El aire seguía cargado con una energía opresiva mientras las ruinas permanecían envueltas en un silencio antinatural. Las sombras de las criaturas derrotadas parecían haberse disuelto, pero los ecos de su presencia aún vibraban en las piedras. Apolo, Tarsus y Nerya estaban de pie en un círculo precario, recuperando el aliento después del enfrentamiento. La luz tenue del arco de Apolo era la única fuente de claridad en el entorno oscuro y amenazante.Tarsus, apoyando la espada sobre su hombro, rompió el silencio con una sonrisa cansada, aunque su tono estaba teñido de una tensión subyacente.—Bueno, eso fue… diferente, —dijo, mientras lanzaba una mirada a su alrededor—. Siempre pensé que los monstruos al final de las historias tenían más estilo.Apolo no respondió. Sus ojos dorados recorrían el entorno, escrutando cada sombra como si esperara que algo más emergiera de ellas. Había algo en el aire que lo inquietaba, una vibración que no podía ignorar.—No hemos terminado, —dijo finalmen
El templo parecía respirar, emitiendo un murmullo sutil que resonaba en las profundidades de sus paredes cubiertas de inscripciones antiguas. Afrodita y Ethan se detuvieron por un momento frente a las puertas colosales que se habían cerrado tras ellos, aislándolos del mundo exterior. La luz dorada que emanaba de las inscripciones apenas iluminaba el camino por delante, proyectando sombras alargadas que parecían moverse por voluntad propia.—¿Sientes eso? —preguntó Afrodita, su voz apenas un susurro.Ethan asintió, con los ojos fijos en el camino.—Es como si este lugar estuviera… vivo, —respondió, su tono cargado de una mezcla de asombro y precaución.Afrodita no respondió. Su mirada se endureció mientras avanzaban, conscientes de que cada paso los llevaba más cerca de sus pruebas.En el exterior, el ambiente era completamente diferente. El aire estaba cargado de tensión, como si el templo mismo contuviera un poder que afectaba incluso a quienes no estaban dentro. Tarek, Lyros y Cora
El inframundo era una sinfonía de oscuridad y susurros, un lugar donde los vivos no tenían cabida y las almas condenadas se movían como corrientes invisibles entre los rincones del reino. Hades caminaba por el corredor principal de su palacio, sus pasos resonando como ecos graves en la vasta soledad que lo rodeaba.El aire era denso, cargado de una energía que solo los inmortales podían soportar. Las llamas azules que iluminaban las paredes parecían titilar al ritmo de sus pensamientos, y su mirada, oscura e impenetrable, reflejaba una melancolía que llevaba siglos escondida tras una máscara de orgullo.Sus dedos, largos y firmes, rozaron el contorno de su trono de obsidiana al pasar junto a él, pero no se detuvo. No era el momento de sentarse en un símbolo vacío de poder. En su lugar, sus pasos lo guiaron hacia un destino más importante: una cámara oculta, protegida desde los tiempos en que los primordiales gobernaban la existencia.—El equilibrio siempre exige sacrificios, —murmuró,
El aire dentro del templo era tan denso que parecía casi tangible, envolviendo a Afrodita y Ethan en una atmósfera cargada de expectación y energía primordial. La luz dorada de las inscripciones se reflejaba en sus rostros, mientras avanzaban hacia la sala central. Cada paso que daban resonaba con un eco profundo, como si el templo estuviera amplificando su presencia, evaluando cada uno de sus movimientos.—¿Crees que esto es una prueba? —preguntó Ethan, rompiendo el silencio que los había acompañado desde que cruzaron la entrada.Afrodita lo miró de reojo, su expresión seria.—Todo aquí es una prueba, Ethan. Este lugar no fue diseñado para darnos respuestas fáciles.Ethan asintió, aunque su mente estaba ocupada por las innumerables preguntas que bullían dentro de él. Había algo en este lugar que lo hacía sentir expuesto, como si cada secreto que guardaba estuviera siendo desenterrado poco a poco.La puerta circular que llevaba a la sala central se abrió con un movimiento lento, revel
La noche se cerraba sobre ellos como un manto opresivo, y las estrellas, normalmente una guía tranquilizadora, parecían ausentes en el cielo. Los mestizos avanzaban con cautela, sus sentidos agudizados por el silencio inquietante que los rodeaba.Tarek, con su martillo descansando sobre un hombro, lideraba al grupo. Cada paso era pesado, no solo por la carga de proteger el fragmento que habían recuperado, sino también por la incertidumbre que pesaba sobre todos ellos.—Manténganse alertas, —dijo en voz baja, rompiendo el silencio solo lo suficiente para ser escuchado.Cora sostenía su esfera luminosa, que emitía un tenue resplandor dorado. Sus ojos no dejaban de escanear los alrededores, buscando señales de movimiento en la oscuridad. Lyros caminaba detrás, su arco tensado, preparado para disparar a la mínima señal de peligro.En el claro cercano, Lyra, Kieran y Dorian aparecieron entre las sombras, sus figuras recortándose contra el tenue brillo de la esfera de Cora.—Llegaron tarde,
El Olimpo brillaba con su eterno resplandor dorado, pero en su grandeza había un peso palpable, como si la gloria que una vez lo definía estuviera siendo reemplazada por una sombra inevitable. Las nubes que rodeaban el reino de los dioses se arremolinaban inquietas, y el aire vibraba con una energía tensa que hacía que incluso las columnas inmortales parecieran vulnerables.En el salón principal, Zeus permanecía inmóvil frente al Orbe, sus ojos fijos en el artefacto que giraba lentamente sobre un pedestal tallado en mármol. La luz dorada que emanaba de él iluminaba su rostro, resaltando cada línea de preocupación en su semblante. No era el Zeus imponente y seguro de sí mismo que los dioses menores conocían; este era un líder enfrentado a una decisión que podría destruir todo lo que había construido.—El equilibrio está colapsando, —murmuró para sí mismo, aunque el eco de sus palabras llenó el salón vacío—. Y nosotros estamos perdiendo el control.Las enormes puertas del salón se abrie
El eco de sus pasos llenaba el corredor mientras Afrodita y Ethan avanzaban en silencio, dejando atrás la sala de los murales. Aunque caminaban juntos, el peso de las revelaciones parecía haberlos separado. Afrodita observaba la figura de Ethan unos pasos adelante, su postura tensa y la cabeza ligeramente inclinada hacia abajo, como si llevara el peso del mundo sobre sus hombros.Ella, sin embargo, sentía que el peso era compartido. Cada paso parecía más difícil que el anterior, no porque el suelo fuera irregular, sino porque su mente estaba atrapada en un torbellino de pensamientos. La visión de Ethan sosteniendo el Orbe, sacrificándose para salvar el universo, estaba grabada en su mente como una herida abierta.El templo, antes un lugar de misterio y reverencia, ahora se sentía opresivo, como si sus paredes estuvieran conspirando para recordarle lo inevitable. Afrodita no podía soportar esa idea.Finalmente, llegaron a una sala más pequeña dentro del templo. Sus paredes estaban deco
La noche era un presagio de caos. El aire estaba cargado de una energía opresiva, un eco silencioso del peligro que acechaba. Los mestizos restantes, Lyros, Cora, Lyra, Kieran y Dorian, estaban reunidos en un claro rodeado de ruinas antiguas, sus sombras proyectadas por la luz temblorosa del fuego que ardía entre ellos.El grupo intentaba recuperarse, tanto física como emocionalmente, tras la pérdida de Tarek. Sin embargo, cada uno lidiaba con la pérdida de manera diferente. Lyros estaba inquieto, afilando las flechas de su carcaj con movimientos rápidos y tensos. Cora, con la esfera luminosa descansando en sus manos, parecía ausente, perdida en sus propios pensamientos. Lyra, por su parte, observaba a Kieran, cuyas heridas seguían visibles bajo los vendajes apresurados que había improvisado.Dorian rompió el pesado silencio, su tono lleno de frustración.—Esto no puede seguir así, —dijo, cruzando los brazos mientras observaba a los demás—. Tarek murió para que pudiéramos escapar, y a