CAPITULO 25

—No tenías ningún derecho de arruinar la vida de Antonio —dijo colérica. Margarita, había tenido dudas de que el niño fuera realmente de Antonio, pero al reconocer la letra de su hija supo que era una declaración de guerra abierta, encontrarla hubiera sido casi imposible si no fuera por sus tantos vicios.

—¡Antonio! ¡Antonio! ¡Siempre Antonio! —gritó con lágrimas en los ojos

—Es mi hijo —dijo con enojo

—También soy tu hija Margarita, también salí de tu vientre ¿Cuál fue mi pecado, para que me abandonaras? Dime, que culpa tuve de que no pudieras cerrar tus malditas piernas y te entregarás a tu chófer —un segundo golpe atravesó el rostro lloroso de la chica.

—Te guste o no, vas a respetarme Rene y harás lo que te pida

—¿Qué quieres de mí

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