La lluvia caía en finos hilos, mezclándose con la bruma y oscureciendo la vista en el claro. Ethan permanecía inmóvil, con la mirada fija en Kael. Su postura firme proyectaba una confianza renovada, como si las pruebas que había superado hubieran forjado algo nuevo en él.Afrodita y Poseidón no eran los únicos que lo observaban con cautela. Lyros, con su arco tenso y preparado, y Cora, con su cuerpo vibrando con la energía que apenas comenzaba a comprender, también estaban allí, listos para lo que fuera a suceder. Alrededor del grupo, los mestizos que habían decidido unirse a ellos formaban un círculo protector, aunque la tensión en sus rostros revelaba que no confiaban completamente en su capacidad para detener a Kael.Kael, siempre dispuesto a romper el silencio, dejó escapar una carcajada.—Así que trajiste a tu ejército de principiantes. ¿Planeas abrumarme con entusiasmo juvenil?Uno de los mestizos junto a Kael, un hombre alto con ojos oscuros y cicatrices que recorrían su rostro
La lluvia persistía, cada gota cayendo con una cadencia hipnótica, llenando el aire con un murmullo constante que parecía no tener fin. Era una sinfonía de melancolía, un recordatorio del peso que cargaban. Los cuerpos exhaustos del grupo avanzaban en silencio, apenas sosteniéndose mientras seguían a Poseidón, quien lideraba el camino hacia una cueva oculta entre las rocas erosionadas.Ethan caminaba al final, con el rostro inclinado bajo la capucha improvisada que había formado con su chaqueta. La lluvia le empapaba el cabello y le corría por el cuello, pero no reaccionó. Afrodita, que había estado observándolo desde que dejaron el claro, sentía su corazón pesado, como si la distancia entre ellos fuera más que física.La cueva no era más que una grieta en la roca desde afuera, pero al entrar, el espacio se expandía en un recinto natural que ofrecía un respiro momentáneo. El suelo estaba cubierto de grava y musgo, y una pequeña abertura en el techo dejaba que la luz de la tormenta se
El amanecer comenzaba a asomar tímidamente por el horizonte, pero su luz no traía consuelo. El cielo estaba cargado de nubes grises que prometían más tormentas, y el aire húmedo parecía sofocar cualquier intento de esperanza. El grupo avanzaba en silencio, guiado únicamente por las inscripciones grabadas en los restos del geoglifo que los había llevado hasta allí.Afrodita caminaba al frente junto a Poseidón, con Ethan siguiendo unos pasos detrás. Su mirada permanecía fija en el suelo, como si intentara descifrar algún patrón invisible entre las grietas y raíces que cruzaban su camino. Lyros y Cora cerraban la marcha, atentos a cualquier señal de peligro, mientras los mestizos restantes mantenían la formación.—Este lugar no me gusta, —murmuró Lyros, ajustando la cuerda de su arco. Sus ojos escaneaban el terreno con una intensidad que no pasó desapercibida.—No tiene por qué gustarte, —respondió Cora, con una leve sonrisa tensa. —Solo tiene que dejarnos llegar vivos al Templo.Ethan n
La marcha hacia el Templo de Nyx era silenciosa. Cada paso resonaba en la mente de los presentes como un recordatorio de las batallas recientes y las cicatrices que aún dolían. Afrodita observaba de reojo a Ethan, su postura rígida y su mirada fija en el horizonte. Aunque había demostrado una fuerza impresionante, seguía cargando un peso invisible que lo aislaba del resto.Kael no estaba con ellos, pero su sombra parecía seguirlos. Aunque había desaparecido tras la batalla, su ausencia no traía alivio; su figura persistía en las mentes del grupo como un eco inquietante.Cuando finalmente llegaron al claro, el Templo de Nyx se alzaba ante ellos como una sombra viviente. Sus columnas negras parecían pulsar con una energía oscura, y las puertas, grabadas con inscripciones que parecían cambiar ante sus ojos, comenzaron a abrirse lentamente.Un viento helado surgió del interior, trayendo consigo un susurro que parecía hablar directamente al alma de quienes lo escuchaban. Afrodita sintió un
El altar brillaba con una intensidad cegadora, llenando la sala con una luz que no disipaba las sombras, sino que las hacía más profundas, más vivas. Ethan retrocedió un paso, protegiéndose los ojos con el brazo. Afrodita permanecía cerca de él, su látigo de luz en la mano, lista para cualquier amenaza.—¿Qué está pasando? —preguntó Cora, su voz temblorosa mientras intentaba mantener la calma.Antes de que alguien pudiera responder, una onda de energía surgió del altar, haciendo que las inscripciones en las paredes cobraran vida. Las sombras comenzaron a desprenderse de los muros, moviéndose con propósito hacia el centro de la sala.Poseidón golpeó el suelo con su tridente, invocando una barrera de agua que rodeó al grupo.—¡Prepárense! Esto no se parece a nada que hayamos enfrentado.La luz del altar se desvaneció de repente, dejando la sala sumida en una oscuridad absoluta. Por un momento, el silencio fue total, hasta que una voz profunda y serena rompió la quietud.—Mortales. Hijos
El aire fuera del Templo de Nyx tenía una densidad diferente, como si el mundo exterior reconociera lo que habían enfrentado dentro de esas paredes. Ethan salió primero, sus pasos pesados y su mirada fija en el horizonte. No dijo una palabra mientras Afrodita lo seguía, su atención dividida entre el paisaje y la espalda rígida de Ethan.Poseidón, que lideraba al grupo, respiró profundamente, dejando que el viento fresco despejara la presión acumulada en su pecho. Pero incluso el aire libre parecía cargado de una tensión que ninguno de ellos podía ignorar.Cora, con las manos aún temblorosas, miraba a su alrededor con una mezcla de alivio y ansiedad. Las palabras de Nyx seguían resonando en su mente.—No todos sobrevivirán, —murmuró para sí misma, sin darse cuenta de que Lyros, caminando a su lado, la había escuchado.—Nadie quiere pensar en eso, —dijo Lyros en voz baja, sin mirarla. —Pero es mejor no ignorarlo.Cora lo miró con sorpresa, pero antes de que pudiera responder, Poseidón h
La marcha a través del terreno montañoso se volvió más ardua con cada paso. El aire era frío y denso, cargado de un silencio que parecía envolver al grupo. Incluso Poseidón, que solía liderar con confianza, estaba más callado de lo habitual, su mirada fija en el horizonte.—¿Creen que esto nos llevará a algo más que otra trampa? —preguntó Lyros, rompiendo el silencio. Su voz tenía un tono de sarcasmo que no logró ocultar del todo su inquietud.Ethan, que caminaba detrás de él, alzó la vista del mapa que sostenía. —No tenemos opción. Si queremos adelantarnos a Kael, debemos seguir cada pista.Afrodita, caminando al lado de Ethan, observó su expresión. Aunque su voz sonaba firme, ella podía ver el peso que cargaba. —Ethan, —dijo en voz baja, tocando ligeramente su brazo. —No tienes que cargar con todo esto solo.Ethan apartó la mirada, sus ojos reflejando una mezcla de cansancio y gratitud. —No se trata de cargarlo solo. Se trata de asegurarnos de que nadie más caiga.Afrodita quiso
Kael se vio en un claro rodeado de árboles, más joven, con una expresión menos endurecida por el tiempo. Frente a él estaba Eryna, una mestiza de cabello oscuro y mirada decidida. Era alguien a quien había amado profundamente, pero cuyas palabras ahora resonaban con acusaciones que perforaban su alma.—Nos traicionaste, Kael, —dijo ella, su voz llena de dolor. —Nos vendiste por tus ambiciones.Kael apretó los puños, incapaz de mirarla directamente. —No tuve elección.Eryna dio un paso hacia él, sus ojos brillando con lágrimas que no derramó. —Siempre hay una elección. Pero elegiste el poder sobre nosotros. Elegiste a Hades sobre mí.La escena cambió abruptamente, y Kael se encontró de pie frente a un templo en ruinas. Eryna estaba encadenada, con figuras oscuras rodeándola. Kael extendió una mano hacia ella, pero antes de que pudiera alcanzarla, una de las figuras se giró, revelando el rostro de Kael mismo, con una expresión de fría indiferencia.—El poder siempre tiene un precio, —