No pienso, ahora solo soy instinto, puro deseo.

Despeino los perfectos cabellos negros de Jonah, mientras él me toma de la cintura y me aleja de la mesa de revisión del bebé, donde Hector sigue profundamente dormido. Besándonos apasionados los dos llegamos al escritorio de la doctora, donde Jonah tira todas las cosas de la pediatra al suelo, tomando mis piernas para levantarme y subirme sobre la superficie de madera del escritorio.

—¡Jonah! —llamo su nombre sorprendida.

—Eres deliciosa, hueles tan bien… —susurra él contra mis labios aparentemente tan fuera de control como yo.

Agradezco haber venido con un vestido, ya que Jonah me quita el suéter que traigo y levanta mi falda, pudiendo rozar mis piernas, cada vez más arriba, cerca de esa área sensible de mi cuerpo. Yo me distraigo en su cuerpo, le quito su saco de un golpe, y muy excitada comienzo a pasar mis manos por su pecho y su espalda, ¿Él siempre fue tan musculoso?

Me encanta tocarlo, pasar mis dedos por cada uno de sus hermosos