«Dime, Stella, dime, ¿qué se siente llevar dentro de tu pecho el corazón de Lionetta Marchetti?»Lorenzo se congeló en su sitio, miró el teléfono como si fuera una serpiente que iba a saltarle encima en cualquier momento, antes de volver a colocarlo en su oído.—¡Stella! —gritó, mas no obtuvo respuesta. Todo lo que había al otro lado de la línea era un silencio sepulcral que le erizó los vellos de la nuca.—¿Lorenzo? —lo llamó Nico.Lorenzo se había olvidado de que estaba en medio de una reunión.—Lo siento, tengo una emergencia, continúen sin mí —pidió, sin dar mayor explicación, salió de la sala de juntas y sin apartar el móvil de su oreja, corrió por los pasillos de la empresa como si el mismo diablo le pisara los talones. Haciéndose preguntas que pronto tendrían respuestas.Mientras tanto, Stella miró a Bruna, la sonrisa de la mujer era espeluznante.—No puedo responderle a su pregunta, señora, porque no sé de lo que habla —respondió, sin embargo, la voz le tembló.—¿No lo sabes?
Lorenzo recorrió las calles de Milán, tenía el corazón en la garganta. Una mezcla de rabia y miedo se anudaron en la boca de su estómago. Sentía terror al pensar que iba a perder a Stella, se sentía culpable por la distancia que había marcado esa tarde antes de irse a la oficina, pero necesitaba tiempo para asimilar la verdad.No era fácil, ni simple tener que aceptar que su futura esposa, era quien tenía el corazón de su difunta esposa. Tenía derecho a sentirse impactado, él no era un robot con interruptor para apagar sus sentimientos y emociones, era un ser humano y como tal, había reaccionado. ¿Que se había equivocado? Lo reconocía, había cometido el error de apartarse de Stella creyendo que tendría la oportunidad de redimirse ante ella. Nunca esperó que Bruna supiera la verdad y si no lo hubiese escuchado con sus propios oídos, no habría tenido ni la menor idea de cómo había hecho para enterarse. Sin embargo, quedaba claro que las personas como Bruna, egocéntricas y egoístas,
Lorenzo sintió que el alma le volvía al cuerpo al ver a Stella, sus ojos estaban rojos y su rostro mostraba su dolor. Stella siempre había sido un libro abierto para él. Su rostro y sus ojos eran el reflejo de su alma.—Stella —susurró, fue un sonido ronco, pues Lorenzo estaba conteniendo sus lágrimas. Intentando parecer fuerte, mientras por dentro lloraba de alivio y de alegría por encontrarla.Ella lo miró y luego miró a Emilia con cierto reproche.—No me mires así, cariño. Ustedes tienen que hablar, tienen que aclarar esto que está sucediendo y encontrar una solución —expresó Emilia con una clara disculpa en la mirada.Se sentía mal por obligar a Stella a enfrentarse a Lorenzo en esas circunstancias, pero ella había aprendido que para aclarar las cosas no se necesitaba tiempo. El tiempo lo enfriaba todo.Emilia le acarició el cabello, como si tratara de consolar a una niña, se inclinó sobre el oído de Stella y le habló:—No dejes que una mujer resentida y despechada termine con tu
Stella buscó el calor de Lorenzo, sus lágrimas se habían detenido, pero su pecho aún dolía, por llorar tanto.—Lo siento —musitó, cuando el beso se vio interrumpido por la falta de aire.Lorenzo respiró profundo, la miró con ternura y le acarició con devoción.—No hay nada por qué disculparse, Stella. El pasado ha quedado atrás, hoy a la luz de un nuevo día, empezaremos a escribir nuestra historia de amor.Stella asintió.—Te amo —susurró.Lorenzo la apretó contra su pecho, el cuerpo de Stella temblaba y estaba frío. Con cuidado y sin lastimarla le frotó los brazos para que la fricción generara un poco de calor, pero no era suficiente.Stella gimió cuando él se alejó.—Lorenzo…—Buscaré algo con qué calentar tu cuerpo —dijo, abriendo la puerta para ir a buscar en el armario, pero Stella no lo dejó solo, se levantó del sillón y lo siguió a la habitación, donde lo encontró, desordenando la poca ropa que aún tenía en casa de su madre.—Ven, Lorenzo —pidió Stella.—Aquí debe haber algo —i
Los siguientes días fueron una bruma para todos. Los resultados del concurso de diseño se dieron y para sorpresa de todos, Alda, la jefa del taller salió ganadora, sus diseños estarían siendo exhibidos en la pasarela de la siguiente temporada, pero eso no era todo, la casa de Modas Bianchi, estaría lanzando su primera colección infantil, de la mano de Stella.Valentina era la más emocionada de todos, pues no solo la colección llevaría su nombre, sino que, su nombre sería la marca oficial de la sección.—¡No puedo creerlo! ¡Papi, Stella! ¡No puedo creer que mi nombre será conocido por todos! ¡Estoy emocionada! ¡Papi, pellízcame, pellízcame! —pidió eufórica, dando saltitos de un lado a otro, apartando sus rizos de la cara cada vez que se le venían al frente, pues estaban sueltos.Lorenzo miró a Stella y se encogió de hombros y se acercó para pellizcar el brazo de la niña, total, ella lo había pedido, ¿no?—¡¿Qué haces?! —medio preguntó, medio gritó Valentina, al sentir los dedos de su p
La pareja se separó cuando el aire empezó a faltarles, las mejillas de Stella estaban rojas como una manzana, sus labios ligeramente hinchados por el beso y Lorenzo sonreía con la felicidad de un hombre enamorado.—¡Yupi, yupi! ¡Ahora, sí eres mi mamita! —gritó Valentina, levantándose de la silla y corriendo a los brazos de Stella, quien no dudo en abrazarla.—Eres la hija de mi corazón, mi pequeña bribona —le susurró al oído. Valentina dejó escapar una infantil carcajada, como quien se ve sorprendida en medio de una travesura, y es que, lo último que le había hecho a Nico, no había sido cualquier cosa. El hombre había pasado un trago amargo.—Te amo —susurró Valentina.Stella la besó.—Yo también te amo, mi cielo —le aseguró, mientras los presentes se acercaban para felicitarlos, reclamando toda su atención.Valentina regresó junto al lado de Chiara, esperando volver a tener la atención de los novios, mientras Emilia y Nico, sonreían felices por la felicidad de sus amigos.—Se ven ta
Lorenzo movió las piernas con impaciencia, llevaba una hora sentado en la sala de espera del hospital, miraba su reloj cada cinco minutos, por lo que, la hora se le había hecho una verdadera eternidad.—Si continuas así, estarás ingresado antes de que Stella y Valentina puedan llegar —expresó Nico, tratando de tranquilizar a su mejor amigo.—Se están demorando y para mi gusto, demasiado —refutó él, poniéndose de pie y caminando por la sala.Nico suspiró, ¿cómo le decía a su amigo que, eran ellos quienes habían llegado demasiado temprano a la cita? Él no se atrevería, lo último que necesitaba era que Lorenzo le saltara a la yugular por acusarlo de impaciente, aunque fuera verdad.—¿Le has llamado a Stella? —preguntó Nico.—Sí.—¿Te ha respondido?—Sí, dijo que estaba saliendo del taller —respondió, deteniéndose delante de Nico.—Bueno, entonces no tienes nada de qué preocuparte, hombre. Todo está bien, las chicas tienen mucho por hacer y la cita no es hasta dentro de una hora —dijo fin
Stella se movió inquieta sobre la cama, por momentos sentía un calor intenso que terminaba pateando las sábanas y luego, minutos más tarde, el frío la azotaba que lloriqueaba jalando las sábanas de nuevo sobre su cuerpo, no comprendiendo que era lo que le sucedía.La joven embarazada apartó por décima vez la sábana, se sentó a la orilla y bufo con molestia, miró a Lorenzo, estaba plácidamente dormido a su lado, mientras que ella no podía conciliar el sueño.—¿Qué pasa, bebé? —preguntó, acariciando su vientre. Su pequeño se había estado moviendo todo el día, Stella juraba que Marco había tenido un encuentro de fútbol dentro de su vientre; sin embargo, ahora parecía muy calmado, demasiado que estaba empezando a preocuparse.Stella se puso de pie, caminó un momento por la habitación, contando ovejitas con el único propósito de que el sueño tocara a su puerta, pero antes de contar a diez, un ligero dolor le atravesó el vientre, como si de repente tuviera ganas de ir al baño.Un nuevo tiró