— Me voy a dormir fuera.Su voz sonaba sofocada, como si estuviera haciendo un gran esfuerzo por contenerse.Ella se levantó y encendió la luz. Al verlo, se dio cuenta de que Jorge tenía el rostro enrojecido y la frente empapada en sudor, como si estuviera enfermo.Su sueño desapareció de inmediato, y se acercó preocupada, tomando su mano.— ¡Estás ardiendo en fiebre!Él estaba ardiendo, la temperatura de su cuerpo era alarmantemente alta, y su respiración era rápida y entrecortada.— ¿Tienes fiebre? ¿Por qué estás tan caliente? —preguntó preocupada mientras le tocaba la frente, confirmando que tenía la piel ardiendo.— No me toques.Retrocedió varios pasos, buscando poner una distancia segura entre ambos.— ¿Llamo a una ambulancia? ¿O prefieres que traiga a un médico? Tenemos medicamentos en casa, puedo traerte algo para la fiebre.— No hace falta.La sensación que tenía le recordaba a la vez que había bebido aquel licor adulterado, pero esta vez era aún más intensa. ¿Qué estaba pasan
Quizás no se atreviese. Jorge la apartó de su lado.— No te preocupes por mí, vete.— ¿Seguro pues que no necesitas nada?— He estado media hora en agua fría y aun así no se me pasa. No me va a ayudar ningún PA;ito caliente.— Entonces, ¿qué es lo que quieres?— ¡Quiero estar contigo!Su voz era ronca, cargada de deseo.Quería verla perder el control, verla gemir mientras le suplicaba por más, dejarla tan exhausta que no pudiera levantarse al día siguiente.Esos pensamientos desenfrenados estaban a punto de romper sus barreras y aniquilar su autocontrol.— ¡Sal de aquí, y no vuelvas a entrar!Ella entendió que, aunque ella estuviera dispuesta, Jorge no aceptaría. Él se aferraba a esa última línea, una que no estaba dispuesto a cruzar.No sabía por qué, pero él no quería estar con ella, así que no insistió más. Se retiró de la habitación, dejándolo sentado en la bañera.Jorge permaneció sumergido en el agua fría hasta altas horas de la madrugada, sintiendo cómo su cuerpo se debilitaba
Tony se tapó la boca rápidamente.— Si Jorge no te ha contado nada, es porque tiene sus buenas razones en no hacerlo. Haz como si no hubiera dicho nada.— Ya es muy tarde.Amanda avanzó decidida y se acercó para escuchar la conversación dentro de la oficina.En el interior, el señor Diomedes hablaba con tono suplicante.— Solo es cuestión de pedir disculpas. Unas pocas palabras podrían salvarle al grupo Toledano una pérdida de decenas de millones. ¿Acaso no es un trato muy beneficioso? ¡Ojalá los Cardenal aceptaran mis disculpas! Si no, llevaría a toda mi familia a disculparse en persona.— Nosotros no fuimos los que iniciamos la ruptura. No fuimos tampoco quienes propusimos terminar el contrato, así que, ¿por qué deberíamos agachar la cabeza en esta situación? —respondió Jorge con desespero.— Pero el señor Cardenal dice que su esposa golpeó a su prometida antes de la boda. ¿Eso es cierto?— Se lo merecía.— Independientemente de si lo merecía o no, el primero que golpea es el que est
— Si hoy yo fuera la que ofendiera a Viviana y Lucas me pidiera disculparme, aunque tuviera que arrodillarme, lo haría por el grupo, por ti —dijo Catalina con firmeza.— Tranquila, si eso ocurriera, también te protegería. A mi gente los protegeré, aunque se me caiga el cielo encima por hacerlo.Jorge no levantó ni un momento la mirada, lo dijo sin dudar.El corazón de Catalina latía con fuerza. Estaba emocionada de ver cuánto significaba para su hermano.Pero, ¿por qué esa mujer, Amanda, recibiría el mismo trato que ella?— Hermano…Quiso decir algo más, pero Jorge la interrumpió.— Sal de aquí. No me molestes, estoy ocupado.— Entonces, ¿qué hay de las disculpas…?— A menos que pase sobre mi cadáver, no ocurrirá jamás.Su voz era tajante.Catalina entendió la firmeza de su hermano y, decepcionada, se marchó.Al salir, se topó con Amanda, que había estado escuchando.Las palabras de Jorge la habían conmovido, pero luego recordó que había dicho que haría lo mismo por Catalina, que no de
Amanda aún no había terminado de hablar cuando escuchó a Lucas reírse, un sonido lleno de burla y desprecio, como si ya hubiera esperado esa llamada.— Señorita Amanda, ¿qué honor me concede usted?Su tono era sarcástico y altanero.— No es más que lo que querías, ¿verdad? Disculparme contigo… —comenzó ella, tratando de mantenerse tranquila.— ¿Disculparte con unas simples palabras vacías por teléfono? No, no. Quiero que vengas personalmente y le pidas perdón arrodillándote ante Viviana y pidiéndole sinceras disculpas, y, además, que dejes que te devuelva los manotazos que le distes. Solo así sentiré que has pagado por lo que hiciste.— ¿Estás enfadado porque golpie a Viviana o porque te engañé a ti?Al otro lado, Lucas no respondió.— Lucas, te lo dije muchas veces, yo ya tenía a alguien, pero tú no me creíste. Te deseé lo mejor con Viviana, pero estabas tan seguro de que yo jugaba contigo, de que quería atraer tu atención.— Aceptaste que fuera la amante de Jorge, eso podías tolerarl
— ¡Mientes! ¡Estás haciendo esto solo para vengarte de mí! —Lucas gritaba al borde de la desesperación.Amanda lo miraba con una mezcla de lástima y desdén, ella solo lo imaginaba como a un payaso de circo desesperado por culminar exitosamente su último acto.¿Quién se creía que era para hacer semejante show?Cuando el hombre es débil y canalla, incluso después de divorciarse, sigue creyendo que sus exesposas son su posesión. Absurdo.— No quiero discutir más contigo. ¿Cuándo te parece bien pues que me disculpe?— ¡Ahora mismo! ¡Ven a la casa Cardenal!Gritó con furia.— Bien, espero que cumplas pues tu palabra.Amanda, fue más cautelosa. Temía que él se echara atrás, así que preparó un contrato por escrito, asegurándose de que, si él no cumplía con el acuerdo y seguía atacando al grupo Toledano, ella tendría una prueba de sus intenciones.Al llegar a la mansión, vio a Lucas esperándola en la entrada.— ¿Dónde está Viviana?Preguntó, algo desconcertada.— Está arriba, en el cuarto prin
Amanda intentó retroceder, pero con las manos atadas, su espacio para moverse era limitado.La desesperación y la ira se mezclaban en su interior.— ¡Lucas, si te atreves a tocarme, te juro que te acabo!Lucas soltó una carcajada sarcástica al escucharla.— ¿Estás asustada? ¿Tienes miedo de que, si te hago algo, Jorge te despreciará?— ¡No lo hará! ¡Él no es como tú!— ¿De verdad lo crees? —Lucas la miró con desdén— Una cosa es que un hombre no le importe lo que su esposa hizo antes del matrimonio, pero después del matrimonio, es otra historia. Ningún hombre olvida eso. Yo tampoco lo haría.Su lógica retorcida era evidente. Aunque Viviana hubiera estado casada antes, eso no le importaba, siempre y cuando después del matrimonio ella le perteneciera por completo. Así funcionaba en su mente.— ¡Lucas! ¡No hagas esto! Si lo haces, te aseguro que no me quedaré callada. Se lo contaré todo a Viviana…— Yo diré que fuiste tú quien me sedujo.— ¿Cómo llegaste a esto? —Amanda lo miró, incrédula.
— ¿Adivina qué? Estuvimos a solas en una habitación. ¿Qué crees que le hice? —dijo Lucas con una sonrisa burlona.— Te acabare —respondió Jorge, furioso.Con un golpe contundente, el puño de Jorge impactó contra el rostro de Lucas, haciéndolo escupir una gran bocanada de sangre.Los sirvientes, aterrorizados, corrieron a detener la pelea. No podían permitir que Jorge matara a Lucas allí mismo.Uno de ellos, pensando rápidamente, habló:— Señor Toledano, ¡debería ir a ver a la señorita Amanda primero!Al escuchar esas palabras, el corazón de Jorge se detuvo por un momento.Ami… Amanda… Su nombre resonaba en su mente mientras corría hacia el segundo piso, desesperado.Pateó varias puertas, una tras otra, buscando la habitación correcta. Finalmente llegó al dormitorio principal, pero la puerta estaba cerrada con llave. Furioso, comenzó a darle fuertes patadas hasta que la cerradura cedió.Al entrar, vio a Amanda en el balcón, tambaleándose peligrosamente en el borde de la barandilla. Desd