—Celeste, quiero que cuando llegues a mi casa firmes un acuerdo de confidencialidad —pronunció Thomoe, con una mirada seria y penetrante.
—¿Confidencialidad? —le cuestionó Celeste, mostrando un ligero gesto de confusión en su rostro.—Soy tu profesor, ¿lo recuerdas? Si se enteran de que me acuesto con mi alumna, me irá mal. Así que no quiero que tu boca bonita se abra para divulgarlo. Solo digamos que es por mi seguridad —confesó Thomoe con una expresión preocupada en su semblante.—Yo sé guardar un secreto, jamás diría lo que pase entre usted y yo hagamos en la intimidad.«Nada me gustaría más que creer en ti» pensó Thomoe, observando atentamente los ojos de Celeste en busca de sinceridad.—Y yo sé compensar muy bien a las niñas lindas como tú —añadió Thomoe, esbozando una sonrisa sutil que reflejaba cierta malicia.Thomoe acarició con suavidad la mejilla de Celeste, provocando que ella sintiera un ligero escalofrío.Thomoe se apartó de ella, sus ojos oscuros brillaban con intensidad mientras comenzaba a aflojar su corbata, pero con la elegancia propia de un hombre acostumbrado al control.Celeste se quedó paralizada, sintiendo el peso de su mirada sobre ella. Su mente se llenó de confusión y nerviosismo, sin encontrar la respuesta adecuada a la situación.—¿Por qué aún estás vestida? —inquirió Thomoe con voz ronca, mientras rodeaba la cintura de Celeste con firmeza antes de llevar sus labios a los de ella en un beso ardiente y dominante.La atrajo hacia sí con una fuerza irresistible, sus manos explorando cada contorno de su cuerpo mientras sus labios se movían con ferocidad, como si quisiera devorarla por completo. Cada beso era una promesa de pasión desenfrenada, como si el tiempo se detuviera a su alrededor.—Tete, mi Tete —susurró Thomoe con voz ronca y ojos llenos de deseo, sintiéndose completamente cautivado por Celeste en ese momento íntimo.
Thomoe la tomó de la mano con delicadeza y la giró lentamente, admirando cada detalle de su rostro al verla de frente.—Eres tan hermosa —susurró Thomoe con admiración, su voz estaba llena de reverencia por la belleza de Celeste.Los ojos de Celeste brillaban con un resplandor único, como pequeños zafiros centelleantes que reflejaban la luz de la luna.Thomoe se acercó a ella con pasos cautelosos, como si temiera romper la magia del momento, y la besó con una ternura que parecía envolverlos en un halo de amor.—Thomoe... —la voz de Celeste temblaba ligeramente, su corazón latía con fuerza contra su pecho mientras pronunciaba su nombre, cada sílaba cargada de emoción y deseo.Los labios de Thomoe exploraban cada centímetro del cuerpo de Celeste con una devoción reverente, dejando un rastro húmedo y cálido desde su cuello esculpido hasta el valle entre sus pechos, y más allá, descendiendo lentamente hasta llegar a su intimidad, donde la pa
Después de dejar a Celeste en su casa, Thomoe regresó a la suya y se dirigió a su habitación para cambiar las sábanas manchadas por unas nuevas, llenando el aire con el suave aroma a detergente mientras realizaba la tarea doméstica para distraer su mente de los pensamientos que lo atormentaban. Sin embargo, la sensación de vacío persistía, impidiéndole conciliar el sueño.—¿Por qué no puedo dormir de una vez? —se preguntó Thomoe, molesto, bajo la débil luz de la lámpara de noche.Cada vez que cerraba los ojos, veía a Tete entre sus brazos, recordando cada detalle de su rostro, cada gesto, cada risa compartida.—¡Ah! —exclamó con frustración y se sentó en la cama, mientras el crujir de los resortes llenaba la habitación. Caminó de un lado a otro, como si pudiera alejar los recuerdos que lo atormentaban, pero luego, exhausto, regresó a la cama. Eran las 5 de la mañana y no había dormido nada. A pesar de su cansancio, no lograba conciliar el sueño hasta que se obligó a sí mismo a hacer
—¡Eso es todo! —exclamó Thomoe con un tono de voz despreocupado, tomando su vaso de agua con gestos pausados, como si el momento no fuera de gran relevancia.—Y además quieren fijar la fecha de tú matrimonio con la señorita Yures o Yuicas, o como sea que se apellide —Dan esbozó una sonrisa irónica, mientras mencionaba el apellido de la mujer con la que planeaban casar a su hermano, mostrando claramente su desinterés por el tema. En su interior, sabía que su hermano no daría el paso hacia el matrimonio con esa señorita, pues ya había...—No menciones a nuestros padres a Tete —interrumpió Thomoe los pensamientos de Dan, con una mirada que dejaba claro que conocía exactamente lo que su hermano estaba pensando.—Espero que no lo hayas hecho ya —pronunció Thomoe con una mirada penetrante y un tono de voz que transmitía cierta amenaza implícita.—Thomoe, hermano, no lo haría sin antes hablar contigo. Aunque aún no entiendo cómo la encontraste tan rápido. Solo no olvides lo que esa mujer y
—Haré lo que tenga que hacer —pronunció Thomoe con indiferencia, mientras sus ojos, sombríos analizaban un punto fijo en la pared.—¿La odias tanto como para entregarla? —preguntó Dan, con una mirada inquisitiva que buscaba penetrar en el alma de Thomoe.Las palabras de Thomoe se quedaron atascadas en su garganta, como si lucharán por encontrar el coraje para escapar de su prisión interna.—Siento que tú la amas, a pesar de todo. Ella no recuerda nada. Quizás sea un nuevo comienzo, Thomoe —murmuró Dan con una voz cargada de esperanza, mientras observaba la expresión impasible de Thomoe con atención.—¿Un nuevo comienzo? —preguntó Thomoe con curiosidad, sus ojos mostrando un destello de incertidumbre ante la posibilidad de un cambio.—Sí, bueno, me voy. Thomoe —anunció Dan, con un gesto de resignación en su rostro.—Dan, yo no la amo —afirmó Thomoe con firmeza, aunque su voz traicionaba una pizca de duda.—Tal vez si te lo repites más veces, lo creerás de verdad. Por cierto, a partir de
Después de que Wilson se fuera, Celeste y Mónica permanecieron en la iglesia, dejando que el eco de la misa del día se desvaneciera lentamente en el aire sagrado. Fue entonces cuando Mónica, con un gesto decidido, decidió abrir la boca y dejar escapar los pensamientos que habían estado danzando en su mente.—Ese chico amargado, Wilson, era realmente atractivo —dijo Mónica, dejando escapar un suspiro pensativo.—No me pareció —respondió Celeste con un encogimiento de hombros, mientras jugueteaba con un mechón de su cabello castaño.«Atractivo, Thomoe» pensó Celeste para sí misma, con una sonrisa pícara danzando en sus labios.—No me engañas, estás pensando que es más apuesto el profesor, como que me llamo Mónica —pronunció esta última con un brillo travieso en sus ojos, después de notar lo transparente que era su amiga Celeste en cuanto a sus preferencias masculinas, especialmente por el profesor Thomoe, que había dejado una impresión duradera en su corazón desde el primer momento.—No
—¿Y a dónde ibas? —preguntó Thomoe al ver que él y Celeste se habían quedado solos, con una curiosidad genuina en su voz.—Yo... no lo sé —respondió tímidamente Celeste, agachando la cabeza, mientras jugaba nerviosamente con sus manos. Thomoe la observó con ternura y tomó su mentón suavemente para que lo mirara.—¿No lo sabes? —preguntó Thomoe, perdiéndose en los ojos de Celeste, con una mezcla de confusión y comprensión.Pero Celeste tenía pena de decir que iba a la farmacia, sintiendo un nudo en la garganta.—¡Tete! —pronunció Thomoe, tratando de sacarla de sus pensamientos.—A la farmacia —respondió Celeste al fin, con voz entrecortada por la incomodidad que sentía.—¿Te sientes bien? —le preguntó Thomoe preocupado, notando la tensión en su expresión mientras tomaba sus manos con delicadeza, sus ojos buscando los de ella en busca de alguna señal de malestar.—Sí, solo me duele un poco la cabeza —mintió Celeste, sintiendo el rubor subir a sus mejillas al tratar de ocultar su verdade
—Imagina que eres como este auto —respondió Thomoe, señalando el vehículo con un gesto enigmático. El automóvil, de un rojo brillante, relucía bajo el sol de la tarde, destacando entre los demás vehículos estacionados en la calle.—¿Cómo? —preguntó Celeste, intrigada por la comparación, sus ojos brillaban con curiosidad mientras observaba el automóvil.—Ya te lo explicaré, pero no hoy... El motor rugió con fuerza, mientras el vehículo se deslizaba suavemente por la calle, atrayendo las miradas de los transeúntes.Thomoe dejó a Celeste con la incertidumbre mientras arrancaba el auto y se dirigía hacia la plaza. Mientras tanto, en otra parte de la ciudad, con Mónica y Dan:—Lo siento por lo del rayón en tu auto, Dan —se disculpaba tímidamente Mónica por haber chocado el vehículo de Dan. —Tranquila, solo fue un pequeño rasguño —aseguró Dan, aceptando las disculpas.—Te ofreceré dinero para reparar tu auto —propuso Mónica con una expresión preocupada, mientras sacaba su cartera en bu