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capítulo 3: Tenemos un trato

Brittany

Escucho los gritos de mi hermana desde la habitación, llevo una mano a mi pecho que sigue latiendo cómo loco por el recuento que acabo de tener y caigo sobre la cama mientras observo a mis hijas sin mirarlas en realidad.Estaba tan asustada, tan preocupada de que él notara la similitud en sus ojos que incluso olvide por un segundo que a él lo último que le importa en este mundo soy yo, pero ni siquiera las miró, eso también me dolió, alivio un poco mi preocupación, pero de igual manera fue hiriente.

No he dormido con nadie más, no me he dado la oportunidad de seguir adelante porque mi maldito corazón estaba demasiado herido, pero creí seriamente que tendría la capacidad de evitar estos sentimientos si lo volvía a encontrar, ver cómo me trató con la misma frialdad que aquel día me hizo casi perder la compostura.

Por otro lado, mi hermana es un problema, pude ver qué es aún más m*****a que hace años y aunque ya no soy una niña tonta o sin ningún derecho de tocar a la preciosísima hija de la esposa del alfa, sigo sintiéndome un tanto preocupada.

— ¿Estás bien mami? — Judith se acerca a mí — no me gusta la mujer de pelo negro, mamá.

Paso una mano por su cabello rubio, los ojos tan similares a los de Brook me hacen sentir ahora todavía más dolida. Nunca he pensado que mis hijas son una carga, jamás las odié por ser fruto de un error y cada día agradezco no haber interrumpido el embarazo. Sin ellas mi vida sería simplemente una existencia vacía.

— ¡Mamita, mi oso no está!

La voz de Janeth viene desde la derecha donde dejaron nuestras maletas, me pongo en pie para acercarme a ella y me arrodillo a su lado frente a la maleta, reviso sus cosas tratando de encontrar al dichoso oso de peluche que tiene exactamente su edad.

— Probablemente, esté en la caja de los juguetes nena — beso si cabeza — iremos por él mañana, ¿Ok?

— Puedes dormir conmigo hoy Jan —Judith la abraza — ¡Podemos dormir con mamá las dos! ¿Verdad?

Sonrío mientras asiento, el dulce momento que estamos teniendo llena un poco mi corazón de confianza y me digo que solo serán dos años, puedo soportar dos años antes de marcharme con el dinero suficiente para no preocuparme por otro estúpido alfa con exceso de testosterona.La puerta de mi habitación se abre de la nada, alzo mis ojos hacia el hombre que acaba de entrar y doy una rápida mirada a mis hijas.

— Niñas, tomen una ducha— les pido — les llevaré la ropa, apenas terminen ¿Ok?

Mis niñas asienten, toman las toallas de otra de las maletas y agradezco a Brook por mantener silencio mientras ellas caminan hasta el baño, apenas la puerta se entrecierra me quedo de piedra, Brook en un abrir y cerrar de ojos me toma fuertemente del brazo.

— ¡Qué haces aquí! — prácticamente me gruñe— ¡Qué estás buscando!

Me suelto de su agarre con un tirón, trato de mantener la voz baja.

— Solo vine a tomar mi lugar, esto no tiene nada que ver contigo.

— Escúchame bien — se acerca una vez más — no voy a dejar que arruines mi vida, sigues siendo una persona no deseada en esta manada y si se te ocurre contarle a alguien que nosotros…

— ¡No tengo intención de hacer eso! —mi rabia patea el dolor lejos — no tengo ningún interés en romper tu feliz matrimonio — él nota la ironía en mi voz — solo quiero lo mejor para mis hijas, ni siquiera recuerdo lo que pasó ese día.

— ¿No lo recuerdas?

La forma en que gruñe esa pregunta me hace sentir extraña, trago grueso alzando la barbilla para mantener mi mentira.

— No, prefiero olvidar las cosas desagradables.

— ¿Desagradable? — gruñe acercándose más — desagradable fue despertar al lado de la hija bastarda de mi difunto suegro.

— Fue aún más desagradable para mí — niego — eres el trofeo de Ivette, tus padres te encadenaron al suelo para que solo pudieras follarla a ella.

— No soy el trofeo de nadie — me toma del brazo — mis padres estaban evitando que hiciera algo tan estúpido como dormir con la humana del pueblo vecino antes de unirme a una loba de buena familia y digna de ser madre de mis hijos.

— Pues no lo lograron.

Respondo, mi pecho sube y baja ante su cercanía. La respiración entrecortada en mis pulmones se llena de ese aroma masculino que solo he podido disfrutar una vez en toda mi vida.

— No arruines mi vida, Brittany, no vales la pena.

— ¿Si eso crees que haces aquí?

Pregunto sin poder evitarlo, el calor que rodea mi cuerpo es casi abrasador. Brook cierra fuertemente, sus ojos durante un momento, pero no me suelta, sus ojos se abren un momento después y una vez más me siento como aquella noche.

Sin salida, a merced de un hombre sexy y encantador que no puedo tener. Un hombre que puede ser mi perdición y la más clara muestra de que soy igual o peor que mi madre.

— Te lo advierto una última vez — su voz oscura envía un escalofrío a mi columna vertebral — No le digas a nadie lo que sucedió, no te acerques a mí no arruines mi vida.

Sé que debo decirle que no me interesa nada de eso, que no tengo ninguna intención de romper el obviamente forzado matrimonio que tiene con Ivette o que tengo la tonta intención de manchar el orgullo de su familia con mi existencia, pero él está demasiado cerca de mí.Sus labios están a centímetros de los míos y su aliento golpea directamente sobre ellos. No me puedo mover, no soy capaz de hacerlo, así que simplemente lo miro.

— ¡Mamá, ya terminamos!

La voz de mi hija me devuelve a la realidad, me aparto de él mitigando el dolor que eso provoca y señalo la puerta de mi habitación.

— No voy a meterme en tu vida, así que has lo mismo — advierto — no te quiero cerca de mi familia Brook, al igual que tú prefieres que nuestro error permanezca en el olvido, así que hagamos aquí y ahora este trato — le digo — convivamos cómo lo que somos, eres el marido de mi hermana y mi alfa, nada más.

— Espero que sepas cumplir esas palabras.

— Espero que puedas hacer lo mismo.

Respondo antes de darle la espalda para buscar algo de ropa para mis hijas, escucho la puerta de la habitación, cerrarse un momento después y mis piernas ceden mientras los temblores recorren mi cuerpo. La puerta del baño se abre, mis pequeñas corren hasta donde estoy, cubiertas hasta la cabeza con las toallas de colores magenta y me abrazan.

— No le tengas miedo al señor mamá — pide Janeth — nosotras te cuidamos — Judith asiente — lo morderemos si te hace algo mamá.

Mi pecho se remueve ante mis dos niñas, las abrazo contra mi cuerpo recordándome que es por ellas que estoy aquí y me juro una vez más soportar todo por hacerles a ellas la vida más fácil y esten mas seguras lejos de ese alfa maldito que me amenazó

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