Cuando finalmente llegué a mi departamento, estaba completamente exhausta.La visita a Teresa había sido muy desgastante a nivel mental y emocional, incluso si la mayor parte había sido una farsa elaborada. Cada palabra que había dicho, cada gesto que había hecho, había sido calculado, pero eso no quitaba que llevar el peso de mantenerme firme frente a ella fuera agotador.Cerré la puerta detrás de mí, dejando escapar un suspiro pesado mientras me quitaba los zapatos. El lugar estaba en silencio, salvo por el leve zumbido del refrigerador. Revisé mi teléfono al notar un mensaje de Arzhel.«Estaré con Cristopher un poco más de tiempo. Llegaré tarde. Descansa, princesa».—¿Ahora me querrá cambiar por Cristopher? —pregunté para mí misma y dejé el teléfono sobre la mesa.Necesitaba un baño caliente más que nada en ese momento. Dejé caer mi bolso en el sofá y me dirigí al baño, dejando que el agua tibia relajara los músculos tensos de mi espalda. Mientras el vapor llenaba el pequeño espaci
Arzhel salió de la habitación y yo me acomodé en la cama, suspirando con una mezcla de alivio y cansancio. Sabía que iba a asegurarse de que Ciprian realmente se hubiera marchado, y aunque estaba segura de que el mafioso no volvería esa noche, me resultaba entretenido imaginar lo que Arzhel le diría si lo atrapaba cerca de mi puerta.Unos minutos después, Arzhel regresó. Cerró la puerta del cuarto detrás de él con un movimiento firme y para nada ruidoso, sus ojos chispeaban con una mezcla de diversión y exasperación. Se cruzó de brazos mientras se apoyaba en el marco de la puerta.—Ciprian se fue. —Anunció, con un tono deliberadamente serio que contrastaba con la sonrisa que luchaba por asomar en sus labios—. Pero te juro, princesa, si vuelve a aparecer en tu cama…—¿Qué harás? —Levanté una ceja mientras me acomodaba en las almohadas.—Le daré una paliza que no olvidará. —Respondió, aunque sus labios temblaban ligeramente, traicionando la risa que estaba conteniendo.—Claro que sí. —M
—¿Qué pasa? —pregunté, fingiendo curiosidad mientras me giraba hacia él.—Todo esto me recuerda a mi primera esposa. —Comenzó, su tono bajó ligeramente mientras buscaba mis ojos con los suyos—. Aideen. Ella solía organizar cosas así, pequeñas tardes en casa, con comida sencilla y películas.Mi corazón dio un vuelco al escuchar mi verdadero nombre en sus labios, pero me aseguré de no mostrar ninguna reacción. Era cierto, él sabía que ella era yo, por lo que, usaría todos los medios para ser el hombre que ella siempre quiso. Se equivocaba en el hecho de que yo ya no era la misma.—¿En serio? —Indagué con suavidad, como si la mención de su esposa no me afectara.—Sí. —Asintió, su mirada se perdió en algún punto del espacio—. A veces, cuando estoy contigo, siento que estoy con ella de nuevo. No sé si es tu forma de hablar, tu sonrisa o algo más, pero hay algo en ti que me la recuerda.Quería gritarle que esa era precisamente la razón, que yo era Aideen, pero sabía que debía mantener mi fa
—¿De verdad me hicieron venir por esto? —resoplé, colocando las manos en mi cintura.No podía creer que ellos se atrevieran a hacerme sufrir un preinfarto solo para obtener un poco de diversión para sí, es que, ni a eso llegaban. Sus miradas estaban absortas en la pantalla de la televisión. ¿De verdad estaban tan ocupados en la telenovela?Ciprian era una mala influencia para todos, había que admitirlo, pero, ¿mi padre? ¿De verdad lo estaba obsesionando a él?—Baja la voz —musitó Ciprian sin apartar la vista de la pantalla—. Es el clímax del episodio.Mi ceja se arqueó automáticamente. ¿Ahora de qué rayos estaba hablando? —¿El qué? —cuestioné demostrando mi confusión; sin embargo, el descarado me ignoró. ¿Y se hacía llamar mi hermano?—Shhh —fue la única respuesta que recibí de mi propio padre, que ahora se inclinaba hacia delante, claramente absorto en la telenovela. Como si eso fuera lo más importante del mundo y se le olvidara que era un hombre de negocios que debía centrarse pre
La noche había caído cuando finalmente dejamos la mansión Beauregard y nos dirigimos de regreso a mi departamento. La ciudad pasaba de largo con su maraña de luces y sombras, reflejándose en el parabrisas del auto. A pesar del cansancio que sentía, no iba a dejar pasar la oportunidad de molestar un poco más a Arzhel.Me acomodé en el asiento del copiloto, girando levemente el rostro para observar su perfil mientras conducía. Su mandíbula estaba tensa, su expresión serena, pero había una rigidez en sus movimientos que delataba algo más.—Entonces, ¿nada que decir? —insistí con una sonrisa traviesa, crucé las piernas con tranquilidad, como si no estuviera intentando sacarle una confesión.Él mantuvo la vista fija en la carretera, su agarre en el volante tan firme como su compostura. Pero logré ver un atisbo de sonrisa en sus labios, parecía que se estaba forzando a mantener la apariencia de un hombre impasible.—No veo la necesidad de hacerlo, princesa.—Ah, claro. Porque no fue un plan
Las luces de la ciudad brillaban a través de las cortinas entreabiertas de mi departamento, proyectando sombras alargadas en las paredes. La noche se sentía más tranquila de lo normal, como si el mundo estuviera en pausa, alerta. Me encontraba sentada en el sofá con las piernas dobladas bajo mí, sosteniendo una taza de té caliente entre las manos mientras miraba hacia la ventana.El silencio era inusual. No porque no me hubiera acostumbrado a la calma, sino porque por primera vez en mucho tiempo, no sentía la presencia de un enemigo acechando en cada esquina.Teresa ya no representaba una amenaza.Ese pensamiento seguía acomodándose en mi mente como un huésped no deseado. No importaba cuántas veces lo repitiera, todavía me costaba asimilarlo. Teresa, la mujer que había manipulado mi vida, que había intentado destruir a mi padre, que me había arrebatado años de mi existencia, estaba acabada.Encerrada.Derrotada.La imagen de su rostro cuando la vi por última vez en la prisión seguía g
Me quedé mirándolo fijamente, atrapada en el azul profundo de sus ojos, esos que siempre parecían leer cada pensamiento mío antes de que pudiera expresarlo en palabras. Su mirada penetrante me atravesaba como si pudiera ver más allá de las capas de mi ser, descubriéndome por completo.La calidez de su presencia me envolvía, como un refugio seguro al que podía rendirme sin miedo, sin reservas. Pero sabía, muy en el fondo, que este momento de calma no duraría para siempre. Algo siempre nos separaba, algo siempre nos alejaba.—Tienes razón. —Murmuré, mis dedos trazando la tela de su camisa, sintiendo el calor bajo mis yemas, el latido de su corazón, como si él mismo fuera una extensión de mí. Como si esa proximidad, por pequeña que fuera, me diera fuerzas para continuar.No podía dejar de pensar en lo que me esperaba, en la huida que ya había decidido.—Podremos seguir con nuestra vida… cuando ninguno de los dos esté. —sentencié con mi voz saliendo más baja de lo que pretendía, cargada c
El comienzo de la mañana fue tenso, como una cuerda a punto de romperse. La reunión en la villa Lancaster se desarrollaba con una calma aparente, pero bajo la superficie, todos sabíamos que algo estaba a punto de estallar.Ciprian, con su expresión de siempre, indiferente y calculadora, escuchaba cada palabra del plan sin decir mucho.Arzhel, en cambio, permanecía con los brazos cruzados y el ceño fruncido, como si cada palabra que saliera de nuestras bocas le hiciera más difícil respirar. A pesar de su usual calma, conocía cada uno de los gestos de Arzhel. Y este en particular significaba solo una cosa: no estaba completamente de acuerdo.—Si vas a hacerlo, que sea rápido. —Finalmente, Ciprian rompió el silencio, su tono era bajo, firme, mientras se apoyaba contra la mesa, sus brazos estaban extendidos como si tratara de demarcar el espacio en la habitación. Su mirada estaba fija en mí, evaluando cada palabra que salía de mi boca—. Entre más tiempo pases con ese tipo, más posibilidad