La noche del baile finalmente llegó, yo me sentía como si estuviera a punto de tener uno de los partidos más importantes de mi vida. Estaba ajustándome la camisa, había optado por usar un simple pantalón de vestir negro con una camisa blanca. Me miré en el espejo del baño y comprobé mi aspecto, dientes limpios, cara reluciente, nariz limpia, cabello... Jamás me cepillaba el cabello ya que no era necesario, pero esta vez tuve una ligera punzada de hacer algo, mientras decidía que hacer mamá llamó a la puerta.
― ¿Puedo pasar, cariño? ― Preguntó mientras ya abría la puerta.
― Ya estas adentro. ― Me giré y le sonreí.
― ¡Wou!, cariño, te ves muy guapo. ― Exclamó mientras se acercaba y me pasaba sus finos dedos a través del cabello. Yo la deje hacerlo mientras que con el rabillo del ojo miraba mi reflejo.
Esa noche llegué a casa derrotado. Me habían rechazado incluso antes de haberlo siquiera dicho. Kim se había inventado una excusa y se había ido, dejándome ahí con cara de idiota y con la vergüenza. Llegué frustrado, molesto conmigo mismo. ¿Es que acaso había entendido mal? ¿Ya no le gustaba?― ¡Maldita sea! ― Solté mientras azotaba la puerta de mi habitación. Arrojé el abrigo en una esquina y me senté sobre el borde de la cama. ― ¿Qué hice mal?El fin de semana Kim no apareció. El miércoles era el último día de clases antes de las vacaciones de invierno, así que tendría sobrevivir solo tres días, solo tres malditos días. Cuando caminaba por el pasillo ya sabía lo que me esperaba, un montón de ojos mirándome y murmullos sobre la noche del baile.
― ¿No te gusta el pavo, cariño? ― Me preguntó mamá en la cena navideña. Yo apenas había probado bocado. Cuando había pensado en cómo sería la cena navideña, Kim estaba ahí. Me la imaginaba sentada en la mesa haciendo reír a Isaac. Incluso había ido a su casa, la encontré vacía. Sus padres se habían ido a Corea, justo como planearon. Entonces ¿dónde estaba ella? Había pasado noches enteras lamentándome lo que le dije, quería pedirle perdón, decirle que había sido un idiota.― Esta rico, pero no tengo apetito. ― Informé.― ¿Hay algo mal? ― Preguntó papá mientras dejaba sobre la mesa sus cubiertos.Todo estaba mal, absolutamente todo. Y aun si me sentía peor que basura, no podía hablarlo con nadie.― No. Todo bien. ― Me obligué a comer otro poco. Al me
― ¿Entonces qué es lo que te gustaría, Derek? ― Me preguntó Kim en una de nuestras tardes en el parque.― El básquetbol. ― Le aseguré.― Derek, la recepción de solicitudes a universidades está muy próxima. ― La miré y me di cuenta de que estaba preocupada.― No te preocupes. Me voy a decidir pronto respecto a eso.Desde que Kim volvió todo era perfecto, estábamos juntos casi todo el tiempo a excepción de cuando iba con su familia. De Mónica no volví a saber, me la topaba de vez en cuando pero ella huía como si hubiera visto un fantasma, técnicamente…Si ocurrió algo así, solo que no lo vio con sus propis ojos. Kim me contó que la había descubierto hablando con sus amigas sobre la apuesta, se suponía que ella había apostado que si lograba salir con el
― Y entonces yo cubrí al sujeto, estuve marcándolo todo el tiempo. Y después le robé un pase. ― Hice los movimientos como si estuviera jugando el partido. Kim estaba expectante en las gradas de la cancha del parque. ― Y ¡Pum! Encesté de tres puntos.Kim aplaudió. ― ¡Yei! Ese es mi chico. ― Yo comencé a fanfarronear con el balón.Era sábado en la mañana, Kim y yo habíamos ido al parque para que pudiera enseñarle como había sido el partido anterior. Habíamos estado ganando todos los partidos, si seguíamos con ese ritmo, seguro que ganaríamos las regionales.― ¡Hola, Derek! ― Me llamarón a coro los niños con los que solía jugar.― Hola, chicos. Ha pasado tiempo. ― Los salude. Todos eran niños que vivían cerca del parque y jugaban juntos cada sábado. La mayoría de los sábados
Ella estaba atónita comprobando una y otra vez que no podía atravesar el cristal. Mi corazón se aceleró y sentí que se me iba a salir del pecho de un momento a otro, tenía que hacer algo. Y lo sentí, esa necesidad que me quemaba. Me abalancé sobre ella y la rodeé con mis brazos, increíblemente podía sentirla, por primera vez, podía tocarla. Kim no se movió, juraría que estaba en shock. La apreté aún más a mí, temiendo que fuera a desaparecer. Pero eso no pasó, Kim siguió ahí pegada a mi pecho. En algún momento ella me rodeó también con sus brazos y ambos nos fundimos en un abrazo que duro muchísimo tiempo.― Derek, esto es… Es imposible. ― Me dijo separándose un poco de mí. Yo la miré sin quitarle un brazo y le toqué el rostro con la palma de la mano, acar
― ¡Estamos en la final! ― Gritó Tom a la escuela entera cuando volvimos del último partido. La multitud nos recibió con vítores y se conglomeró en la entrada de la escuela. Tom los hizo callar poco a poco. ― Y escuchen esto. ¡La final será aquí!Lo habíamos conseguido, habíamos logrado llegar a la final y por azar del destino, este año la final se llevaría en la escuela de alguno de los finalistas. Habíamos sido los elegidos. El próximo sábado nos enfrentaríamos a los campeones invictos, los Silver Lions, eran un contrincante difícil, pero este año, nuestro último año, tendríamos que agarrar el toro por los cuernos y vencerlos.Tom se abrió paso en la multitud y corrió hacia Yuli. Yo me giré buscando a Kim, la vi alejada de la multitud y estaba dando saltos de emoción,
Los siguientes meses Kim y yo la pasamos visitando lugares de la ciudad los fines de semana y estando juntos en clases, como cualquier otra pareja, solo que nosotros no éramos cualquier pareja, veras…Mi novia era un fantasma.― No funciona, Derek. ― Dijo Kim frustrada una tarde en el jardín de mi casa.Intentamos tomar más fotografías juntos pero no funcionaba, la única foto en la que la figura de Kim aparecía era la de la noche del baile. Intentamos cambiando filtros y modificando luces... Pero nada funcionaba. Al final nos resignamos.― Bueno…― Le respondí mientras le mostraba la foto del baile. ― Al menos tenemos esta.― Esta linda. Sales muy guapo. ― Admitió con cierta vergüenza.Al siguiente día, llegó una carta a la casa. Mamá me llamó a voz en grito para que bajara a verla. Tenía mi nombre.―
Cuando llegué a la colina ella ya estaba ahí. Me miró y se acercó despacio a mí. Yo me quedé helado cuando la vi. Me tomó de la mano y me sonrió.― Kim… ¿Por qué estas usando esa ropa? ― Llevaba puesta la misa ropa que el día que murió y llevaba puesta esa bufanda tejida a mano.― Anda, ven. ― Me dio un tirón y me hizo avanzar. ― Nos tomara un rato llegar a pie hasta el punto más alto. Ahí todo se ve mejor.Caminamos todo el rato en silencio, yo estaba sintiendo algo de pánico, pero no había razones. Yo no me había arrepentido y el año no estaba ni cerca.Cuando llegamos ya había oscurecido. No había nadie, yo había supuesto que habría más gente.― Kim ¿estas segura que hoy hay lluvia de estrellas?― Sí, estoy segura. ― Me abrazó con fuerza. ― Graci