"¡No!", le advierto cuando intenta quitarse la bata. "No hagas eso. No te quites la ropa". Se detiene y me mira, aún sonriendo. "¿Quién te ha dejado entrar?", pregunto fríamente. Se burla.

"Como si hubiera alguien ahí fuera que tuviera los huevos de impedirme subir hasta aquí".

"¿Qué quieres?".

"Creo que ya lo sabes". Ella da un paso adelante, pero yo retrocedo para mantener la distancia entre nosotros.

No quiero que nuestros cuerpos se toquen de ninguna manera. Ella es como una planta venenosa que te sujeta y te asfixia hasta la muerte si dejas que te toque.

"No me interesa. Puedes irte".

"Sí, te interesa. Siempre te interesas por...", señala su cuerpo. "Esto. No puedes resistirlo". No le digo nada. Mira a su alrededor, haciendo inventario de la habitación antes de volver a clavar sus ojos en mí.

"Esta habitación es diferente. No es la habitación en la que siempre pasamos las noches juntos. ¿Verdad?". No digo nada. "¿Es tu verdadera habitación? ¿Es aquí donde pasas las noches c