Capítulo 3
De repente, Julia recordó que un amigo de Andrés, quien había mencionado que Andrés ya tenía una favorita, alguien que había conocido en América y se parecía mucho a ella. En aquel momento, Julia no lo creyó, pensando que esa mujer no debía ser rival para ella. Después de todo, ella estaba casada con Andrés y él no debería estar interesado en otra mujer. Sin embargo, ahora, al ver lo cariñoso que era Andrés con aquella mujer, no pudo evitar reconocer que Andrés nunca la había amado.

En medio del bullicio, cuando Andrés está a punto de acompañar a la mujer, vio a Julia parada no muy lejos, junto a Luz.

Andrés frunció el ceño.

—Andrés, ¿la conoces? —le preguntó la mujer, en voz baja.

—Es mi esposa, Julia Gómez. Alicia, ve a esperarme al coche, iré luego —respondió Andrés con indiferencia.

—Está bien —dijo Alicia con suavidad, mientras asentía.

Antes de irse, Alicia miró a Julia, quien casualmente también enfocó su mirada en ella. Alicia midió a Julia por un momento y sonrió levemente. Su dulzura profundizó la crisis emocional de Julia.

En ese momento, Andrés se acercó a Julia y le preguntó:

—¿Por qué estás aquí?

«¿Por qué Andrés la acompaña al hospital para una prueba de maternidad? ¿Acaso estaba embarazada de él?»

—¿Quién es esa mujer? —lo interrogó Julia, ignorando su pregunta.

—No tiene nada que ver contigo —respondió Andrés, de manera superficial.

—¿Acaso no tengo derecho a preguntar si me has engañado? —preguntó Julia, mientras luchaba por controlar las lágrimas que amenazaban con derramarse.

—¿Engañar? ¿Crees que tienes derecho a usar esa palabra? ¿Has olvidado cómo te casaste conmigo? Por si lo has olvidado, te recuerdo que, cuando nos casamos, te dije que nunca te amaría —respondió Andrés, fríamente.

Al oír las palabras de Andrés, el rostro de Julia palideció, apretó los puños para mantener la calma y preguntó:

—Entonces, ¿para ti solo soy un objeto para satisfacer tus deseos sexuales?

—Más o menos —respondió sin emoción.

Julia se rio burlonamente.

—Me estás tratando así, como venganza, porque crees que mi padre te ha tendido una trampa, ¿verdad?

—Basta —la interrumpió Andrés con brusquedad.

—Ahora que ha vuelto la mujer que amas, ¿qué piensas a hacer conmigo? —continuó Julia, enfadada.

Andrés frunció los labios, sin responder. Su silencio decepcionó a Julia.

De pronto, la mujer sintió que su estómago volvía a doler, tan fuerte que, finalmente, se desmayó.

Cuando Julia recobró la conciencia, ya había amanecido. El olor a desinfectante llenaba sus fosas nasales, y se percató de que se encontraba en el hospital y que el médico la está colocando una inyección intravenosa.

Ella frunció el ceño y abrió los ojos, en el mismo momento que Andrés salía de la habitación.

—¡Andrés! —gritó Julia y se incorporó en la cama, tan rápido, que estuvo a punto de caerse.

—Señorita Julia, tenga cuidado —dijo Luz, ayudándola a no caer.

—¿Adónde fue Andrés?

—Recibió la llamada de una mujer.

Julia se paralizó un momento.

—Señorita Julia, no esté tan triste, su salud es más importante —la consoló la empleada—. Anoche le hicieron una ecografía y le diagnosticaron una gastroenteritis aguda, por una intoxicación alimentaria. Ahora su cuerpo está muy débil.

Julia se sintió decepcionada. Pese a su estado de salud, Andrés no había dudado en dejarla sola, en cuanto recibió la llamada de aquella mujer.

—Señorita Julia, por favor coma algo de avena —dijo Luz, acercando un cuenco.

—Luz, ahora no quiero comer nada —dijo Julia, negando con la cabeza.

En ese momento, el teléfono de Julia sonó.

—¿Hola? —preguntó con debilidad, en cuanto se estableció la comunicación.

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