Otro día en el instituto y Christopher caminaba con disimulada prisa por los pasillos de “La Virtud” buscando a Alex, indignado por su falta de valor que lo incitó a repartirle su parte de la culpa con Cristina. El catire no podía mantenerle la mirada a su hermana, aún cuando ella sólo quería una plática convencional con él. Los recuerdos de lo que sucedió aquella fatídica noche le empezaban a mortificar y empezaba a sentir el peso de la culpa, una carga que había eludido sin complicaciones hasta que Cristina lo encaró. Era demasiado pronto para pagar el precio de sus acciones. Christopher espera que su secreto se mantuviese oculto al menos durante un tiempo más, sabía que Laura no le diría a nadie, pero la mente de Alex era muy vulnerable y en cualquier instante cedería ante la presión de la culpa.
Avistó a su presa entrando a los sa
Descubrió que tener a Rebecca como novia tenía más ventajas de las que creyó al principio. No sólo era esconder su inclinación sexual de su padre, además el resto de chicas del instituto dejaron de verlo como un ídolo y recientemente supo que podría declararse al chico que le gustaba e iniciar un romance clandestino con él, aunque el resto de personas (especialmente Alberto) creerían que estuviera con su novia, así que no quiso esperar más y se atrevería a confesar sus sentimientos a Bruno, al finalizar la fiesta a la que asistiría acompañado de su novia ficticia. El joven de la Vega sentía asfixiarse, cada día un poco más, si continuaba acallando lo que su corazón gritaba y no estaba dispuesto a persistir en ese sosiego.Consideraba la idea mientras esperaba a Rebecca, sentado en la sala de estar de la familia de la chica. Tratando
De un momento a otro, Rebecca se hallaba de espalda a la pared y sus brazos rodeando el cuello de Christopher mientras que sus labios se deleitaban con los de él. La estancia era oscura y no tan pequeña como le hubiese gustado al chico quien se enardecía con cada beso que saboreaba y con cada espacio que sus manos acariciaban del esbelto cuerpo de Rebecca. -Me fascinas. –Vociferó Christopher bajando de los labios de la chica a su cuello para marcarlo con húmedos besos que erizó la piel de Rebecca. El calor de sus cuerpos iba sofocando la cordura de cada uno, quienes podían cometer una locura en cualquier instante. -Detente. –Solicitó Rebecca tomando el rostro de su compañero con las manos, separándolo de su cuello. –Lo que hacemos está mal. -Aún no hacemos nada. –Recordó el catire, robándole otro beso, pero esta vez Rebecca no permitió que se alargara. -Es mejor que nos vayamos. -¿Prefieres ir a un lugar donde tu estúpido novio no
La cafetería era el centro del caos estudiantil como ya era costumbre, pero ese día Vanesa lo detestaba. Anhelaba un poco de sosiego que calamara su dolorida cabeza porque del remordimiento que allí brotaba se encargaba ella. Desde el primer instante en que tropezó con Alex se esforzó por complacerlo en el más mínimo detalle para liberar un poco de culpa. Olvidaba lo mal que se sentía cada vez que se acostaba con el supuesto mejor amigo de su novio. Afortunadamente para ella, Alex tenía sus pensamientos lejos de la realidad, de no ser así hubiese visto sospechosa su servidumbre, nunca era tan atenta. Él también lidiaba con un sentimiento de culpa aún más severo. No lograba sacarse a Laura de la cabeza. Una y otra vez el rostro sollozante de la chica se repetía en su mente con photograph como banda sonora, mezclándose con las gotas de la torrencial lluvia que esa noche se desató. -Qué bueno que los encontré. –Dijo Rebecca apareciéndose y tomando asiento en la misma mesa, pero del lado
Los malestares que flagelaban a Vanesa sólo empeoraron durante el día. A la jaqueca y a las nauseas se le sumaron mareos y vómito. No era la primera vez que padecía resaca luego de una noche colmada de alcohol, por eso sabía que el licor no era la causante de su indisposición, pero tenía una conjetura de qué podría serlo. Decidió escapar del instituto en complicidad de Cristina que no dudo un solo segundo en acompañarla, inclusive la invitó a su casa donde tendrían privacidad completa.Se encerró en el baño de la habitación de su amiga y esperó de pie frente al espejo que el aparato en sus manos le indicara si estaba embarazada o no, con su corazón latiendo vertiginosamente. Los segundos se volvieron décadas, aunque Vanesa hubiese preferido que el tiempo no siguiera su curso. Buscó el valor que necesitaba para ojear el test y sintió su corazón detenerse, mientras el mundo se desmoronaba en pedazos a su alrededor cuando vio el positivo. La madre de Vanesa no conocía en detalle la vida
Como proveedor de estupefacientes, Christopher era bastante bueno. Siempre conseguía vender cada gramo de su mercancía, y en los días menos favorables se quedaba sólo con la cuarta parte de todo lo que Chema le facilitaba. Ocultó el gran fardo de billetes en el interior de su chaqueta y enfiló su rumbo hacia su casa con el ocaso custodiando su espalda. No demoró mucho en llegar. Sus mejores clientes rondaban por su vecindario, así que no requería, ni siquiera, usar motocicleta, se apañaba bastante bien a pie. -Hijo. –Saludó alegre Carmen desde la cocina, secando sus manos con un pañuelo. -¿Dónde estabas? -Estaba con mis amigos. –Dijo Christopher tratando de simular el bulto que apenas se distinguía bajo su chaqueta. -¿Sabes dónde está Cristina? –Preguntó nuevamente con rasgos de preocupación en sus facciones. -Me dijo que se reuniría con algunas compañeras de su clase. –Informó el chico. Su madre salió de la cocina y se acercó a un buró de madera, antiguo, que decoraba un rincón en
How would you feel sonaba sin parar en los auriculares de Alex que parecían haberse adherido a sus oídos. Cuando su cabeza no era martillada por esa canción, entonces su conciencia era torturada con photograph. Cada nota, cada verso y cada estribillo de la canción traían un fragmento de aquella noche.Paseaba por los parques y las plazas para evitar que el encierro de su habitación carcomiera, aún más, su cabeza. Tenía que mantenerse entretenido, distante del mundo real, pero cada día que pasaba era más difícil. A diario sentía la necesidad de visitar a Laura y no marcharse de su casa hasta que no lo perdonara, si fuera tan fácil como lo imaginaba hace tiempo lo hubiese hecho, la verdad era que ella no estaba dispuesta a perdonarlo, sus heridas estaban lejos de cicatrizar. La puesta del sol anunció su regreso a casa, así que se dejó llevar por un paso lánguido a su casa en donde tenía que fingir una sonrisa para que su nostalgia pasara de desapercibida de su padre, pero es
Estaba próximo a cumplirse tres horas desde que Sergio llevara a Laura al hospital luego de haberla encontrado tirada en el suelo del cuarto de baño a penas respirando con su rostro pálido y sus labios negros. Casi tres horas aguardando impaciente por el informe del médico, sentado en la sala de espera, culpándose por no haber reaccionado a tiempo. En el fondo sabía que la depresión por la que atravesaba su hija era más grande de lo que quería creer, pero temía no poder manejarlo, y ahora estaba sometido a la zozobra, implorándole a cuántos santos creía por el bienestar de su hija.Divisó a la distancia que el médico se acercaba y de un saltó se levantó de la silla para recibirlo inquieto.-¿Cómo está mi hija? –Preguntó Sergio.-Estable. –Fue lo primero que el médico dijo calmándolo. –Sígame. –Pidió al oficial quien empezó a caminar siguiendo su rastro, recorriendo dos extensos pasillos aglomerado de personas, enfermeros en su mayoría, hasta llegar finalmente a la habitación en la que
Las manos de Laura reposaban sobre su regazo con los dedos entrelazados y su cabeza estaba inclinada. Seguía en el hospital, sentada sobre la cama, vistiendo una bata insípida mientras que Alicia, sentada en una silla frente a ella, esperaba una respuesta, quería saber cuál fue la razón que la impulsó a atentar contra su vida, pero Laura enmudeció, apretaba sus labios para reprimir su voz. Si pensar en la herida era doloroso no podía ni imaginar cómo sería confesarlo. Ya había pasado por mucho dolor, y todo lo que quería era superarlo, cambiar la página del libro y escribir un mejor capítulo, pero para hacerlo debía concluir con este capítulo. -Me violaron. –Dijo al fin, dos palabras que juntas le aterraban. No levantó la mirada en ningún momento sin embargo, una lágrima escapó de sus ojos. -¿Cuándo pasó? –Preguntó Alicia luego de un silencio. -La noche en que mi mamá falleció. –Espetó Laura con su voz quebrándose. Limpió las lágrimas que antes habían caído y también las que empeza