Vania se arrodilló frente a Hunter y lo miró a los ojos. Ni siquiera lo había tocado cuando él ya estaba respirando con dificultad, lo que hizo reír a Sander. Ella se acercó despacio y acarició sus muslos velludos y le indicó que dejara parte de su trasero fuera de la tumbona. Se acomodó entre sus piernas abiertas antes de deslizar su lengua desde su ombligo hasta la raíz de su pene, rodeando la base y él jadeó como si lo hubiese hecho daño. —¿Qué es lo que no te gusta? —preguntó con esa voz pastosa que usaba para seducir a los hombres. —Has conmigo lo que te apetezca. —Esta vez su acento inglés cobró fuerza en su lengua y ella sonrió satisfecha el verlo expectante a su próximo movimiento. —¿Te gusta que te muerdan? —preguntó mientras le daba besitos en el interior de ambos muslos, provocando que su pene palpitara como si estuviese implorando por un poco de atención. Él asintió y sonrió emocionado haciendo que Vania riera. El sonido de Adara atragantándose de nuevo, la obligó a
Alexander movía su mano derecha sin descanso sobre la superficie de su Tek RMD. Iba y venía por toda la habitación, sin perder de vista la pantalla en la que su hermana y la mujer que creyó nunca volver a ver hablaban sin cesar.Sabía bien que todos estaban nerviosos y que él no ayudaba para que el ambiente mejorara, pero no tenía idea de cómo hacerlo. Se había sentido en tensión durante horas y la discusión que acababa de sostener con su padre y su hermano no se lo ponían más fácil.—¿De verdad te sientes mejor? —preguntó Casandra, que no terminaba de decidir si acercarse a Vania era del todo seguro.—Solo tengo un poco de náuseas y leves punzadas en la cabeza.—El médico dijo que es normal. Vania… Alexander miró con irritación los documentos que su hermana menor agitaba sobre su regazo y reorganizaba sin cesar, porque no estaba de acuerdo en hacerlo de esa manera. Sin embargo, Casandra era tan testaruda e irreverente que se coló en la habitación a pesar de sus advertencias y, era e
Vania acarició a Abigaíl con una inmensa ternura y sus ojos se suavizaron a tal punto que Alexander se impresionó. —Tienes el cabello tan largo. —El tuyo se ve lindo, mami. —La niña sorbía por la nariz sin poder contener el llanto. —Ya no llores, mi tesoro. Vania tampoco era capaz de dejar de hacerlo y le dedicó una sonrisa melancólica a él, como si le estuviese pidiendo ayuda. Él se acercó a la cama y posicionó su aparato para sentarse sobre el colchón, a su lado, y Vania lo miró con admiración. Rio bajito por ello, pero contuvo el aliento cuando ella se acercó y le rodeó el cuello con ternura junto a su hija. —Gracias, Alexander. —Te extrañé —confesó abrazándola con propiedad y sintiéndola tan cerca como tanto anheló. Su movilidad había mejorado mucho y aunque no le era posible realizar varias actividades, podía decir con certeza que ahora iba por la vida con una independencia superior a la que tenía la noche que ella desapareció—. Te extrañamos —corrigió al sentir una caric
Alexander estaba furioso, dolido, porque ella no tenía idea de la forma obsesiva en que había imaginado ese momento. Aunque dicho sea de paso, jamás consideró una respuesta como esa, porque después de todo ella había accedido volver, ¿no era así?Trató de controlar su temperamento y decidió escuchar para ver que suelo estaba pisando en realidad, así que preguntó con cautela:—¿Qué quieres decir?—Sander, Hunter y yo… —¿Hunter y tú? —repitió en forma de interrogante como un imbécil, pero no pudo disipar la furia en su voz—. ¡¿Acaso quieres irte con él?! —Articuló al final, sus propias palabras era como veneno mientras salían de sus labios.—¡No! —chilló abriendo los ojos de más.—¿No? Entonces, ¡¿qué demonios quieres decir al nombrarlo así y ahora?! —gritó.Su confusión no se acercaba en lo más mínimo a sus celos, pero ambos eran enormes e imposibles de dominar.—¿Mami? —Abi apareció frente a ellos con los ojos brillantes y él se sintió un monstruo por haber gritado y asustarla.Su hi
El rasgueo de una guitarra cercana le provocó una sonrisa, pero, aun así, se negó a abrir los ojos. El aroma a cerezas del cabello de Abi, junto a la mezcla maderada de la loción de Alexander en la almohada que ocupaba, era todo lo que necesitaba para sentirse bendecida. Dedos pequeños sobre su rostro y una risita inconfundible hicieron que se quejara, pero su hija parecía demasiado entretenida,Lo hizo de nuevo, esta vez abriendo sus párpados sin miramientos, logrando que se quejara por el maltrato y que la buscara con las manos para hacerle cosquillas.La niña gritó, riendo con nerviosismo y ella hizo lo mismo, sin dejar de mover las manos en su búsqueda, aunque no la encontraba y tampoco quería mirar.Había dormido mucho, pero se sentía mejor con los ojos cerrados y la suavidad de la cama la abrazaba con deleite.—Abi, deja dormir a tu mamá. —La voz de Casandra la hizo abrir los ojos deprisa, confundida por escucharla dentro de su habitación cuando creyó estar a solas con su peque
La doctora estaba con la espalda apoyada con comodidad en el pecho de Hunter, mientras este tomaba una cerveza y la miraba acercarse con interés. —¿Te sientes bien? —preguntó Casandra llamando su atención—. Te pusiste helada de pronto. Le mostró la mano que seguía sosteniendo entre las suyas y ella la retiró con demasiada brusquedad. —Es el viento —respondió, sintiéndose estúpida por su pésima excusa y por ser tan evidente. —No le hagas una escena a Alex o te lo haré pagar —dijo la castaña frente a su rostro y sin perder la sonrisa—. Está feliz con tu regreso y Hunter le aseguró que solo lo hizo contigo como parte de la misión para rescatarte. —Así fue. Su tono fue robótico, pero Casandra no se alejó de su rostro y se echó a reír, como si lo que dijo hubiese sido lo más divertido que había escuchado en toda la noche. —Te lo repito, Vania. Sé lo que Hunter es capaz de hacer en la cama. —Ni siquiera fue necesario llegar a ella —respondió, avanzando y moviéndose fuera de su alcanc
Vania no sabía qué responder a eso. Era un insulto, maquillado como algo natural y no pudo sentirse menos que asqueada.—¿Acaso eres su mensajero? —preguntó con acidez y un poco de decepción.—Soy su hermano y haría cualquier cosa por él. Incluso algo como esto. No me respondas ahora, puedes pensarlo esta noche y sabremos tu decisión por la mañana. Ven, vamos a divertirnos con los demás. —No tengo nada que pensar, Javier. —Se lo debes —le dijo cerca del oído, mientras le rodeaba los hombros con un brazo—. Él comprende sus limitaciones y a lo que te estás comprometiendo al quedarse a su lado. No quiere que te sientas obligada por la niña y su bienestar. Como hombre lo entiendo. No es nada sencillo.—Es más sencillo de lo que creen todos —dijo con una sonrisa triste.Eran tan estúpidos si suponían que una mujer valoraba más un par de piernas ágiles que el respeto y la consideración, que el sacrificio y el amor, algo que ella había descubierto en sus ojos cuando la miraba.Las noches e
Vania corría detrás de Abi por la arena, iban seguidas por el pequeño Alexander, Andrea con el bebé en sus brazos y Casandra tras todos ellos. Su hermana era la loba que debía cazarlos mientras gritaban presas de los nervios.Él ansiaba compartir su diversión, pero con cada segundo en la que se movía la manilla del reloj, acercándose a la hora en que debía ver a su mujer partir, en busca de una apasionante despedida, se le comprimía el pecho lleno de angustia y desesperación. —Guarda la calma, parece que vas a vomitar —dijo Javier en voz baja, entregándole un jugo de naranja frío.—Me encantaría verte en mi lugar —respondió sin mirarlo y tomando un sorbo del líquido.Agradeció con un gesto el que le hubiese agregado un poco de alcohol, porque sin él habría estado más nervioso.—Papá dice que mi mamá se llevó todas las joyas de la caja fuerte del banco.Alexander se dio cuenta de su error. Javier había estado del otro lado hacía unos años, pero en una versión más macabra y con el sald