ValentinaTodo ocurrió en una fracción de segundo.Shadow se movió antes de que alguien pudiera siquiera respirar.Se lanzó delante de mí, su cuerpo siendo un escudo entre el arma de Fiamma y mi pecho. El disparo resonó en la sala, el impacto lo golpeó con una fuerza, forzándolo a retroceder un paso antes de caer al suelo.—¡Renzo! —grité, mi voz rompiéndose mientras me arrodillaba a su lado. La sangre ya comenzaba a empapar su camisa, y su respiración se volvió irregular.Nicola, con los ojos llenos de furia, apuntó su arma directamente a Fiamma y disparó sin dudar. La bala la alcanzó en el hombro, haciéndola soltar su arma mientras retrocedía tambaleándose.Alessandro gritó algo, pero no lo escuché. Todo mi mundo se redujo a Shadow, que me miraba con una sonrisa débil mientras intentaba hablar.—Valentina… —susurró, su voz apenas audible—. No… no dejes que se salgan con la suya.—No hables, —le dije, mi voz quebrándose mientras intentaba detener la sangre con mis manos—. Vas a salir
ShadowTodo pasó en cámara lenta, mientras Fiamma apuntaba con el arma a Valentina.No tuve tiempo de pensar con la frialdad que necesitaba en este momento. Pero una cosa sí era clara: Valentina estaba en peligro.Y no podía perderla.Escuché el disparo justo después de lanzarme frente a ella, protegiéndola con mi cuerpo.El impacto me dio de lleno en el pecho, con una fuerza brutal que me robó el aliento.El tiempo se detuvo. El ruido a mi alrededor se detuvo de golpe. Caí de rodillas.La sangre empapó mi ropa saliendo demasiado rápido de mi cuerpo. Pero nada tenía sentido ahora, nada más que ella a salvo.Mis ojos no se apartaron de mi amiga, la mujer que amo, que me miró con una expresión que nunca había visto antes en su rostro: terror.—¡Renzo! —gritó, su voz filtrándose en el pitido constante que escuchaba en mi mente.Se dejó caer junto a mí, sus manos presionando la herida, intentando detener el sangrado.—Valentina… —murmuré, mi voz un susurro mientras trataba de enfocar su r
Nicola—Tengo un auto en el estacionamiento, —dije, mi voz firme y la adrenalina aún corría por mis venas, mientras girábamos hacia una pequeña entrada lateral.Llegamos al estacionamiento y caminé directamente hacia el sedán oscuro estacionado en una esquina oculta. Abrí la cajuela con un movimiento rápido. Sabía muy bien lo que encontraríamos allí, pero me tomé un segundo para verificar que todo estuviera en su lugar.Valentina se acercó, y sentí su mirada curiosa mientras inspeccionaba el contenido.—Por supuesto que si—, murmuró rodando los ojos—, tienes todo un arsenal aquí.—Nunca sabes cuándo lo vas a necesitar, —respondí sin levantar la vista, sacando una de las armas más grandes del maletero. Revisé el cargador con un clic y luego la metí en la parte trasera del cinturón. Lancé una mirada rápida a Valentina, evaluándola, antes de tomar otra pistola y ofrecérsela.—¿Sabes? Este matrimonio está resultando exactamente lo que esperaba, —comentó mientras tomaba el arma y la revisa
Nicola—¡Hazlo ahora! —gritó, giré el volante hacia la derecha, golpeando el lateral del auto de Alessandro con toda la fuerza que pude manejar sin perder el control.El impacto resonó, y el sedán negrø se tambaleó de tal manera que el conductor perdió por completo el control.Vi cómo el vehículo giraba bruscamente hacia el borde del camino, levantando una nube de polvo y esparciendo piedras en todas direcciones.El auto comenzó a girar sobre sí mismo dando una, dos, tres vueltas completas antes de que una roca enorme al costado del camino pusiera fin a su abrupto recorrido.El sonido del metal retorciéndose y los vidrios rompiéndose llenó el aire, seguido por un silencio sepulcral que solo era interrumpido por el ruido del motor de nuestro auto.—¡Mierda! —grité, frenando de golpe para detenernos al borde del camino.Mi corazón latía con fuerza, mientras una mezcla de adrenalina y rabia me atravesaba como un veneno.—No puede morir así, —dije, casi rugiendo mientras salía del auto y
NicolaRespiré hondo mientras me acercaba a la puerta principal donde tendríamos la reunión.A mi lado, Valentina caminaba con paso firme, como siempre. Llevaba un vestido ajustado, impecable, y aunque parecía tranquila, conocía esa mirada en sus ojos: fría, alerta, lista para cualquier cosa.Su mera presencia era una declaración de fuerza, para recordarles a todos de que no éramos solo un par de líderes, sino un equipo letal.Antes de entrar, mi mente se desvió, acordándome del momento en que mi mujer se enteró de que Shadow estaba vivo.Había sido un momento raro, su máscara de frialdad se rompió por completo. La alegría en su rostro había sido genuina, por un segundo la asesina implacable que era se había desvanecido para dejar paso a la mujer que realmente era.Había abrazado a Renzo con tanta fuerza y alegría, y la verdad es que, aunque no lo admitiera en voz alta, su felicidad me había contagiado. Shadow era un hijo de esta organización, y había hecho más que suficiente para dem
ShadowHabían pasado solo unos días desde que la bala de Fiamma casi termina con mi pobre existencia.Por suerte, ya podía moverme sin que el dolor me hiciera apretar los dientes. Aún así, mi enfermera personal, me trataba como si fuera de cristal.Estaba terminando de abotonar mi camisa cuando ella apareció en la puerta. Se apoyó contra el marco, cruzando los brazos y con esa mirada que me daba cuando estaba intentando ser paciente pero algo le molestaba.—No deberías levantarte todavía, —dijo con su voz suave mientras me miraba desde la entrada de la habitación.—Estoy bien, —respondí con un gruñido, ajustándome la chaqueta y comprobando que no estuviera arrugada.Hoy era un día de respeto, y no podía darme el lujo de faltar.—Eso no significa que debas comportarte como un idiota, —replicó, dando un paso hacia mí. Podía sentir su preocupación incluso sin mirarla. Era constante, cálida, y me irritaba tanto como me aliviaba.—No voy a quedarme aquí, niña, —dije con un suspiro, girándo
Shadow—No me llames así, —gruñí, mi voz cargada de resentimiento—. Tú no eres mi padre. Un padre no entrega a su hijo como si fuera un perro sarnoso.Sabía que mis palabras le dolían, la familia era lo primero, después de todo. Dio un paso atrás, llevando una mano a su pecho.—Entiendo que estás enojado conmigo, —dijo con su voz quebrándose—. Pero no sabes toda la verdad.—¿La verdad? —solté con amargura, cruzándome de brazos.Enzo levantó la mirada, sus ojos brillando con lágrimas que se escaparían en cualquier momento. Nunca había visto a un hombre como él llorar, pero no me iba a ablandar ahora.—Yo no lo sabía, —dijo, su voz temblando—. No sabía que mi esposa estaba esperando a dos bebés.Me quedé quieto, confundido por sus palabras.—¿Qué clase de excusa barata es esa? —espeté, dando un paso hacia él.—Fue ella, —confesó, y una lágrima resbaló por su mejilla—. Fue tu madre.Mi respiración quedó atrapada en mis pulmones. Lo miré fijamente, esperando más explicaciones.—Ella... nu
ValentinaEl velorio había terminado y la noche nos encontró volviendo a casa.Todo había salido como lo planeamos pero mirando a mi marido, cómo conducía a mi lado, su cuerpo con una rigidez preocupante, mientras manejaba con una sola mano, y tenía la mirada perdida al frente, me mantenía en alerta.Todo en su expresión, la tensión en su mandíbula, sus labios apretados, me decía que estaba teniendo una batalla consigo mismo.Nicola siempre había sido un hombre fuerte, incluso en los peores momentos. Pero esta noche, después del velorio de su padre y de Giulia, algo en él se sentía… diferente.Respiré hondo, girándome un poco hacia él. Sin decir nada, coloqué mi mano sobre la que estaba en la palanca de cambios.Su reacción fue casi imperceptible; sus dedos se tensaron bajo mi tacto, pero no apartó la mano.Sabía que él no necesitaba palabras. No en este momento. Así que me limité a quedarme así, sosteniéndolo y dejándole saber que no estaba solo.Después de unos minutos sus dedos por