La venganza de la heredera secreta
La venganza de la heredera secreta
Por: Alina
Capítulo 1
—Vamos, Branca, toma mientras está caliente. Te preparé esta sopa especialmente —dijo Victoria, mi suegra, colocando una taza de caldo humeante frente a mí.

De inmediato, un presentimiento incómodo se me instaló en el pecho. Tanto ella como Isabel Calvin, mi cuñada, nunca me habían mostrado simpatía alguna; su repentina "amabilidad" me dejaba en guardia.

—No tengo hambre, mamá —respondí, manteniendo el tono firme.

De pronto, ¡crack! El control remoto que Isabel sostenía se estrelló contra mi rostro.

—¿¡Qué te pasa!? ¿No puedes apreciar el esfuerzo de mi mamá en esta sopa? ¡Cuida lo que dices, o se lo diré a mi hermano!

—Mamá lo hace de buena fe —agregó Victoria, con una leve sonrisa que parecía burlona. Y cuando apenas procesaba la situación, Isabel me sujetó del cabello y empujó la taza contra mis labios.

—¡Suéltame! ¡Déjame en paz! —Rugí, intentando mantener el control, pero sus manos no cedían.

Con fuerza, Victoria me obligó a abrir la boca. El sabor acre y amargo de hierbas desconocidas invadió mi paladar, una mezcla tan nauseabunda que apenas pude contener el impulso de vomitar.

—¿Qué pasa? ¿Acaso no te gusta? Bebe —insistió con una mirada amenazante—. Hoy no sales de aquí sin acabar esta sopa.

Sin más opción, el líquido hirviendo bajó por mi garganta, dejando un rastro ardiente que me quemaba la piel y hacía mis ojos llenarse de lágrimas.

—Así está mejor, Branca. Es más sencillo cuando haces caso —murmuró Victoria, aflojando finalmente su agarre. En su rostro había una expresión de triunfo, como si yo fuera solo una niña desobediente—. Ya llevas cinco años en esta familia; mientras te portes bien, no tenemos por qué tratarte mal.

Con el estómago revuelto, sentí un calor incómodo. Intenté aferrarme a algún pensamiento lógico, buscando sentido. ¿Finalmente estarían aceptándome en la familia?

Pero una sensación de letargo se apoderaba de mi cuerpo; mis sentidos se nublaban y el aire se volvía denso. Un calor extraño brotaba desde lo más profundo de mi pecho, extendiéndose como fuego.

No. Esto no era una sopa cualquiera. ¡Dios! ¡Me habían envenenado!

Con desesperación, intenté levantarme, pero mi cuerpo no respondía. Mientras la habitación se oscurecía y la fuerza me abandonaba, entendí por fin sus intenciones.

Victoria se cruzó de brazos y, desde su altura, me observó con una sonrisa burlona.

—Eva es la mejor pareja para mi hijo, no como cierta pueblerina que no está a su nivel.

¿Eva? La misma Eva Laura que regresó del extranjero hace apenas dos semanas, ahora es una actriz famosa, la amiga de la infancia de Izan. Así que por ella era toda esta farsa. Apenas volvió, mi suegra comenzó a presionarme para hacerme a un lado.

—¿Estás segura de que esto funcionará, mamá? No pasa nada todavía —murmuró Isabel, la voz ansiosa.

—Tranquila. ¡Esta mezcla la conseguí especialmente! —Victoria siseó como una serpiente, un destello oscuro en sus ojos—. Cuando el vagabundo llegue y la encontremos en plena acción... ¡tendremos la prueba perfecta para echarla!

***

Una ola de frío me recorrió, subiendo desde los pies hasta la cabeza.

Justo esa misma mañana había pasado por el hospital. Mis sospechas se confirmaron: estaba embarazada de siete semanas.

Me aferré a la pierna de Victoria con las fuerzas que me quedaban, luchando contra el dolor en mi cuerpo y con un nudo en la garganta.

—Mamá… estoy embarazada…

Victoria lanzó una carcajada que me perforó los oídos.

—¿Qué estupidez dices ahora? ¿Después de cinco años sin hijos, quieres que crea que estás embarazada? ¡Tómame por tonta!

—Por favor, mamá… ya llevo de embarazo de siete semanas… —Apenas podía hablar del mareo y el nudo en mi estómago, pero aun así, lo intenté.

—¡Basta! —Victoria me interrumpió sin compasión y de un puntapié me hizo caer al suelo—. ¿Crees que no sé lo que intentas? Con el pretexto estúpido retienes tu lugar aquí. Mira, es imposible. Izan se casará con Eva, así que ¡despídete de tus fantasías!
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