoraría un mes… —recalcó Connie, confundida. —Exacto. Pero ya no es necesario… Has sanado, loba… —confirmó Mirza. ¡¡Connie se sorprendió!! «Haz sanado.» Tales palabras la impactaron, no esperaba algo tan… RÁPIDO. La hembra híbrida asintió lentamente, la preocupación aún brillaba en sus ojos celestes, sin entender exactamente qué sucedía. —¿Y… cómo lo eliminamos…? —preguntó la loba, su voz temblando ligeramente en un susurro. —Voy a necesitar que te relajes y confíes en mí, mientras trabajo en ello. Esto puede ser un poco doloroso ahora que estás consciente, cuando la coloqué estabas gravemente inconsciente —dijo Mirza, su voz fi
¡BUM! Un estruendo resonó cuando, en un instante, Mirza arrinconó a Connie contra la camilla, ambas de pie. —¡AHG! —Connie soltó un quejido, mirando con temor a la dragona de apariencia imponente que la tenía atrapada, viéndola con una mirada amenazante. —Loba, dices que "no te importa su pasado". ¡NO MIENTAS! Está claro que te importa todo sobre el Rey Gael. ¿Por qué no eres más sincera contigo misma? Aunque, ¿qué se puede esperar de una loba tan joven e inmadura como tú? ¡BUM! ¡CONNIE EMPUJÓ A MIRZA CON TODA SU FUERZA! La dragona abrió los ojos de par en par, sorprendida, y retrocedió hasta dos metros. Los ojos de Connie, del color de la sangre, brillaban con furia, sus colmillos asomándose como un signo de desafío. —¡NO ME INSULTES! ¡No me subestimes! Soy UNA REINA, al igual que Gael. Soy una Alfa y tengo mi propia manada, una manada tan antigua como tu Clan. Aunque nuestras vidas no sean largas —Connie comenzó a avanzar hacia la dragona—. ¿Crees que puedes intimida
✧✧✧ En ese instante, pero en el territorio de la manada "Luna Plateada". ✧✧✧ La lluvia caía a torrenciales, vientos fuertes que agitaban las copas de los árboles de manera casi violenta y escalofriante. En la entrada principal de la manada, el enorme portón se alzaba imponente, desde sus costados se observaban las torres de los lobos, una luz dorada en el interior anunciando la presencia de los vigilantes. A distancia, apenas visible entre la fuerte lluvia que se mecía hacia un costado, una sombra se mostraba acercándose lentamente. En el interior de una torre, Tabitha, la loba madura, madre de la futura Luna, Blanca. Observó con cautela. ¡La hembra se lanzó hacia tierra y tomó su forma lobuna!, una enorme bestia de pelaje oscuro como la misma noche, ojos grises oscuros y unos grandes y afilados colmillos. La hembra concentró su olfato, uno de los mejores de toda Luna Plateada. «Tabitha, ¿es un enemigo?», le preguntó de inmediato, por medio de su enlace mental, uno de l