Connie asintió lentamente, con un brillo pícaro en su mirada. —Sí… Tienes que irte… —susurró la loba, mientras sus muslos se separaban con una lentitud calculada. El vestido resbaló por su piel, revelando su desnudez, su feminidad palpitante, húmeda, impaciente por él. Pensaba en su fuerza, en la intensidad de su mirada violeta, en ese carácter indomable que la volvía loca, que la hacía querer rendirse a él por completo. Sin dudarlo, lo atrajo hacia su cuerpo. Sus manos, temblorosas y firmes a la vez, recorrieron su espalda, sintiendo cada fibra de sus músculos tensos bajo sus dedos. —Ah… Hablo en serio, Connie… —murmuró él con voz ronca, lleno de deseo y de una lucha interna que parecía perder. Sus manos se deslizaron descaradas sobre los muslos de ella, tocándola como si no hubiera un mañana. Su rostro se hundió en su cuello, respirándola, absorbiendo ese aroma único que lo enloquecía, el aroma de la única loba en el mundo, que le importaba. Alfa Connie lo rodeó con sus pier
De pronto, se sintió satisfecha. La magia de su esposo parecía llenar de vitalidad a ese pequeño ser que crecía en su interior. Cada vez que se alimentaba de esa blanca y pura magia de Gael, una sensación refrescante invadía su cuerpo y se arremolinaba en su vientre. Connie se levantó, quedando de rodillas sobre la cama. La hembra, completamente desnuda, se acercó a ese macho, sus manos apoyadas suavemente sobre el pecho de Gael. Ella lo empujó ligeramente hacia atrás y él, obediente, se sentó, viéndola con intensidad, con pasión, una sonrisita juguetona curvando sus labios. —¿Por qué tienes que ser tan hermoso?… —susurró la loba, cuya desnudez ligeramente empapada de sudor era un exquisito espectáculo para los ojos de ese macho albino—. ¿Te he dicho que pareces un reluciente diamante invernal? —habló la hembra con atrevimiento; pocas veces expresaba sus pensamientos más íntimos en palabras. Dulces palabras poéticas que salían de sus labios. Esos carnosos labios rojizos que ese
Cada paso que daba sobre la fría tierra se cubría de escarcha.Su largo vestido rojo, hecho trizas, apenas cubría su pálida piel; la sangre que había salpicado la tela se entrelazaba con el color de su atuendo. Sus ojos celestes se pintaron de un intenso rojo, brillando como dos rubíes que revelaban la presencia de su loba interna, alerta. Su cuerpo, lleno de arañazos, raspones y moretones, evidencia de una tragedia que la marcaría para siempre.Todo estaba…¡DESTRUIDO!Caminaba entre ruinas, su larga cabellera negra por debajo de su trasero meciéndose lentamente con la helada brisa. A su alrededor, solo había caos: el pueblo de su manada, hecho añicos.Su corazón latía con fuerza, cada golpe era un recordatorio del dolor aplastante que la asfixiaba, mientras los cadáveres de lobos de pelaje rojizo yacían a su alrededor. ¡¿Qué carajos había pasado?!La pregunta resonaba en su mente. —¡¡¡LOS MATASTE!!! ¡ESTÁN MUERTOS! Los ojos de la mujer-loba se abrieron de par en par al escuch
Tras lentos parpadeos, la hembra Alfa abrió sus ojos con dificultad. Su mirada celeste se encontró de inmediato con…¡UNA PRISIÓN!—¿Qué…? —susurró, moviéndose con agitación, pero se dio cuenta de que sus muñecas y tobillos estaban encadenados. Cadenas rojas, grabadas con símbolos extraños, la mantenían cautiva.La celda estaba cubierta de inscripciones de sangre seca, en las paredes, en el suelo, incluso en la silla de madera donde se encontraba atada.Connie, vestida únicamente con una larga bata negra, sintió que la oscuridad la envolvía. Los recuerdos la golpearon como una tormenta.—No… Yo… Soy un monstruo…Sollozó la hembra, sus lágrimas deslizándose por sus pálidas mejillas, mientras su corazón se desgarraba en mil pedazos.En su memoria, los cadáveres de los lobos rojos de su manada. —Lo que hice no tiene perdón de la diosa… Merezco esto, no… Merezco la muerte… ••••••••••En el imponente trono del castillo de "Luna Plateada", Alfa Connor se sentaba con un porte majestuoso,
✧✧✧ La noche del día siguiente. ✧✧✧Connie había llegado al territorio de la manada Luna Plateada. Buscando a Alfa Connor, su hermano. —¡¿Qué has dicho?!—arqueó una ceja ese Alfa, viéndola con incredulidad, a la vez que en su mano sostenía una copa de vino, sentado tras la mesa. —¡Me voy! He decidido hacerte las cosas más fáciles, no tienes que seguir cuidando de mí porque me iré. Soy solo un estorbo, tú lo sabes Connor, soy peligrosa para todos… —confesó esa hembra cabizbaja. —¡NO, CONNIE! ¡No digas esto de nuevo! —alzó la voz ese Alfa, dejando la copa sobre la mesa y acercándose a su hermana, posó sus manos en los hombros de ella— ¿Esto es porque ya no eres la Reina Alfa de Noche Carmesí? ¡ES SOLO MOMENTÁNEO! —¿Eh? ¿Momentáneo? ¿De qué hablas Connor? —le preguntó ella con expresión confundida. —¡Cuando nazca ese cachorro, lo usaremos como un contenedor, transferirás tanta magia como te sea posible!, no importa si él muere. Te volveremos a sellar a ti, podrás vivir nuevame
Lo cierto es que… Ella no quería morir. Sus ojos se posaron en la luna, grande y majestuosa filtrándose con su resplandor plateado por las ramas de los árboles. —Perdóname diosa, perdón mi cachorro… —susurró, su voz quebradiza, cargada de una tristeza inimaginable— No pude… No pude traerte a este mundo. Para mí, nunca fuiste… una herramienta.Las palabras se desvanecieron en el frío aire nocturno.¡NO PODÍA! ¡NO QUERÍA MORIR AHÍ! Connie hizo un enorme esfuerzo y se levantó lentamente, apoyándose con la rama de un árbol que utilizó de bastón. Ella comenzó a avanzar, caminando a pasos lentos, tambaleante soportando el dolor monumental de todo su cuerpo, loba y corazón. Un rastro de sangre en el suelo tras ella, sus lágrimas que emergían nublando su vista… Regresando al territorio de Luna Plateada. Fue entonces, cuando comenzó a acercarse a la entrada que vio a distancia a una silueta familiar, una hechicera anciana que era su bisabuela y curaba a los lobos heridos en batalla; al
¡De inmediato, se acercó gateando hacia el baúl!, sentada frente a ese objeto y con manos temblorosas, lo abrió.En su interior… ¡Una capucha blanca!—¿Qué es esto…? —se preguntó, sosteniendo la capucha blanca entre sus manos, sin recordar en absoluto su origen.¡BOOOM! En ese instante, un destello cegador iluminó todo el oscuro sótano. Connie cerró los ojos, una helada ventisca la envolvió, y sólo pudo ver una escarcha blanca rodeándola.Pero en un parpadeo…¡Se encontró en un bosque majestuoso, antiguo y colosal!—¿Dónde estoy…? —susurró, hasta que un aroma delicioso sacudió todos sus sentidos, estremeciéndose por completo ante la embriagadora fragancia. Connie cayó de rodillas, su mano cubriendo ligeramente su nariz. «¡ES ÉL!»Aulló su loba. «¡Es nuestro mate! ¡Nuestro destinado!»—Pero yo… Siento que, ya conocía este aroma… —susurró Connie, su rostro mostrando un hermoso rubor. "Ah… Maldición… Qué bien huele…" Pensó, sorprendiéndose de sus propias ideas indecentes. ………
—¡¡NOOOOOO!! El grito de Connie resonó con fuerza mientras se sentaba de golpe. Ella… ¡se encontró en una habitación glamurosa! Las tonalidades claras iluminaban el espacio, con largas ventanas que filtraban la oscuridad de la noche. Elegantes candelabros colgaban del techo, proyectando una luz dorada que danzaba en las paredes. Su corazón latía desbocado, una sensación asfixiante la invadía. Se dio cuenta de que estaba sentada en una cama tamaño king, vestida solo con una bata blanca de tirantes. Fue en ese momento cuando el aroma de ese ser la envolvió, un olor embriagador que la hizo cubrirse la nariz con la mano. La habitación estaba impregnada de una fragancia que ella consideraba como lo más rico y adictivo del mundo. Rápidamente, cerró sus muslos, sintiendo un cosquilleo recorrer su cuerpo. No sabía cuánto tiempo había pasado; apenas recordaba haber visto a ese imponente Rey albino. —Mi mate… —susurró al recordar su afilada mirada violeta y cómo la h