El grupo avanzaba lentamente por un terreno que parecía estar vivo, cada paso resonando como un eco en un vasto vacío. Las ruinas a su alrededor estaban marcadas con inscripciones que brillaban intermitentemente, proyectando sombras danzantes en las paredes de piedra. Había algo en el aire, un pulso que parecía emanar desde el mismo corazón del lugar.Ethan y Afrodita lideraban el camino, con el Orbe pulsando débilmente en el pecho de Ethan. La energía del artefacto se había estabilizado, pero su presencia seguía siendo abrumadora, como un recordatorio constante de la carga que llevaba.Mientras avanzaban, el suelo bajo los pies de los mestizos comenzó a cambiar, fragmentándose en pequeños islotes de piedra suspendidos sobre un abismo infinito. Cada mestizo quedó separado de los demás, atrapado en su propio fragmento, como si el lugar respondiera a sus temores y dudas individuales.KieranLa oscuridad que rodeaba a Kieran era densa, casi tangible, como si el espacio mismo conspirara p
Las primeras luces del amanecer se derramaban sobre Machu Picchu, acariciando los antiguos muros de piedra con un brillo dorado que parecía insuflarles vida. Sin embargo, algo sombrío perturbaba la quietud de aquel lugar sagrado. Las sombras se alargaban de forma antinatural, y el aire mismo parecía cargado de una vibración oscura, como si el tiempo se estuviera desmoronando a su alrededor.Afrodita y Ethan lideraban el avance del grupo, sus pasos resonando en el silencio tenso de las ruinas. El Orbe en el pecho de Ethan pulsaba con una luz dorada, pero inestable, casi errática, como si percibiera una amenaza inminente. Afrodita miró hacia él de reojo, preocupada por la expresión de concentración que marcaba su rostro.—¿Lo sientes? —preguntó ella, en voz baja.Ethan asintió, sin apartar la mirada del horizonte.—Es como si el portal estuviera... llamando al Orbe, —dijo, su voz cargada de inquietud.Detrás de ellos, los mestizos avanzaban en formación, cada uno alerta a las vibracione
El portal latía como un corazón oscuro, cada destello púrpura y negro deformando la atmósfera y cargando el aire con una opresión que parecía viva. Afrodita avanzaba con pasos medidos, desafiando el peso abrumador que emanaba del altar que se alzaba imponente frente a ellos. A su lado, Ethan luchaba por controlar la energía del Orbe, que ya no era un artefacto externo, sino una extensión viva y palpitante de su ser. El resplandor dorado de su pecho fluctuaba, una llama encendida por la voluntad y el sacrificio, pero constantemente amenazada por las sombras que rodeaban el portal.La presencia de Cronos impregnaba cada rincón, un eco de amenazas y promesas en un lenguaje que parecía resonar directamente en sus almas. Afrodita entrelazó sus dedos con los de Ethan, anclándolo al presente mientras sus propios temores acechaban en su mente.—Afrodita, —susurró Ethan, su voz cargada de agotamiento y un temor que no lograba ocultar—. Algo está... algo está mal.Ella giró hacia él, encontrand
La atmósfera parecía colapsar bajo el peso de la energía que emanaba del portal. Cada grieta en el altar brillaba con un fulgor que alternaba entre la luz dorada del Orbe y un negro abismal, como si las fuerzas del universo estuvieran librando una guerra en ese mismo punto. Ethan se mantuvo firme, con el Orbe vibrando en su pecho, su resplandor fluctuando entre estabilidad y caos. Cada latido del artefacto parecía un eco del sacrificio de Afrodita, resonando con la fuerza de su determinación y el dolor de su ausencia.El temblor del suelo aumentó, y las piedras bajo los pies del grupo comenzaron a resquebrajarse. Los mestizos se mantuvieron en posición, sus armas listas, pero incluso ellos podían sentir el poder absoluto que estaba a punto de desatarse.—Esto es más que una batalla, —murmuró Dorian, ajustando el escudo en su brazo, su voz apenas un susurro ante el estruendo que los rodeaba—. Esto es un enfrentamiento contra el destino.Kieran, con su espada brillando tenuemente, se po
El aire vibraba con una intensidad que parecía rasgar la realidad misma. El portal detrás de Cronos giraba como un ciclón voraz, su energía oscura extendiéndose en filamentos que se enredaban con el entorno. Las piedras antiguas de Machu Picchu temblaban bajo el peso del poder desatado, algunas desmoronándose en cascadas de polvo y escombros.Cronos, imponente en su forma titánica, se alzó aún más, como si su presencia fuera suficiente para eclipsar todo lo que lo rodeaba. Su torso irradiaba sombras vivas que parecían devorar la luz dorada del amanecer. Con un gesto lento pero deliberado, extendió sus brazos hacia los cielos que parecían oscurecerse con su voluntad.—¡Sientan el poder de un verdadero titán! —rugió, su voz retumbando en cada fibra del espacio como un cataclismo inminente.La onda expansiva que desató fue inmediata y devastadora. Una marea de energía oscura se extendió desde él como un huracán en pleno apogeo. El impacto fue brutal. Los mestizos apenas tuvieron tiempo d
La energía del portal rugía como un huracán contenido, amenazando con romper todas las barreras entre la realidad y el caos absoluto. Las grietas que lo atravesaban se expandían con un patrón errático, emanando ráfagas de luz púrpura y negro que iluminaban las ruinas de Machu Picchu con un brillo espectral. Era como si el portal tuviera vida propia, un abismo devorador que se alimentaba del desequilibrio en el campo de batalla.Cronos, en el centro de todo, alzaba los brazos, su figura titánica irradiando un aura de omnipotencia. Sus ojos, dos brasas ardientes, se fijaron en Ethan con una mezcla de burla y desdén. Cada paso que daba hacia adelante hacía temblar la tierra bajo sus pies, como si el mundo mismo se inclinara ante su presencia.—Portador, ¿entiendes ahora lo inevitable? —tronó su voz, rompiendo el silencio con una intensidad que parecía sacudir el alma de todos los presentes—. La resistencia es inútil.Ethan respiraba con dificultad, cada inhalación un esfuerzo por mantene
El aire se electrificó con una fuerza invisible que envolvió el campo de batalla. Las grietas del portal seguían extendiéndose, cada una un recordatorio de la fragilidad que amenazaba la existencia misma. Ethan, con el Orbe pulsando en su pecho, mantenía su posición frente a Cronos. Pero lejos de esa confrontación directa, los mestizos enfrentaban desafíos que no solo pondrían a prueba su fuerza, sino también su fe en sí mismos y en sus compañeros.Kieran, Lyra y Dorian habían sido arrastrados hacia diferentes rincones del campo de batalla por una fuerza invisible, separándolos de Ethan y entre sí. Cada uno se encontraba en un espacio distinto, un escenario etéreo que parecía hecho a medida para explorar sus miedos más profundos.El caos que había dispersado a los mestizos no se detuvo ahí. En rincones más alejados del campo de batalla, Kael, Cora, Nerya, Draek y Lyros sintieron la misma fuerza invisible que los arrastraba hacia sus propias pruebas.Kael: La Redención en la OscuridadK
El Olimpo, alguna vez un bastión resplandeciente de poder divino, estaba ahora envuelto en penumbras. Las columnas doradas y los templos majestuosos estaban cubiertos de grietas y sombras, mientras los emisarios de Cronos, envueltos en una oscuridad impenetrable, avanzaban implacablemente. Los rugidos de la batalla resonaban como un coro caótico, y los relámpagos que Zeus lanzaba desde lo alto iluminaban brevemente el campo antes de desvanecerse en la marea de oscuridad.Artemisa tensó otra flecha, su mirada fija en un grupo de criaturas que escalaban las ruinas. Soltó el arco, y el proyectil plateado atravesó el aire, disolviendo a los enemigos en una ráfaga de humo oscuro. A su lado, Atenea bloqueaba con su escudo un ataque directo, su lanza destellando al perforar a las sombras que osaban enfrentarse a ella.—¡No podemos ceder ni un paso más! —gritó Atenea, su voz resonando como un eco desafiante.Zeus observó la escena con un peso aplastante en sus hombros. Cada chispa de su rayo