40. OBSERVANDOLA

Si de niña era hermosa, de mujer, ahora lo es mucho más. Se sienta a su lado por largo rato, ella sin darse cuenta se gira y se apoya en su hombro, él la deja feliz, y aprovecha para olerla. Su olor no ha cambiado, sigue siendo el mismo, a jazmín, igual que cuando la olía de niños. Era algo que le encantaba de ella. Al hacerlo, le parecía que estaba en un jardín lleno de esa hermosa flor. Y era el motivo por el que le encantaba dormir con ella en su habitación, todo estaba impregnado de ese aroma.

Después de varias horas, en las que ni el esposo regresó, ni ella se dio cuenta de que aquel faltaba, y seguía no solo con la cabeza apoyada en su hombro, sino, con una mano en su pecho, pues se había girado por completo para abrazarse de él. Cosa que lo llenaba de alegría y de rabia al mismo tiempo. Porque sabía que ese era un abrazo robado. No estaba dirigido para él, sino para el desvergonzado que llevaba a su amante.

¿Cómo pudiste enamorarte de él? Susurró en su oído, ella solo levan
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