El cielo se teñía de un gris oscuro que avanzaba con una rapidez antinatural, como si la tormenta hubiera sido convocada por algo más que la naturaleza. Los truenos resonaban en la distancia, su eco rebotando entre las montañas y llenando el aire con un aura de inminente peligro. Cada paso hacia el Fragmento hacía que el ambiente se volviera más opresivo, cargado de una energía que no pertenecía a este mundo.Kael permanecía en el centro de su campamento, su figura destacando contra la penumbra que comenzaba a envolver el lugar. Sus ojos brillaban con un fuego interno mientras observaba el Fragmento, cuya luz oscilaba con un ritmo casi hipnótico. A su alrededor, los mestizos se preparaban, ajustando sus armas y murmurando entre ellos, pero ninguno osaba interrumpir el silencio deliberado de su líder.—Este lugar... —murmuró Nerya, sus ojos recorriendo las sombras que parecían moverse de forma independiente. Había algo en el aire que hacía que cada respiración fuera más pesada, cada mo
Ethan sostuvo la mirada de Kael, firme y desafiante, mientras el sonido del trueno llenaba el aire. Las gotas de lluvia comenzaban a caer, trazando senderos en su rostro. Algo dentro de él, algo que Kael no podía entender, estaba cambiando.Cuando sus ojos se desviaron momentáneamente hacia el Fragmento, una conexión invisible lo envolvió, llevándolo a un instante de claridad. Ese vínculo no era solo con el Fragmento, sino con las memorias que lo habían llevado hasta este momento. En un destello, recordó el dolor, las pruebas, y la lucha interna que lo había transformado."No soy el mismo que dejaste atrás."La frase resonó en su mente, no solo como un desafío a Kael, sino como una afirmación de lo que había enfrentado. Mientras la tormenta se intensificaba a su alrededor, Ethan permitió que su mente viajara al pasado, al punto donde su travesía había comenzado a esculpir al hombre que era ahora.El eco de sus pasos resonaba sobre el terreno irregular mientras Ethan avanzaba solo por
Ethan avanzaba con dificultad, hundiendo sus botas en la arena del vasto desierto de Nazca. El viento barría la superficie, levantando nubes de polvo que se arremolinaban a su alrededor. Su cuerpo, agotado por las pruebas anteriores, temblaba bajo el peso del cansancio, pero algo en su interior lo empujaba a seguir. Su mente, por más que intentara concentrarse, era un torbellino de recuerdos recientes: los enfrentamientos, las decisiones que lo habían llevado hasta aquí, y sobre todo, los rostros de aquellos que había perdido.El sol del mediodía ardía con una intensidad abrasadora, pero a pesar del calor, un escalofrío recorría su columna. Había algo diferente en este lugar. El aire parecía cargado de energía, una fuerza invisible que vibraba con un propósito antiguo, como si las líneas del desierto estuvieran vivas bajo sus pies.De repente, la figura del Orbe apareció ante él, su luz etérea perforando la neblina de polvo. Esta vez, era más tangible, más real, como si la energía del
El desierto de Nazca parecía un océano inmóvil, con su vastedad ondulante atrapada en un tiempo suspendido. Los rayos del sol crepuscular pintaban la arena con tonos que oscilaban entre el oro y el rojo, como si el mismo cielo ardiera en sacrificio. Ethan estaba en el centro de ese espectáculo, una figura solitaria frente a una inmensidad que lo sobrepasaba en todos los sentidos.Las líneas del geoglifo recién formado aún brillaban débilmente, pulsando como un corazón herido. Ethan, debilitado por las pruebas anteriores, sintió cómo una vez más la energía del lugar se enredaba en su interior. Su respiración era irregular, sus piernas temblaban bajo el peso de la expectativa. No era sólo físico; el desierto parecía estar drenando algo más profundo, como si arrancara fragmentos de su esencia.—Otra prueba más… —murmuró, su voz apenas audible entre los vientos que susurraban en lenguas antiguas. Pero en el fondo de su mente, sabía que esta no sería como las anteriores.El aire cambió, vol
La lluvia caía en finos hilos, mezclándose con la bruma y oscureciendo la vista en el claro. Ethan permanecía inmóvil, con la mirada fija en Kael. Su postura firme proyectaba una confianza renovada, como si las pruebas que había superado hubieran forjado algo nuevo en él.Afrodita y Poseidón no eran los únicos que lo observaban con cautela. Lyros, con su arco tenso y preparado, y Cora, con su cuerpo vibrando con la energía que apenas comenzaba a comprender, también estaban allí, listos para lo que fuera a suceder. Alrededor del grupo, los mestizos que habían decidido unirse a ellos formaban un círculo protector, aunque la tensión en sus rostros revelaba que no confiaban completamente en su capacidad para detener a Kael.Kael, siempre dispuesto a romper el silencio, dejó escapar una carcajada.—Así que trajiste a tu ejército de principiantes. ¿Planeas abrumarme con entusiasmo juvenil?Uno de los mestizos junto a Kael, un hombre alto con ojos oscuros y cicatrices que recorrían su rostro
La lluvia persistía, cada gota cayendo con una cadencia hipnótica, llenando el aire con un murmullo constante que parecía no tener fin. Era una sinfonía de melancolía, un recordatorio del peso que cargaban. Los cuerpos exhaustos del grupo avanzaban en silencio, apenas sosteniéndose mientras seguían a Poseidón, quien lideraba el camino hacia una cueva oculta entre las rocas erosionadas.Ethan caminaba al final, con el rostro inclinado bajo la capucha improvisada que había formado con su chaqueta. La lluvia le empapaba el cabello y le corría por el cuello, pero no reaccionó. Afrodita, que había estado observándolo desde que dejaron el claro, sentía su corazón pesado, como si la distancia entre ellos fuera más que física.La cueva no era más que una grieta en la roca desde afuera, pero al entrar, el espacio se expandía en un recinto natural que ofrecía un respiro momentáneo. El suelo estaba cubierto de grava y musgo, y una pequeña abertura en el techo dejaba que la luz de la tormenta se
El amanecer comenzaba a asomar tímidamente por el horizonte, pero su luz no traía consuelo. El cielo estaba cargado de nubes grises que prometían más tormentas, y el aire húmedo parecía sofocar cualquier intento de esperanza. El grupo avanzaba en silencio, guiado únicamente por las inscripciones grabadas en los restos del geoglifo que los había llevado hasta allí.Afrodita caminaba al frente junto a Poseidón, con Ethan siguiendo unos pasos detrás. Su mirada permanecía fija en el suelo, como si intentara descifrar algún patrón invisible entre las grietas y raíces que cruzaban su camino. Lyros y Cora cerraban la marcha, atentos a cualquier señal de peligro, mientras los mestizos restantes mantenían la formación.—Este lugar no me gusta, —murmuró Lyros, ajustando la cuerda de su arco. Sus ojos escaneaban el terreno con una intensidad que no pasó desapercibida.—No tiene por qué gustarte, —respondió Cora, con una leve sonrisa tensa. —Solo tiene que dejarnos llegar vivos al Templo.Ethan n
La marcha hacia el Templo de Nyx era silenciosa. Cada paso resonaba en la mente de los presentes como un recordatorio de las batallas recientes y las cicatrices que aún dolían. Afrodita observaba de reojo a Ethan, su postura rígida y su mirada fija en el horizonte. Aunque había demostrado una fuerza impresionante, seguía cargando un peso invisible que lo aislaba del resto.Kael no estaba con ellos, pero su sombra parecía seguirlos. Aunque había desaparecido tras la batalla, su ausencia no traía alivio; su figura persistía en las mentes del grupo como un eco inquietante.Cuando finalmente llegaron al claro, el Templo de Nyx se alzaba ante ellos como una sombra viviente. Sus columnas negras parecían pulsar con una energía oscura, y las puertas, grabadas con inscripciones que parecían cambiar ante sus ojos, comenzaron a abrirse lentamente.Un viento helado surgió del interior, trayendo consigo un susurro que parecía hablar directamente al alma de quienes lo escuchaban. Afrodita sintió un