CAPÍTULO XXI

Linda.

Siento una mano posarse en mi cadera, me tenso al sentir el olor de su colonia, mi corazón late desenfrenado, deposita un beso en mi cuello que me hace estremecer.

—Estás tan hermosa —el calor de su aliento en mi cuello hace que mi piel se erice —no sabes cómo te extrañe mi amor —trato de girar hacia él, pero me lo impide pasando su brazo por mi cintura y pegándome a su cuerpo. —hueles tan delicioso como la primera vez que nuestros caminos se cruzaron, ¿lo recuerdas amor? —dice pasando su nariz por mi cuello.

—¿Có… cómo? —logro articular ignorando su pregunta.

—Eres mía Linda, no puedes estar lejos de mí —acaricia mi antebrazo.

—¿Por… por… qué? —mi cuerpo tiembla ante su contacto.

—¿Por qué, qué Amor?

—¿Por qué estás aquí, cómo me encontraste, Rafael?

—Como adoro escuchar mi nombre salir de tus labios —me gira hacia él haciéndome chocar contra su pecho, quedamos frente a frente, se ve tan diferente, tan guapo, es como si haya regresado cinco años atrás y está igual al hombre de
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