Capítulo 5: La marca II

Puedo querer a mi hermano, pero sabe que se está excediendo. No voy a volver y menos porque a Luminara, se le ha ocurrido volver a traicionar a los hombres lobos.

Luminara y yo tenemos un pasado desastroso, el mismo pasado que me obligó a alejarme de mi manada y de mi familia y por el que a ella y a su padre los expulsaron de su manada y en la actualidad, no quiero tener ningún contacto innecesario con ella.

— Ónix ha encontrado a su luna — Mi gruñido se vuelve más ronco y fuerte, lo que al final no hace la diferencia, porque Luciano continúa hablando — Es una humana y …

— No soy un alfa — Replico, interrumpiendo la cantidad de estupideces que está diciendo.

— La profecía — Responde Drago y siento como la furia empieza a invadirme.

— La chica no es una hechicera, Drago, es una simple humana — Le explica Luciano.

— Pero nadie dijo que tendría que serlo, todo depende de cómo se interprete, la profecía dice que solo que hechiza al alfa de la manada y para eso no tiene que ser precisamente una hechicera — De inmediato identifico la duda en la mirada de Luciano.

¡Lo que me faltaba! Un adulto dejándose llevar por las ideas románticas de un adolescente.

— No soy el alfa de la manada, así que una simple humana no puede hechizarme — Mi voz en un tono bajo suena amenazante, de eso estoy seguro — No tenemos tiempo ahora, tienes que llevártela Luciano — Añado con un tono autoritario que hace que los dos se vuelvan a mirarme.

— ¿Está aquí? — La incredulidad en la voz de Drago es palpable.

Hasta hoy, solo él podía entrar en mi cabaña y ahora tengo más visitas de las que he tenido en mis cinco años de aislamiento.

— Anoche, su hermana, fue atacada en el bosque, es la mujer de la que deben estar hablando en las noticias — Les informo y ellos se vuelve a mirar hacia la puerta como si el espectro de la hermana de la humana se fuese a aparecer de un momento a otro.

— ¿Lo viste? — Luciano se acerca a mi lado.

— Alcancé a herirlo, pero tuve que dejarlo ir cuando llegó la policía y mi prioridad se volvió rescatar a la humana que se encontraba en medio de un baño de sangre — Vuelvo a recordar la sensación extraña que me invadió en el momento que ataqué al hombre.

— ¿Y por qué quieres que la chica se vaya? — Pregunta Drago.

— Es humana — Respondo conteniendo la respiración.

Una humana que va a enloquecerme si no se va en los próximos minutos.

— Si algunos hombres lobos se han enlazado con vampiros, no veo porque no puedas crear el lazo con una humana, ya ha pasado antes — Me dice con toda tranquilidad, como si no se enterara de lo complicado de la situación.

— Por qué la destrozaría Drago, acabaría con ella en segundos — Susurro.

— No necesariamente, eres el que mejor se sabe controlar de toda la manada y los humanos son más fuertes de lo que pensamos, así que…

— Acabaría con ella. Tomaría sus delicados huesos y los cerraría contra mi cuerpo y en segundos estarían destruidos, ¿no te das cuenta del monstruo que soy? — Mi voz fuerte y potente y el ruido que hace la mesa al partirse en dos pedazos, justo en el lugar que estampo mi pucho con toda la violencia de la que soy capaz como humano, sorprende a mis interlocutores.

— Tú la mataste — Escucho el leve sonido de la voz de la humana y por un segundo dudo de haber comprendido de manera correcta su afirmación — Eres un asesino, tú la mataste — Luciano y Drago se acercan a la puerta.

Sin embargo, la humana la cierra contra nuestras narices y escuchamos sus pasos acelerados.

Su corazón late con mucha fuerza y el pánico invade cada uno de sus poros y terminaciones nerviosas, se siente sola y perdida y el descubrir lo que le está pasando, solo me confirman la decisión que he tomado.

Voy a protegerla, pero no estaré a su lado, aunque me muera por tenerla.

— ¿Qué hacemos? ¿La dejamos avanzar un poco más o vamos ahora? — Me pregunta mi hermano y Luciano lanza una carcajada.

— Déjamelo a mí, prepara el viaje y no le des más licor a mi hermano — le digo a Luciano.

Salgo de la biblioteca y en segundos estoy al lado de una humana de cabello oscuro, con un cuerpo relativamente normal y un poco más alta que la media; que se encuentra gritando y corriendo desesperada a campo traviesa, por el bosque, acercándose sin quererlo, al verdadero asesino de su hermana.

¡Estoy seguro de que está muy cerca!

— ¡Detente! — Le ordeno y el cuerpo tembloroso de la chica se detiene en el acto.

Su corazón se acelera al igual que el mío y la intensidad de su dulce olor me golpea como una bala de tenis en el vientre.

El desconcierto se apodera de ella, no comprende por qué ha reaccionado de esa forma, deteniéndose, ante mi orden y mi presencia, al igual que yo, no puedo creer que haya sido impregnado y menos por ella, una humana; cuando mi deseo ha sido estar alejado de todos.

No me merezco a una compañera y mucho menos me la merezco a ella.

 

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