Las palabras de Gabriel hacían eco en los oídos de Cielo, las preguntas que en más de una ocasión se había hecho, sin obtener respuesta, se repetían una y otra vez, porque la verdad era solo una, ella no sabía quién era el padre de Pamela, pero si estaba segura de que no era ninguno de esos hombres
— ¡¿Cómo fuiste tan estúpido?! ¡¿en qué m****a pensabas?! — los gritos de Greco lo sacaron de su miseria.— No pensaba, esa es la verdad, fue… cuando mataron a nuestros padres, solo podía pensar que no descansaría hasta acabar con sus asesinos y no pensaba sobrevivir, entonces, creí que lo mejor ser
Gabriel era un buen asesino, uno sigiloso, casi una sombra de la que no te percatabas, hasta que ya estaba sobre ti, pero ahora no era el caso, el doctor paso la mayor parte del tiempo danzando con el tatuado, pues cuando él daba un paso, Gabriel estaba enfrente, de derecha a izquierda, hasta que Ma
— Sí, comprendo, pero teniendo en cuenta la masa muscular de la señora, creo que ella tenía malos hábitos, ¿Qué saben de cómo se alimentaba antes? — tanto Macarena como Gabriel se vieron por unos segundos, ninguno de los dos la conocía de “antes” y su única fuente de información, estaba en la habita
— Eso no…— Gabriel… aún estoy procesando el saber que soy adoptada, el amor por los padres que me criaron solo ha aumentado desde que lo sé, su dedicación, amor, comprensión y cuidados en mí, solo provocan el amarlos aún más, pero hay otras cosas que no abandonan mi cabeza, el saber si fui amada, c
El miedo era una emoción que pocas veces había surgido en Gabriel Ángel, pero últimamente era la que más lo acechaba, era tan recurrente que comenzó a diferenciarla, miedo a perder a su hijo, miedo a que este lo rechazara, miedo de lastimar a su mujer que ya estaba demasiado herida, aunque no sangra
— Claro que sí, tenía pensado obligarte a hacerlo, al menos uno de mis hijos, me gustaría que naciera como Dios manda. — Gabriel mejor que nadie sabía que los latinos tenían cultura, costumbres y aunque su bollito de azúcar naciera en Estados Unidos, se imaginaba que sus padres le habían inculcado l
— Comprendo que estes enfadada, comprendo que merezco un castigo, pero…— No es un castigo, es una lección, mi querido querubín. — solo por decirle querubín, fue que Gabriel se relajó un poco. — Quiero que comprendas, que puedo ser ingenua, pero no soy idiota, comprendo tu amor por mí, aunque muchos