No quiero detenerme...
Romma y Sandro se quedaron un par de días más en la isla, pero la incomodidad ante lo ocurrido los obligó a tomar la decisión de regresar a casa. Al llegar, encendió su móvil, que habían acordado mantener apagados durante las vacaciones. Tan pronto estuvo encendido comenzaron a llegar los mensajes de Nicky, que los urgía a comunicarse. Romma llamó a su amigo mientras dejaban sus maletas en el piso y Sandro la veía con mirada interrogante. La chica le explicó. —Nicky está llamando desde temprano porque tiene información urgente. Ya le estoy marcando. — escuchó a voz del modelo al otro lado y le preguntó— ¿Qué ocurre, Nicky, qué es tan urgente? —No podemos hablarlo por teléfono, vengan a mi piso ya. Romma colgó y le explicó a Sandro y ambos se fueron inmediatamente a ver a su amigo. — ¿Qué está pasando, Nicky? No me asustes. — dijo la joven al cruzar la puerta del hogar de Nicky. — ¿Pasando? ¡Va a pasar! El comisario Montero me llamó y dijo que ya tienen todo lo que requieren y h
Aquella tarde, Lorenzo y Amario tomaban juntos el té en el estudio del anciano, como lo hacían con cierta frecuencia. — Entonces, Amario ¿cuáles son tus planes con la tía de Romma? — Por ahora, Leira y yo no hemos tomado decisiones definitivas, pero hemos pensado mudarnos juntos. Sabes que nunca pensé en casarme, pero si se da el caso, creo que Leira sería la indicada. — Sabes que puedes contar conmigo para lo que necesites y espero que tu decisión no implique dejar de trabajar conmigo. —Todo dependerá de ella, si acepta mudarse aquí, podría continuar, pero no estoy seguro. Por la situación con Francesca podría resultar incómodo para ambas. — Esas son cosas del pasado que ambas deberían dejar atrás. En caso tal, podrías mudarte a la casa de huéspedes, la del jardín lateral. Allí tendrían privacidad y no vivirías en tu habitación de siempre. Te la he ofrecido antes y nunca la aceptaste, pero con Leira vas a tener que hacerlo. — Realmente nunca me ocupé de tener una casa propia por
La noche se hizo infinita para la pareja que esperaba noticias en la sala de espera. Sandro permanecía en silencio, tenso y casi sin moverse. En su rostro se reflejaba la angustia que lo consumía. Romma permaneció callada a su lado, sin obligarlo a mantener una conversación. Era inútil repetirle que no era su culpa, principalmente porque ella misma sentía que ambos eran responsables de lo que estaba pasando, pero nada iba a conseguir con aumentar la tristeza de Sandro. Al llegar la mañana, poco a poco se fueron despertando los pasillos que se llenaban de empleados y pacientes que le iban dando vida y sonido a la solitaria sala en la que se hacía insoportable escuchar sólo los sonidos de los aparatos que les recordaban constantemente dónde se hallaban. La vida de Lorenzo corría peligro y sólo el tiempo diría si lograría salir de ese lugar. Un par de veces la chica se había asomado a observarlo de lejos y era duro ver a aquel hombre decidido, firme y dominante, que había aprendido a qu
Aquella voz en el teléfono le causó a Sandro una sensación extraña y le removió recuerdos que había sepultado dentro de sí. Intentó mantener la ecuanimidad mientras respondía al cariñoso saludo de la mujer.—¿Realmente eres tú, Elisa? —“Por supuesto, Alessandro, claro que soy yo, no te sorprendas tanto, que tampoco es que soy una extraterrestre”—Disculpa, me sorprende mucho tu llamada.—“Imaginé que así sería, pero voy a estar en el país unos días y me gustaría verte”.—Por supuesto, me encantaría. Dime cuándo podemos vernos.—“¿Podría ser hoy, que estaré desocupada? Tengo varias reuniones pautadas y no sé cuándo volveré a tener tiempo libre. Estaré en el hotel en una hora quizás. Estoy en el aeropuerto”.—Por favor, dime que te quedarás en alguno de nuestros hoteles. Déjame arreglar todo para tu alojamiento y te confirmo. Enviaré un chofer a buscarte y te esperaré en el hotel.—“No tienes que tomarte tantas molestias, Alessandro, puedo tomar un taxi”—No lo permitiría jamás. Espera
A Romma le extrañó recibir una llamada de Amario en su móvil y la atendió enseguida. Suspiró aliviada cuando aquel le dijo que Lorenzo Dolciani deseaba verla. Desde que Sandro le contara su conversación con él, Romma había evitado deliberadamente permanecer a solas con el abuelo, pero sabía que esa conversación era inevitable y finalmente había llegado el momento.La chica, quien se encontraba en su oficina, tomé sus cosas para ir a la clínica inmediatamente. No había razón para continuar evadiendo esa situación.Al llegar allí, Francesca se encontraba con su padre, sentada a su lado. Al verla entrar, Lorenzo le pidió a su hija que lo dejara a solas con Romma. Una vez solos, Lorenzo miró a la joven detenidamente sin hablar.—Dilo, abuelo. Estoy preparada para escucharte. No voy a tratar de justificarme ante ti. —expresó la joven decidida. —No es mi intención pedirte explicaciones sobre lo que hicieron, muchacha. Sólo quiero entender por qué aún no te das cuenta de lo que sientes por
—Mi Nicky, siento que me duele el alma. Nunca debí enamorarme de él. ¡Qué gran error cometí! —las lágrimas continuaban rodando por sus mejillas luego de contarle a su amigo lo ocurrido. —Amar no siempre es grato, Rommy, lo reconozco. Sabes que he transitado varias veces la ruta de la amargura, pero puedo prometerte que el dolor va a pasar, aunque sí te digo que si me encuentro a Sandro, no va a haber divorcio, porque vas a enviudar. Eso no se hace. Fue muy bajo mostrarse en público con esa demonia… que por cierto, no dicen quién es la mujer. —buscó las fotos en el teléfono de Romma y volvió a observarlas con atención — No es alguien de la farándula ni alguna celebrity que conozcamos… pero es bella la m*****a rubia, por lo menos no tiene mal gusto el tipo. —Gracias, Nicky, siempre es bueno saber que un hombre te dejó por alguien más bella, da menos vergüenza. Si quieres, le digo a Sandro que los presente, ya que al parecer eres su fan. —Tridentico, que la odie no significa que neguem
Esa noche Romma se quedó hasta muy entrada la noche en su oficina intentando no pensar en lo que tendría que hacer. Las sugerencias de Nicky no le resultaban viables porque conocía a Sandro y era un hombre orgulloso a quien no le gustaba que interfirieran en sus decisiones. Si tenía una relación con esa mujer de su pasado, debía ser alguien importante para él. Seguía revisando diseños en proceso dando tiempo para decidir si seguiría los consejos de su amigo, hasta que el sonido de su móvil la sacó de su abstracción. Al ver la pantalla vio el nombre de Sandro y su corazón se agitó. Lo maldijo por causarle esas sensaciones y tras respirar un par de veces para recuperar la calma, atendió la llamada. —Dime. — respondió simplemente. —Necesito que hablemos. —No estoy segura de necesitar hablar nada contigo. —Yo sí creo que es necesario, estoy frente a ROMMA, te espero en el auto. Ya le dije a tu chofer que podía irse. —¿Cómo te atreves a hacer algo semejante? ¿Quién te crees que eres?
Desde su conversación, los esposos Dolciani enfrentaron los chismes mostrándose juntos y felices en todas partes, se los veía en fiestas, lugares nocturnos, restaurantes, haciendo paseos en canoa o en la playa, escapadas a fines de semana románticos y en todo evento al que fueran invitados. Las cámaras los perseguían esperando captar el momento en que se les escapara algún gesto o mirada que demostrara que su matrimonio no era el paraíso de amor que demostraban, pero la pareja jamás les dio el placer de poder publicar algo que no fuera felicidad marital. Procuraban pasar tiempo en casa, cada uno en su estudio privado ocupados en sus respectivos trabajos. Continuaban compartiendo la cama, pero se habían distanciado desde aquella noche cuando durmieran abrazados. Sin que lo conversaran siquiera, ambos sintieron que era una tentación muy grande mantener ese tipo de acercamiento y prefirieron no repetirlo para no crear incomodidades. Casi un mes había transcurrido desde el incidente y ya