—Lucía, lo siento mucho por lo que te hice—dijo una voz con una risa amarga mientras Christian aparecía de repente, saltando hacia donde estaba Lucía.

—¡Christian, eres tú!— Lucía quedó asombrada, se frotó los ojos, sin poder creer lo que veía. No podía creer que justo cuando estaba pensando en Christian, él apareciera milagrosamente. La sorpresa que esto le causó era indescriptible.

Por un momento, estuvo a punto de arrojarse a los brazos de Christian, pero al recordar a Carmen, sintió como si le hubieran arrojado un cubo de agua fría en la cabeza, y toda la emoción y felicidad desaparecieron al instante.

—¿Qué haces aquí?— preguntó Lucía con frialdad, reprimiendo a la fuerza el impulso de abrazar a Christian.

—Carmen me envió—respondió Christian con una sonrisa incómoda.

—¿Carmen?— Lucía se sorprendió y pareció comprender algo. Luego su rostro se llenó de ira. —¿Qué pasa? ¿Carmen te envió aquí para presumir y demostrarme que ella es mejor que yo?

—No, no es eso. No malinterpretes. Ca