Al regresar a casa, Daniel no dejaba de insistir en que yo no debía adelantarme a ejecutar el plan sin avisar. La verdad es que todos sabíamos que Natalia iba tras él. Solo que no había encontrado el momento adecuado, y ahora que me iba, esa era su oportunidad.

Hasta que me fui, Daniel seguía molesto mientras me llevaba al aeropuerto en su auto.

—No puedes hablar mucho con Rafael, ni quedarte a solas con él, ni...

—¡Está bien! Solo voy a trabajar, no a vacaciones. Si no te sientes seguro, puedo intentar seducir a Natalia —Le lancé una mirada fulminante, y él, en cambio, sonrió.

—Lo máximo que puedes hacer es seducirme a mí. Para mi esposa, tendré que sacrificar mi belleza, ¡qué triste! —Tomó mi mano y mordió con fuerza mi dedo.

La empresa tenía muchas cosas que lo esperaban, así que me dejó en el aeropuerto y se fue rápidamente.

Pensé que Natalia tardaría unos días en actuar, pero no había pasado mucho tiempo desde que bajé del avión cuando me enteré de que ya estaba instalada en la of