El descenso hacia el corazón del Olimpo estaba envuelto en un silencio reverente, roto solo por el eco de sus pasos contra las paredes talladas. Los frescos que decoraban los muros eran un testimonio de las glorias y tragedias de los dioses. Representaban batallas cósmicas, pactos antiguos y momentos de sacrificio que habían moldeado el destino del mundo. Las figuras parecían cobrar vida bajo la luz dorada del Orbe que Ethan sostenía, proyectando sombras que danzaban como si el pasado aún estuviera presente en aquel lugar sagrado.Afrodita caminaba cerca de Ethan, sintiendo el calor constante del Orbe que irradiaba una energía inexplicable. Cada vez que sus ojos se encontraban con los de él, algo dentro de ella se agitaba. No era incomodidad, pero tampoco una simple conexión funcional. ¿Por qué le importaba tanto que él estuviera bien? ¿Era solo el vínculo creado por el Orbe, o había algo más creciendo silenciosamente entre ellos?Ethan trataba de mantenerse enfocado en el camino, per
El portal chisporroteaba con energía pura, llenando el aire con un zumbido que vibraba en sus huesos. Ethan se quedó inmóvil por un instante, mirando el vórtice dorado que se retorcía ante él. Sus pensamientos lo llevaron de vuelta a aquella noche en Machu Picchu, cuando el Orbe lo eligió. Ese lugar había sido el inicio de todo, el punto donde su vida cambió irrevocablemente. Ahora, el portal lo estaba devolviendo, pero con un propósito mucho mayor.Afrodita se acercó un poco más, notando el cambio en su expresión. Aunque él no decía nada, sus ojos reflejaban una mezcla de reverencia y peso emocional que no había visto antes.—¿Estás bien? —preguntó ella, con un tono más suave de lo habitual.Ethan asintió, pero sus palabras fueron casi un susurro. —Es… extraño volver. Este lugar ya me cambió una vez. Siento que va a hacerlo de nuevo.Afrodita arqueó una ceja, intrigada por la vulnerabilidad en su voz. ¿Qué había vivido Ethan en Machu Picchu que lo había marcado tanto? Pero no quiso pr
El brillo del Orbe llenaba el espacio etéreo, pulsando con un ritmo que resonaba en sus corazones. Afrodita y Ethan permanecieron en silencio, observando cómo las constelaciones reflejadas en el suelo comenzaban a moverse, creando patrones que parecían entrelazarse en una danza infinita. Cada destello iluminaba fragmentos de sus pensamientos, dejándolos en un estado de expectación inquietante.Afrodita dio un paso hacia el Orbe, sus dedos rozaron la luz que emanaba de él. Una sensación cálida la envolvió, como un abrazo intangible. Pero detrás de esa calidez había algo más: una conexión que parecía trascender lo que podía comprender. Miró a Ethan, buscando respuestas en su expresión.—¿Qué está haciendo el Orbe? —preguntó en un susurro cargado de incertidumbre.Ethan negó con la cabeza, su mirada fija en la esfera. —No lo sé… pero siento que quiere mostrarnos algo.De repente, la luz del Orbe se intensificó, y el suelo bajo sus pies desapareció. Ambos sintieron como si fueran arrancado
El resplandor del Orbe los envolvió en una luz tan intensa que por un instante todo desapareció: las montañas, los guardianes, incluso el suelo bajo sus pies. Ethan y Afrodita flotaban en un vacío luminoso, donde el tiempo parecía haberse detenido.—¿Esto es otra visión? —preguntó Afrodita, su voz quebrando el silencio absoluto.Ethan observó a su alrededor, pero no había nada que pudiera responder a su pregunta. Sostuvo el Orbe con fuerza, sintiendo cómo su calor se intensificaba, casi como un latido acelerado. La energía del artefacto pulsaba en sus manos, como si estuviera esperando algo, una decisión, un momento de claridad.De repente, el espacio comenzó a llenarse de líneas brillantes que se entrecruzaban, formando patrones que giraban lentamente a su alrededor. Cada línea parecía una hebra de energía viva, vibrante y conectada a algo que no podían ver.Una voz profunda resonó en el vacío, distinta a la de los guardianes pero igualmente solemne."El equilibrio no se sostiene en
La luz del Orbe los envolvió una vez más mientras daban el siguiente paso, dejando atrás el círculo de piedra en Machu Picchu. Esta vez, el brillo no era cegador, sino más suave, como si los envolviera en un cálido abrazo. La sensación de movimiento era distinta, más fluida, como si flotaran en un río de energía que los transportaba hacia un destino invisible.Ethan mantuvo el Orbe entre sus manos, sintiendo su vibración rítmica, mientras Afrodita caminaba a su lado. Aunque sus pasos eran firmes, había una tensión en sus hombros que delataba su cautela. Aunque el silencio era absoluto, el aire estaba cargado de expectación. Ambos sabían que cada paso los acercaba a algo decisivo.De pronto, el entorno cambió. La luz se disipó, y ambos se encontraron en un lugar completamente diferente. El aire era frío, casi cortante, y un cielo gris se extendía sobre ellos, pesado y desprovisto de vida. Frente a ellos se alzaba un puente colgante hecho de cuerdas y madera, suspendido sobre un abismo
La transición fue distinta esta vez. En lugar del suave flujo de energía que los había llevado al puente, Ethan y Afrodita sintieron un tirón abrupto, como si la fuerza del Orbe los arrastrara hacia su próximo destino con una urgencia inusual. La luz dorada que los rodeaba parpadeaba como un latido apresurado, hasta que, de pronto, el silencio los envolvió.Cuando sus pies tocaron el suelo, se encontraron en un lugar que parecía respirar misterio. Estaban en un bosque denso, con árboles inmensos cuyas copas ocultaban el cielo. La luz que se filtraba entre las hojas formaba patrones hipnóticos en el suelo cubierto de musgo, y un leve zumbido llenaba el aire, como si el lugar estuviera vivo.Afrodita giró lentamente, examinando el entorno con los sentidos alerta. —No reconozco este lugar. ¿Tú sí?Ethan negó con la cabeza, pero una sensación extraña lo invadió. No era un lugar que hubiera visitado antes, pero algo en la atmósfera lo hacía sentir como si perteneciera allí, como si este bo
La luz del Orbe los envolvió con un calor reconfortante mientras sentían cómo sus cuerpos eran transportados a un nuevo destino. A diferencia de las transiciones anteriores, esta vez no hubo sensación de tirón ni vacío; todo era suave, como si el Orbe los estuviera preparando para lo que vendría.Cuando la luz se desvaneció, Ethan y Afrodita se encontraron de pie sobre una llanura inmensa cubierta de hierba alta que ondulaba como un mar verde bajo un cielo crepuscular. El aire era fresco, con un aroma que combinaba lo terrenal con algo más etéreo, una fragancia que evocaba tanto vida como antigüedad.En el horizonte, una estructura imponente se alzaba: Stonehenge, sus piedras gigantes proyectaban sombras largas y espectrales bajo la luz de un sol que parecía estar atrapado en el momento exacto antes de ocultarse.—Por fin, un lugar que reconozco —murmuró Afrodita, dejando escapar un leve suspiro mientras observaba el icónico círculo de piedras.Ethan se detuvo junto a ella, sosteniend
Las piedras comenzaron a moverse, girando lentamente en sus ejes como si obedecieran a una fuerza invisible. Cada giro resonaba con un eco profundo que vibraba en el aire, como un tambor que marcaba un ritmo primordial. Los símbolos tallados en las piedras brillaban intensamente, revelando un patrón en el suelo que parecía una figura geométrica viva, pulsando como un corazón.—Esto no es solo un altar —murmuró Afrodita, retrocediendo un paso mientras sus ojos analizaban el patrón con creciente inquietud—. Es un sello.Ethan la miró rápidamente. —¿Un sello? ¿De qué estás hablando?Afrodita señaló las líneas que se entrecruzaban bajo sus pies, formando un diseño que cambiaba lentamente ante sus ojos. —Algo fue encerrado aquí hace mucho tiempo. Los Antiguos sellaron un poder que ni siquiera nosotros, los dioses, entendíamos del todo.El Orbe, todavía en el centro del círculo, pulsaba con más fuerza. Su luz se mezclaba con el resplandor de las piedras, como si estuviera sincronizándose co