—Con este contrato prenupcial, los bienes de ambos contrayentes se repartirán de forma individual en el caso de un divorcio. Esto quiere decir que cada uno de los futuros esposos, podrá quedarse con lo que tiene o adquiera durante el matrimonio, sin tener que ceder su mitad al otro. Victoria asintió en respuesta. El abogado desde que había llegado no dejaba de clavar sus oscuros ojos sobre ella, claro, no era un secreto para nadie, que no poseía ni un centavo en su cuenta bancaria. Por eso, ese hombre de la ley estaba más interesado en resguardar los intereses de su contratante, porque era él, quien tenía las de perder en el caso de divorciarse. «¿Qué estás haciendo?», se reprendió la mujer, ya ni siquiera tenía como excusa el tema del dinero como motivo para casarse. Había ocultado aquella información tan relevante a Gerónimo, para no verse en vuelta en su juicio silencioso. Seguramente, Gerónimo le diría que debió negarse a dicho acuerdo, que debió cancelar la boda y presionar par
Herminia miraba a su nieta con tristeza, mientras era preparada para la ceremonia matrimonial. El vestido que lucía era exquisito, de un blanco inmaculado, con corte de princesa; el maquillaje estaba a cargo de una profesional, que se había encargado de dar un toque natural. Se veía realmente bella, perfecta… pero, esa perfección no era real. “No todo lo que brilla es oro. No toda felicidad es genuina…” Y aunque podía admirar a su nieta sonreír frente al espejo, sabía que en su interior algo se estaba quebrando, algo dolía. En su mirada, la tristeza se colaba como una sombra silenciosa que la perseguía, era inevitable no verlo cuando sus ojos siempre habían sido tan expresivos. —¿Pueden darnos un momento?—se atrevió la anciana a preguntar. Las encargadas de los últimos arreglos, asintieron antes de marcharse de la habitación. —¿Qué ocurre, abuela?—se interesó Victoria cuando estuvieron finalmente solas. —Sé que no estás feliz, hija, puedo verlo en tus ojos—comenzó la mujer miránd
"Ya lo sé todo" —¿Q-qué sabes?La voz de la mujer tembló, mientras su esposo no dejaba de mirarla con aquella repulsión bañando sus orbes.La pareja de recién casados se encontraba en un lugar apartado de la recepción de la boda. Era una habitación pequeña dónde se guardaban artículos de limpieza, entre otras cosas.—Creíste que era un idiota, ¿no es así? ¿Creíste que podrías jugar conmigo y engañarme?—Massimo bufó—. Claro, supongo que saber que tuve una exesposa que lo hizo, te dio las alas suficientes para pensar que me dejaría contigo. Lamentó tener que romper tu burbuja de ilusión, pero ya aprendí la lección y no volveré a caer por una vulgar arribista como tú. —Massimo, no sé qué es lo que sabes, pero estás equivocado. Las cosas no son así, yo no…—¿Tú no qué, Victoria? No eres más que otra mujerzuela con la que tuve la desdicha de tropezarme, pero créeme, te demostraré que no puedes burlarte de mí tan fácilmente—la tomó fuertemente del brazo—. ¿Querías jugar, no es así? ¡Enton
Victoria se sentía muy incómoda con aquel enorme vestido puesto. No había tenido tiempo de cambiarse, Massimo parecía ansioso de llevarla a aquel sitio. «Su luna de miel», pensó la mujer con ironía, dudaba de que aquello tuviese algo de agradable, podía prácticamente percibir el aura corrosiva que desprendía el hombre a su lado.Ya los podía imaginar discutiendo por horas, sobre quien le había hecho más daño a quien. Massimo tenía sus razones para estar dolido, pero después de todo había sido él el que comenzó con este juego de dolor infligido.Repentinamente, el auto se estacionó, dejando a Victoria sorprendida. Aquella era la casa que habían comprado hacía un mes. «¿No se suponía que irían a algún destino turístico?», se extrañó la mujer, al ver que Massimo se baja del vehículo sin siquiera mirarla.—Bueno, supongo que esto es mejor—se dijo a sí misma, mientras imitaba la acción de su esposo. Solamente podía pensar en recostarse en la cama, se sentía verdaderamente cansada.Mientras
—Quiero el divorcio—la voz de Victoria surgió firme. Estaba completamente decidida a terminar con todo. Por su parte, Massimo no podía creer lo que acababa de salir de sus labios. La miró con sus ojos entornados. ¿Se había vuelto loca?—¡De ninguna manera!—se negó rotundamente. —Sabes perfectamente que no tiene caso continuar con este matrimonio. —Eso solamente lo decidiré yo. —¡Lamento decirte que no estás solo en este barco! —¡Pues eso debiste pensarlo antes de decirme que sí, Victoria!El hombre se alzó en toda su altura. Sus manos estaban fuertemente empuñadas a sus costados, se sentía muy molesto y no toleraría que Victoria quisiera dejarlo en ridículo. Ni siquiera habían pasado veinticuatro horas desde la boda y ella ya estaba pensando en un divorcio. La situación no era solamente irracional, sino que además lo dejaría como un hombre de dudosa reputación ante sus socios. Debido a su divorcio anterior, algunas de las acciones cayeron en picado y le costó un tiempo hacer que
El viaje fue todo menos agradable. Gerónimo trató de hacerse el simpático colocando música y meneando la cabeza al ritmo de la misma. Para él, nada malo sucedía. Como si ella pudiese olvidar que la había chantajeado, para luego cometer el absurdo de decirle la verdad a Massimo. «¿Qué tan enfermo se debía estar para hacer algo como eso?», se preguntó la mujer dedicándole una penetrante mirada a su compañero. Sin duda, Gerónimo no estaba en sus cabales. Y ni siquiera entendía por qué hacía todo esto. Su odio por Massimo parecía ser demasiado grande. —¿No te gusta Taylor Swift? —Me encanta, pero disfruto más de sus canciones cuando estoy sola o con una compañía que me agrade. —Oh, quiere decir que no soy alguien de tu agrado—se puso una mano en el pecho, aparentemente dolido. —Pensé que eras una persona de confianza, pero veo que no dudaste en darme la puñalada por la espalda. Dime, Gerónimo, ¿ahora qué quieres? ¿O tendré que recurrir a las autoridades para que dejes de molestarme
Luego de su encuentro con Victoria, Gerónimo se dirigió al galpón donde se reunía con sus socios. Los hombres que se encontraban en aquel lugar no eran de buen proceder, muchos de ellos eran ex convictos, personas inmersas en la mafia. La envidia era un sentimiento corrosivo que te destruye desde las entrañas. Gerónimo estaba siendo destruido por su propia ambición de ver caer a Massimo, sin embargo, no era capaz de darse cuenta de ello.En su afán de volverse más grande y poderoso que su amigo, se había involucrado con aquellos delincuentes. Ahora, no solamente debía cumplir sus propios deseos, sino que también estaba atado a las órdenes de esos hombres. —¿Entonces está todo listo para lavar mi dinero?—Aún no, pero está en proceso—respondió recordando su conversación con Victoria y como la había amenazado para que embarrara a las empresas de Massimo. —No tenemos mucho tiempo, en dos meses llega un gran cargamento y debemos desviar la atención de la policía. —Lo sé, te aseguro q
—¿Piensas aceptar el negocio de Alessandro?—preguntó Victoria esa mañana a su esposo. —Sí, parece ser bastante beneficioso. —¿Pero estás seguro?Massimo le dedicó una mirada escéptica ante su pregunta cargada de desconfianza.—Se supone que tu misma me lo presentaste, ¿hay algo malo con él? —Sí, bueno no, quiero decir que… no pensé que me harías caso. En realidad, Victoria se moría por decirle que sí, había algo malo, de hecho eran muchas cosas malas, pero estaba bajo amenaza y no podía confesárselo. Las cosas entre ellos los últimos días habían sido extrañas. Ya no se miraban con reproche como en un inicio, parecían irse soportando mutuamente de manera simultánea. Existía resentimiento de parte a parte, pero era evidente que habían trazado un camino hacia la paz. Aunque ninguno de los dos, se atrevía a hablar de ello en voz alta. Desde que Victoria había ayudado a Massimo a ducharse aquella noche de borrachera, el hombre había dejado de beber, o al menos trataba de controlarlo