Íbamos en el auto de camino a casa de mis padres. Los de Jean no se lo tomaron para nada bien, no me quería ni imaginar lo que pensarían los míos.Pero lo que más me aterraba era la reacción de Salomé. Por suerte, tenía a Jean a mi lado y él no permitiría que ella se me acercara.—Oye, lamento mucho causarte tantos problemas —dije, sintiéndome fatal porque lo echaron de su casa.No pensé que ambos padres reaccionarían de la misma manera hacia su hijo, solo porque decidió escogerme a mí. Por lo menos yo tuve un poco de compasión por parte de papá.—No te culpes, ambos estamos pasando por lo mismo —alegó, con la vista fija en la carretera.—Me imagino que el cargo se lo darán a Oscar... —murmuré—. ¿Ya no tendremos que trabajar mañana?—Bueno, más bien te mostraré la nueva empresa —comentó, ya más calmado—. Le envié un mensaje a Marcus para que diera la renuncia, así mis padres perderían a uno de sus mejores empleados, y a su CEO.—Vaya estrategia —reí—. Deberías quitarles también a la r
Estaba en el departamento de Sara, preparándome para dormir. Jean me había comentado que al día siguiente me sorprendería con nuestro nuevo hogar, cosa que me tenía emocionada.—Bueno, querida, deja de preocuparte por Salomé —La mujer estaba comiéndose una galleta y se lanzó encima de la cama—. Es una perra que ladra, pero no muerde.—Espero que sea así, porque se quedó muy mal cuando nos fuimos —aclaré, un poco preocupada.No esperaba que Salomé hiciera algo, pero básicamente le había arruinado todos sus planes. Me quedé con el hombre que le gustaba y a parte se quedó sin poder ser una CEO.—Tranquila, cualquier cosa, yo puedo darle unas cuantas cachetadas para que entienda —Levantó su mano, dando el ejemplo.—Lo aprecio —reí, cubriéndome con la sábana.Ambas habíamos dormido en la misma cama porque Sara solo tenía una habitación y no quiso que durmiera en el sofá. Era agradable compartir esos momentos con una amiga que sí me valoraba.—Entonces, ¿te vas mañana? —cuestionó, masticand
—Bienvenida a la nueva empresa —habló Jean, estirando los brazos cuando entramos al edificio.Era mucho más pequeño de lo que imaginé, pero por algo se empezaba. Deduje que solo tenía dos pisos y habían unas cuantas personas de un lado a otro.—¿Trabajaré contigo? —pregunté, curiosa por ver lo que había conseguido.—Serás mi mano derecha, pero antes tendré que explicarte la estrategia que manejamos. Para eso necesito que me des unos días, ¿te parece? —explicó, mirándome con picardía.—De acuerdo —reí.—Por cierto, contraté a una recepcionista que te alegrará el día. Puedes ir a saludarla, yo buscaré a Ezequiel —indicó, señalándome el lugar.Ignoré a Jean en cuanto vi a esa pelinegra de ojos pequeños a lo lejos, saludándome con la mano. Mi boca estaba abierta en una ligera "o" llena de sorpresa porque no esperaba verla tan pronto.Significaba que no dudó en renunciar por nosotros.Caminé hacia ella, quien me veía con una amplia sonrisa de orgullo. Ambas nos sostuvimos las manos por enc
—¿Estás lista? —preguntó Jean.Terminé de colocarme las zapatillas porque no quería llevar tacones. No sabía cuánto íbamos a durar allá.Asentí, viéndome una última vez en el reciente espejo que había comprado. Llevaba puesto una camisa mangas largas pegada a mi torso que resaltaba un poco mi figura, junto a unos jeans negros.—Espero que no hagan tantas preguntas —murmuré, caminando hacia la puerta.—Lo harán, porque ellos viven del chisme —resopló—. Lo importante es decir que nos vamos a casar y explicar lo que sucedió con Salomé, no me gustaría ser el villano si quiero escalar.—No lo serás, Jean —sonreí—. Aunque sería mejor omitir lo del bebé.—Por supuesto.Salimos de la casa y nos subimos en su auto para emprender rumbo al edificio en donde se estaría llevando a cabo la entrevista.Nos harían preguntas, sobre todo a Jean, que podían comprometerlo con el público. Lo peor es que estarían transmitiendo todo en vivo por televisión.Me daba un poco de pánico porque mi familia me verí
—Lástima que la cita con el ginecólogo me la dieron para la próxima semana —resoplé.Me encontraba en una cafetería hablando con Sara. Ella me ayudó muchísimo cuando me echaron de casa, y en general nunca me había dejado abandonada.—Bueno, yo voto por que sean trillizos —Cruzó los dedos, bebiendo un sorbo de su batido.—¡Sara! No sean tan cruel conmigo —reproché—. Tener tres niños al mismo tiempo sería muy agotador.—Estaba bromeando —rió—. ¿Y qué tal les va? ¿Todo bien en su nuevo hogar? —Apoyó sus codos sobre la mesa.—Es increíble, no pensé que sería agradable vivir con un hombre —aseveré, comiendo una papa frita.Últimamente me estaba dando el doble de hambre, sobre todo si se trataba de comida chatarra. Ya nos habíamos comido unas buenas hamburguesas que habían llegado por tiempo limitado y estaban en promoción.—Corrección, vivir con un hombre que amas —alegó—. En mis treinta años he compartido piso durante una semana con dos hombres distintos, y ya sabes para qué.Me guiñó el
Mis ojos se abrieron lentamente, luchando contra el peso del sueño inducido por el daño que recibí. Las luces del techo blanco parpadeaban borrosas sobre mí, y el olor estéril del antiséptico llenaba mis sentidos.Me di cuenta que estaba acostada en una camilla y tenía una intravenosa. Sentía el cuerpo adolorido, pero sorprendentemente intacto, salvo por los rasguños que ardían en mi piel, y uno que otro moretón.Mi cabeza también estaba rodeada con vendas, en la parte de arriba. Supuse que me llevé un fuerte golpe sin darme cuenta.—¿Aurora? ¿Puedes oírme? —La voz alguien sonaba lejana, pero clara.Con un esfuerzo, asentí, intentando aferrarme a la realidad que se deslizaba entre mis dedos temblorosos por tratar de recordar lo que había pasado.—Estás en el hospital —continuó el hombre que empecé a visualizar, llevaba una bata de médico—. Hubo un accidente... pero tienes suerte. Tú y los bebés están bien, fue todo un milagro que salieran ilesos, considerando las circunstancias. Solo
Habían pasado unos días en los que estuve en reposo ya que el doctor quería asegurarse de que no tuviera ningún problema. Por fin me dieron de alta y Jean seguía sin despertar, pero solía ir a su habitación todos los días con la esperanza de que abriera los ojos.Mi padre también me visitaba, trayéndome alguno que otro postre que fue previamente aprobado por el doctor. Por alguna razón sentí que quería enmendar el pasado.—¿Por qué no vas a ver a tu hermana? Así te burlas de ella en su cara —sugirió Sara.Ambas estábamos caminando hacia la habitación de Jean, ella me dejaría con él porque tenía que trabajar ese día y ya había mantenido la biblioteca cerrada para estar pendiente de mí.Le estaba agradecida. Sakura también quiso hacer lo mismo, pero tenía que ayudar en la empresa a Marcus y a Ezequiel debido a la situación de Jean.—No creo que haga falta. Estoy bien al saber que recibió una cucharada de su propia medicina —resoplé, abrazándome por el frío que hacía dentro del hospital—
Las semanas pasaron en un abrir y cerrar de ojos, y Jean ya estaba listo para que le dieran de alta. Podía caminar, pero le costaba un poco mover su torso ya que todavía le daban ciertos dolores que se calmaban con analgésicos.—¿Listo para regresar a casa? —pregunté.Le tenía una sorpresa para cuando llegara. Allá se encontraban: Sara, Ezequiel, Sakura y Marcus. Esperándonos con un gran cartel de bienvenida, unos cuantos globos y una buena cantidad de comida servida en la mesa como si de una fiesta se tratase.—No sabes cuánto. La comida del hospital ya me tiene harto —se quejó, tomando mi mano.—Bien, Jean. Todo listo para que te vayas, recuerda que debes de hacerte chequeos cada cierto tiempo para comprobar que los huesos hayan sanado por completo —Apareció el doctor, sorprendiéndonos—. Sigue mis indicaciones y la receta médica, y estarás bien.—Muchas gracias por la ayuda y el apoyo, doc —expresó, estrechando su mano.—Un placer haberlo ayudado. No se olvide de la fisioterapia, le