Trece se encontraba en el comedor, muy pocas veces era las que comía junto con todas las internas del área, se encontraba en el hospital psiquiátrico desde hace más de dos años, desde que vio toda su vida venirse para abajo, su mente le jugaba malas pasadas, este día era tranquilo, su madre no la había visitado en días, desde el día que hablo con el amable Dr. Abello, si era un hombre amable, le recordaba a su padre biológico, si a él le recordaba.
Uno de los estudiantes que presenciaba las sesiones con ella, trabajaba en el área como residente, observaba de lejos a la mujer, le producía una sensación de dolor cada vez que la observaba, por su caso, los antecedentes que marcaban, los signos y síntomas, no quería hacer un pronóstico, pero estaba cien por ciento seguro que trece, si la paciente trece nunca saldría del mundo de fantasía que vivía en su cabeza, si bien en algunas ocasiones se mostraba lucida en otras no tanto.
El Dr. Abelló ese día tenía consultas con otros pacientes y otras clases, iba rumbo a su consultorio, cuando se encontró con su estudiante, quien llevaba otros expedientes, al reconocerlo el médico saludo a su alumno.
Buenas tarde, Noriega, ¿Cómo se encuentra? - saludo Abelló- ¿ha realizado los reportes de la clase? - el estaban frente a la puerta del consultorio de Abelló- Noriega se quedó pasmado, no pensaba que el profesor recordara todo.
Me he atrasado un poco, ya sabe estoy en el internado aquí en psiquiatría por la especialidad, y estoy pensando hacer una tesis acerca de la esquizofrenia paranoide en pacientes ya diagnosticados, bueno algo así- dijo Noriega- igual me han dado más pacientes, solo que son ambulatorios, me falta un año para que me den los internos o algún pabellón.
¿ya tiene asesor de tesis, Noriega? - el médico abría su consultorio para entrar en este, hacía una indicación para que Noriega entrara junto con él al consultorio- tomé asiento, Noriega, he seguido su carrera desde que era estudiante, y creo que es el mejor de muchos que toman la clase, sé que algunos de ellos regresaran a su estado, o pedirán una vacante en este hospital, pero yo quiero que usted se quede aquí, así que, si no tiene asesor de tesis, yo con gusto lo seré- decía Abello mientras se servía un café.
Me encantaría que usted sea mi asesor, Doctor Abello- hablo Noriega- aquí pedí la residencia, en primer lugar, porque es el mejor hospital de psiquiatría del país, y segundo porque usted es uno de los catedráticos que trabajan e imparten aquí, así
que, si usted me ofrece ser mi asesor, yo con gusto lo acepto.Muy bien, Noriega, ahora retírese, tengo consulta- así dio como concluida la plática el médico, Noriega salió del consultorio del médico, esperando verlo pronto en clase.
Días
más tarde...En la cámara de Gesell, se encontraba trece sentadas nuevamente frente a Abelló, la mujer en esa ocasión traía puesta la camisa de fuerza, ya tenía mucho tiempo que no era necesario que la usara, excepto por las cortas que se provocó con un vidrio del baño.
Dime, trece, ¿Qué sucedió? - pregunto el médico mientras miraba a la paciente que tenía frente a él- ¿qué te motivo hacerte daño? - el hombre saco libreta y lapicero para comenzar a anotar.
Ella siempre está aquí, me lo ordeno, yo no quería, como no quise matarlo, desde niña me obligaba a decir y hacer cosas, entre ella y mi abuela, hasta me dejaban a solas con él- su voz era perdida, tal vez por el efecto de los medicamentos o simplemente, trece, estaba cansada de vivir- esta estaba completamente estática.
¿Quién te lo ordeno? - Abello miraba a la mujer, mientras hacía notas en su libreta- tenme confianza, quizás si lo haces, podemos lograr que esa persona te deje en paz- su voz se escuchaba tranquila y relajada.
Sabe, creo que no se lo diré, ya que usted es un metiche, y se lo irá a contar a todo el mundo- su postura cambio e igual la voz, esta era la voz de alguien más impositivo- por eso no le diré nada, ¿me escucho?, nunca le diré nada más, ya me quiero ir, no quiero estar, aquí. Trece comenzó a moverse, quería quitarse la camisa de fuerza.
El enfermero de trece, inmediatamente entro a la señal de Abelló, ese día no habían avanzado nada, salvo que nuevamente mencionaba a una mujer.
El enfermero se retiró con ella, le pusieron un sedante, que haría que durmiera hasta el día siguiente.
Las luces se prendieron nuevamente, el médico se puso delante del vidrio, mientras pasaba su mano por el rostro, se le notaba cansando y consternado, aun así, su voz era relajada como siempre.
Eso es todo por hoy, doctores, la próxima semana, cada uno de ustedes tendrá que pensar una pregunta para trece, así que analicen bien, mediten que es lo que le preguntaran, nos vemos la próxima semana- dijo Abelló mientras se retiraba...
EN EL HOSPITAL PSIQUIATRICO.
Samaniego se retiraba, era casi de noche, el día fue realmente ocupado juntas, consultas, visitas; realmente se encontraba cansado, en el hospital reinaba un ambiente de pesadumbre que nunca antes se había presentado en dicho lugar.
Caminaba por los pasillos y estos se encontraban totalmente desiertos, era muy raro no habían dado ni las 21:00 horas; no había ni un ser viviente en el lugar, sus pasos resonaban por los pasillos, comenzó a sentir angustia, así que acelero el paso para llegar a la puerta de salida del pabellón de dirección. En esos momentos detrás de él se comenzaron a escuchar pasos que caminaban rápidamente, Samaniego intento correr, pero no podía, algo le había detenido por los pies, eran manos, manos con cortadas, algunos dedos de uñas, la sensación de terror comenzaba a embargarlo. En esos momentos una mano lo estaba sacudiendo.
Manuel, despierta, vamos despierta- era Mariana que se encontraba a su lado, en su cama, tardo muchos minutos en reaccionar, igual en saber que ya se encontraba en su cama, en su casa y no el hospital.
¿qué
sucedió? - Mariana le preguntaba- ¿te sientes bien?, por Dios, Manuel, estas cubierto en sudor, deja te traigo un vaso de agua, así te relajas, ella se levantó de la cama para ir en busca de un vaso de agua, Manuel no recordaba cómo había llegado a casa, lo último que venía a su memoria era el pasillo del hospital; su conversación con la Dra. Lanah, tenía que descansar, aun sentía los latidos del corazón; no tenía ni la menor idea de lo que había sucedido.Mar llego y desde la puerta miro preocupada a su novio, este se encontraba en la cama con una de las manos en la cabeza, se acercó a él con el vaso de agua y se sentó en la cama.
Ten Manuel- mientras le pasaba el vaso de agua, ella nuevamente se volvía a acostar en la cama- estas pálido, fue tan mal sueño- la voz de la mujer se escuchaba lejana y con eco, la cabeza del médico comenzaba a sentir un dolor extremadamente fuerte.
El hombre tomo el vaso con agua que su novia le pasaba y comenzó a beberlo, su boca se encontraba seca, no tenía ni gota de saliva.
Gracias, Mar- hablo Samaniego, sus latidos del corazón se estaban tranquilizando, no sabía que decir, o que palabras articular, era algo muy raro, lo único que se le ocurrió preguntar fue: ¿a qué hora llegue del hospital?
La mujer se le quedo mirando intrigada y muy preocupada, así que decidió hablar para tranquilizar a su novio- llegaste temprano, cenamos, te prepare un corte carne, ¿no lo recuerdas?, tomamos unas copas de vino, vimos una película y ya después venimos a dormir, en realidad no ha pasado mucho tiempo, máximo dos horas, te quedaste dormido casi al instante de poner la cabeza en la almohada.
Samaniego se comenzó a preocupar, ¿tenía amnesia temporal?, eso era imposible, recordaba a la perfección su plática con Lanah, recordaba su día en el hospital, otra vez su cabeza comenzaba a doler y se presentó ese aroma metálico, el cual es característico de la sangre, en ese momento su estómago le reclamo, las náuseas por el olor se presentaron, alcanzo a levantarse rápidamente y llegar al baño, vomito toda la cena que había ingerido hacia un par de horas.
Su novia se encontraba parada frente a la puerta del baño, ya tenía un vaso de agua nuevamente en la mano, el hombre salió del baño después de lavarse los dientes, en verdad se sentía mal.
Toma-le dijo Mar- ven vamos, debes de descansar; creo que te estás sobrecargando de trabajo, Manuel; deberías relegar responsabilidades en el hospital y no querer hacerlo todo tú los dos caminaban rumbo a la recamara. La mujer le acomodo la cama y lo ayudo a recostarse en ella.
¿Quieres que te traiga algo más? - cuestiono ella, estaba al lado de él, le acomodaba las almohadas con tranquilidad, se encontraba preocupada pero no lo demostraría al hombre.
No, Mar, gracias- Samaniego se acomodó en las almohadas- sabes, lo único que recuerdo, es una conversación, solo eso, fue en el pasillo del hospital, es lo último que recuerdo de la tarde; me duele un poco la cabeza- hizo una mueca de dolor y cerró los ojos.
¿con quién fue la conversación? - la chica lo miró fijamente, el hombre al sentir la mirada de ella tomo la decisión de revelar el nombre de Lanah, sabía que, si lo hacía tendrían una fuerte discusión, Mar le había tomado odio a la médica desde que la conoció.
Con el Dr. Linares, es nuevo, es acerca de la paciente 1903, te he contado un poco de ella, la pareja siguió platicando un poco más, hasta que ella se quedó dormida, Manuel Samaniego se quedó despierto con una duda, ¿Por qué no recordaba? ¿ese olor a sangre eran alucinaciones?, decidió que lo pensaría más tarde, así que se dispuso a dormir.
los sueños y los periodos de mente en blanco comenzaban a ser una constante en la vida delDr.Samaniego,loera más cuando iba del hospital para su casa, a lo mismo que las alucinaciones con el olor metálico de la sangre, no había platicado de esto con nadie, se lo quedaría para sí, puesto quesabíaque las personas comenzarían a preocuparse por él o hablar de su cordura, o peoraúnlo destituirían del puesto. Trece se encontraba en el jardín del hospital, era de los pocos días en que se le permitíasalir ala mujer, los recuerdos en la mente de ella venia de manera momentánea, ella se encontraba mirando hacia la fuente que se encontraba en medio del jardín, la figurafantasmagóricade su madre se encontraba a su lado. Si, té portas bien, “trece”- le decía la mujer en tono burlón- mañaINJUSTICIA
Era el día de consulta de 1903 con el Dr.Samaniego, el hombre se encontraba sentado frente a su paciente con la mirada fija en ella, la pregunta que le había realizado no era muydifícilde responder, ¿qué era lo último que recordaba antes de llegar al hospital? La paciente permanecía callada, su mirada denotaba una tristeza infinita, no quería hablar, su mente era una confusión, imágenes de Samaniego envuelto en sangre, eran las más recurrentes
Abello se encontraba en casa, lasúltimassemanas en el hospital fueron intensas, por fin podía descansar unos momentos, su esposa se encontraba con él, ella estaba en su despacho queteníaen su misma casa. El médico aun en casa el trabajo lo seguía, bien sabía que su profesión era estar al cien para sus pacientes y los familiares de este. Ven a comer, querido- hablo la esposa de Abello
1903 estaba recibiendo terapia por parte del Doctor Manuel Samaniego; la mujer se encontraba sentada frente a este, el consultorio del hospital era pequeño, frio e impersonal. Buenas tardes, ya tenía tiempo que no te veía, veo que te encuentras callada-Samaniego intentaba mantener una conversación con la mujer, la cual se mantenía en silencio y distante, miraba a Manuel como si se tratara de un fantasma.
El dolor emocional que trece estaba presentando era demasiado fuerte, las alucinaciones continuaban de manera continua y eran repetitivas; en ocasiones tocaba el piano, pero ya no era tan seguido. Claro de luna ya no se escuchaba en el hospital, los residentes y algunos médicos extrañaban la melodía , la joven mujer se encontraba en su habitación la cual tenía una ventana que daba hacia el hermoso jardín ,veíalo quesucedía
Samaniego se encontraba en una junta con varias personas del personal, tenía días que venía sintiéndose intranquilo, no podía dejar de pensar en aquel maldito número que parecía perseguirlo desde que salió de Francia. Él como directorteníaque estar presente,teníanque nombrar al nuevo del área de psicología, de sus superiores venia la orden de poner a la psicóloga Susana Gardini, algo en el cual no estaba de acuerdo sobre todo por el proceder de esta última ante la paciente. La sangre se encontraba siempre presente en su mente, era lo único quepodíaver en los últimos días, el recuerdo de ella era inminente, el olor erametálicoy ferroso, incluso sentía nauseas. Trecesentíaun remolino de emociones en su mente, desde la euforia pasando por tristeza extrema, furia sanguinaria, todas en ella misma, la mujer soloqueríasalir de ahí, necesitaba estar con fuera de ese maldito lugar.Último capítuloNO TE ABANDONARE