Giré la cabeza para observarle, justo después de comer, era agradable estar allí, con la brisa marina sobre nuestros rostros, con el único sonido del mar. Me relajaba demasiado.
– ¿Cómo pretendes demostrármelo? – me miró, sin comprender a lo que me refería - ¿cómo harás para mostrarme que ya no eres ese idiota, Darío? – sonrió, al darse cuenta de lo que estaba hablando – sólo es una posibilidad hipotética…
– Para demostrártelo tienes que estar receptiva – añadió, negué con la cabeza.
– Una sola tregua, es lo que he prometido – contesté.
– No voy a rendirme, María
– Entonces… ¿cuándo te vas a París? – quise saber, recostándome sobre mi brazo, pensativa. Lo cierto es que estaba cansada, había sido un día duro.
– Esta noche – contestó. Sonreí, levantando la cabeza para mirarle.
– Podríamos haber pospuesto nuestra
La semana siguiente fue ajetreada. Gracias a lo que él escribió sobre mí en determinadas revistas, tenía las clases con más alumnos de la cuenta, lucían entusiasmados, incluso salía en programas del corazón, como la diseñadora del vestido de la hermana del famoso Darío Espier. Todo el mundo se preguntaba quién era yo y de dónde había salido. – “La señorita Contreras, que, a sus treinta años, ha sabido montárselo realmente bien, una joven diseñadora, que además de dedicarse a ello profesionalmente, tiene una famosa academia en el centro de Barcelona >StarModa<, ha sabido llevárselos a todos de calle, con el diseño Princesa Nova, la preciosa Neus Espier, se verá justo como eso, una princesa, diseñado por la mismísima Contreras. Para los curiosos, desde aquí informarles, que la señorita Contreras, está soltera y sin compromiso…” – recitaba mi prima, con una gran sonrisa, en el salón de mi casa. Sonreí, divertida, me sentía ta
Desperté temprano, con una sonrisa tonta en el rostro. Desayuné tortitas de pera en el salón, hablando con mi mejor amiga y mi prima por video llamada. La primera se quejaba del repartidor, que era un inútil y estaba retrasando las entregas de su empresa. Paula, de los pocos clientes que entraban en la tienda. – ¿Cómo te va con el idiota? – sonreí, como una tonta, recordando la noche anterior - ¿dio señales de vida? – Me llamó anoche – contesté – para una cita. Me hizo salir de la cama para ir a bailar. – ¿A bailar? ¿tú? – preguntó Camila, sin dar crédito, rompí a reír, porque su cara era demasiado graciosa. – Acabamos en la playa, mirando las estrellas – contesté, escuchando una notificación llegar a mi móvil – esperad un momento. Darío: ¿Cómo amaneciste? Definitivamente tienes que compensarme por lo de anoche
Un auto se detuvo frente a una enorme mansión, junto a la playa, un hermoso Porsche oscuro, y de él salió un importante ejecutivo, frustrado, por cómo se habían dado las cosas. Se había pasado las horas conduciendo por la ciudad, pensativo, hasta terminar gastando el depósito de gasolina del auto, y allí estaba, sin saber qué hacer con la preocupación que le albergaba. Metió las manos en sus bolsillos, encontrando en el derecho el teléfono, sacándolo, observando la última conversación con esa chica. ¡Estúpido! ¡Estúpido! ¡Estúpido! ¿Qué mierdas pensaba cuándo se volvió a ilusionar con esa chica? ¿Acaso no conocía ya los hechos? Esa chica le odiaba, incluso se lo demostró cuando le golpeó en el hotel. ¿Por qué había pensado que sería diferente? Su teléfono comenzó a sonar, haciéndole salir de sus pensamientos. Reconoció el número en seguida, lo había tenido bloqueado durante muchísimo tiempo, pero lo desbloqueó después de volver
Varias semanas habían pasado, y no tenía noticias sobre él, pero mi vida no se detuvo, la vida sigue, y hay que reponerse y seguir adelante. Las clases iban bien, apenas tenía tiempo de dedicarme a mi colección, o a diseñar, porque después de trabajar iba al taller a confeccionar los vestidos de las damas de honor, incluso los fines de semana me los pasaba allí metida. Sabía que Camila estaba preocupada por mí, y también Paula. Pero no iba a contarles que era lo que me preocupaba, porque ni yo misma sabía por qué me sentía de aquella manera. Seamos realistas. Ni siquiera sentía nada por ese tío. Él era el tipo que me hizo la vida imposible, así que sólo debía sentir odio hacia él. Todo lo demás, lo que descubrí después, esos sentimientos que aseguraba procesarme cuando éramos unos críos… ni siquiera me interesaban. Pero… no podía dejar de pensar en su actitud, en su forma de tratarme en aquellos días… Salí de mis pensamientos, un pincha
Me puse un vestido azul, estampado con flechas rojas, algo en lo que había estado trabajando, el cabello suelto, altos tacones y un maquillaje de lo más simple. Me dejé llevar por aquellas dos solteras rompedoras, y terminé en la Sala Ghost, una de las discotecas más caras de la ciudad. - ¿Cómo te va con Manuel? – quise saber, mientras daba vueltas a mi cañita, al mejunje que mi prima nos había pedido. Me daban arcadas con sólo olerlo, pero iba a bebérmelo como una buena chica. Quizás eso me haría olvidar la pesadez que tenía dentro. Ella sonrió, con cierto brillo en sus ojos. - Nos estamos conociendo, estamos yendo muy despacio – sonreí, me encantaba que las cosas le saliesen bien, por una vez en la vida. Mi prima empezó a chillar, de alegría, tirando de nosotr
Llevaba media hora sentada en la silla del salón, con las llaves aún en la mano, y el bolso colgado, como si acabase de llegar. Tenía la mirada perdida, fija en la luz de la luna que se colaba por la ventana, haciendo una sombra extraña en el suelo. Las lágrimas habían dejado de salir, hacía ya tiempo, pero restos de ese dolor aún me hacían daño. El teléfono no había dejado de sonar, sobre la mesa, pero ni siquiera lo respondí, ni una vez, porque no quería hablar con él. Odiarle. Volvería a resguardarme dentro de los muros que yo misma había levantado a mi alrededor, sin dejar entrar a nadie, sin confiar, y no volvería a dar una tregua, jamás. Detestarle. Eso era lo único que me calmaría. Convertir todo el dolor en venganza, odio, … no me parecía tan mala idea. Fue lo que siempre hice, pero aquella vez, los sentimientos eran mucho má
No le dije nada a mis amigas. ¿Cómo iba a hacerlo? ¿qué pensarían de mí? No tenía pensado ir, era un error todo aquello, confiar en él… Se acostó con Casandra, m*****a sea. Dejé de pensar en tonterías, y miré hacia Camila, que contaba su perfecta conversación con Manuel, mientras yo sacaba el teléfono del bolsillo, y marcaba su número, más que dispuesta a contarle que no iba a ir. Esperé un tono, dos, tres, cuatro… justo iba a colgar, cuando alguien respondió al otro lado, pero no era él. - ¿Sí? – tragué saliva, sin saber qué decir, durante un momento, escuchando el jaleo que había por allí. - ¿Está Darío? – pregunté, haciendo sonreír, mientras miraba a su amigo, que estaba metido en la piscina, bromeando con Casandra.
Terminamos apagando la música, cerca de las cinco de la mañana, hablando de tonterías en su terraza, sobre una zona de sofás, escuchando a nuestros amigos, con las manos entrelazadas. Él me hacía sentir bien. Estaba cansada, así que … terminé quedándome dormida, sin apenas darme cuenta sobre él. Me arropó entre sus brazos, cubriéndome con su chaqueta, pues en las noches refrescaba. Paula nos observaba, sin dar crédito, de reojo, siguiendo aquella conversación sobre los frutos secos que podían causarte gases. Volvió la vista para observarnos, dándose cuenta de que él también se había quedado dormido, apoyando sobre mí. . . La luz que se colaba por la ventana me despertó. Abrí los ojos, ni siquiera sabía dónde estaba, y sentía un leve cosquilleo constante en la mejilla.