Shadow—No me llames así, —gruñí, mi voz cargada de resentimiento—. Tú no eres mi padre. Un padre no entrega a su hijo como si fuera un perro sarnoso.Sabía que mis palabras le dolían, la familia era lo primero, después de todo. Dio un paso atrás, llevando una mano a su pecho.—Entiendo que estás enojado conmigo, —dijo con su voz quebrándose—. Pero no sabes toda la verdad.—¿La verdad? —solté con amargura, cruzándome de brazos.Enzo levantó la mirada, sus ojos brillando con lágrimas que se escaparían en cualquier momento. Nunca había visto a un hombre como él llorar, pero no me iba a ablandar ahora.—Yo no lo sabía, —dijo, su voz temblando—. No sabía que mi esposa estaba esperando a dos bebés.Me quedé quieto, confundido por sus palabras.—¿Qué clase de excusa barata es esa? —espeté, dando un paso hacia él.—Fue ella, —confesó, y una lágrima resbaló por su mejilla—. Fue tu madre.Mi respiración quedó atrapada en mis pulmones. Lo miré fijamente, esperando más explicaciones.—Ella... nu
ValentinaEl velorio había terminado y la noche nos encontró volviendo a casa.Todo había salido como lo planeamos pero mirando a mi marido, cómo conducía a mi lado, su cuerpo con una rigidez preocupante, mientras manejaba con una sola mano, y tenía la mirada perdida al frente, me mantenía en alerta.Todo en su expresión, la tensión en su mandíbula, sus labios apretados, me decía que estaba teniendo una batalla consigo mismo.Nicola siempre había sido un hombre fuerte, incluso en los peores momentos. Pero esta noche, después del velorio de su padre y de Giulia, algo en él se sentía… diferente.Respiré hondo, girándome un poco hacia él. Sin decir nada, coloqué mi mano sobre la que estaba en la palanca de cambios.Su reacción fue casi imperceptible; sus dedos se tensaron bajo mi tacto, pero no apartó la mano.Sabía que él no necesitaba palabras. No en este momento. Así que me limité a quedarme así, sosteniéndolo y dejándole saber que no estaba solo.Después de unos minutos sus dedos por
ValentinaEl silencio en nuestra habitación era casi insoportable.Nicola había insistido en que subiera para que me tomara un momento para respirar después de la bomba que habíamos recibido.Pero la habitación se sentía más como una jaula que un lugar para calmar mi mente y mi corazón.Me quedé de pie, mirando por la ventana. En el patio, varios hombres patrullaban, vigilando cuidadosamente los alrededores.Nicola estaba sentado en el borde de la cama, sabía que estaba observándome con esa mirada penetrante que usaba cuando intentaba leerme.Pero yo no quería que me leyera.No quería que me viera así.Crucé mis brazos sobre mi pecho, no porque tuviera frío, sino porque sentía que lo único que me mantenía entera era esta posición. Estaba sosteniendo los pedazos de mí misma, tratando de evitar que cayeran al suelo.—Amore mio, —dijo después de evaluarme, su voz baja y calmada, como si temiera asustarme.—No quiero hablar, Nicola, —respondí, mi voz más cortante de lo que pretendía.Él n
ValentinaNicola dejó escapar un bufido bajo, mirándome con el rostro fruncido aún sin decidirse si reír o estar furioso.—¿Y crees que atarme a una silla es la mejor manera de recordármelo?No le respondí, me limité a mirarlo a los ojos, mientras dejaba caer lentamente mi vestido. Quedando solo en mis diminutas y sexys bragas. Su mirada recorrió mi cuerpo con una intensidad tan aballasadora que sentí como si pudiera tocarme.—¿Te gusta lo que ves? —pregunté, rozando la yema de mis dedos por su mandíbula mientras me sentaba a horcajadas sobre su regazo—. No soy una muñeca, amore mio. No soy alguien a quien proteger o consolar. Soy tu igual.Él me sostuvo la mirada, y aunque su rostro estaba todavía decidiendo qué me dejaría ver, vi algo en sus ojos que me hizo saber que entendía lo que estaba haciendo.—Nunca he pensado que seas menos que eso, —dijo, su voz baja acariciando mi piel—. Pero si esto es lo que necesitas, entonces hazlo, principessa.Su respuesta me tomó por sorpresa, pero
BiancaLa casa de Nicola y Valentina era imponente, aunque no tenía la frialdad que imaginé la primera vez que la vi.Había algo cálido en los detalles, en los muebles elegantes, las flores frescas que adornaban cada rincón y la iluminación, perfectamente calculada para cada espacio.Pero, claro, también había algo más, algo que siempre sentías al estar cerca de ellos: un peso, una intensidad que no te permitía olvidar quiénes son.Lorenzo y yo estábamos en la cocina, preparando un café mientras hablábamos en voz baja.Llevábamos días entrenando, y aunque no lo diría en voz alta, Lorenzo me estaba matando con su disciplina en ambos sentidos. No tenía ni idea de que podía ser tan estricto, pero a la vez, tan paciente conmigo.Sus ojos brillaban cuando nuestras miradas se cruzaban, pero ambos sabíamos que teníamos que mantener las apariencias. Nicola nunca perdonaría que me metiera con su consigliere, su hombre de confianza.Justo cuando estaba a punto de soltar otra de mis provocacione
Bianca—Vamos a salir de la duda—, respondió Valentina, sus palabras directas pero llenas de calidez—. He mandado a buscar un test de embarazo.—¿Un qué? —pregunté, mis palabras casi un grito mientras la idea empezaba a tomar forma en mi cabeza—. ¡No puede ser eso! Valentina, no puedo estar…—Puede ser, o puede que no lo sea—, interrumpió ella, cruzándose de brazos mientras me miraba con seriedad—. Pero, descartaremos eso primero, si es negativo, vamos al médico.—No… no lo sé, pero… —me llevé las manos para cubrirme el rostro, necesitando calmar la oleada de emociones que me golpeaban.Detrás de nosotras, Shadow estaba recogiendo los restos del pollo con una expresión que parecía estar desconectado de lo que estaba pasando, aunque no pudo evitar lanzar un comentario.—Bueno, bueno, —dijo mientras cerraba la bolsa con los restos—. Parece que podríamos tener un pequeño Moretti en camino.Le lancé una mirada furiosa, pero no dije nada. Mi mente estaba demasiado perdida lidiando con la m
ValentinaEl arma de Nicola estaba apuntando directamente a la cabeza de Lorenzo, la tensión en la cocina ya era insoportable.Podía ver todos los músculos del cuerpo de mi marido tensos, su dedo estaba sobre el gatillo, y todo en él proyectaba que ya había tomado la decisión de lo que haría.Pero yo lo conocía mejor que eso.Lorenzo se movió para cubrir a Bianca, y ella, con lágrimas en los ojos, parecía petrificada.Yo, en cambio, no dudé. Me coloqué frente al cañón del arma, enfrentando a Nicola con una mirada que reflejaba la mezcla de rabia y determinación que sentía.—¡Deja de hablar y dispárale de una vez! —grité, mi voz resonó en la habitación.Todos se quedaron congelados.Incluso Nicola parecía sorprendido por mis palabras. Sus ojos me miraron por un instante, intentando comprender si realmente lo estaba desafiando.—¿Qué demonios estás diciendo, Valentina? —gruñó entre dientes, sus manos temblando ligeramente mientras mantenía el arma levantada.Di un paso hacia él, mis ojo
ValentinaTodo parecía un cuento de hadas, la decoración de la iglesia, con arreglos de flores blancas en cada extremo de los bancos, la alfombra de pétalos que llevaba directo al altar. Muy cursi a mi parecer, pero no era mi boda...Los invitados habían llegado hace más de media hora, y todo iba de acuerdo a lo planeado, hasta que los murmullos por la tardanza de la ceremonia comenzaron a llegar a mis oídos.Me había quedado con Bianca en una habitación dentro de la misma iglesia, ella ya estaba con su vestido blanco, con un corte tradicional, idea de Nicola, pero también un poco atrevido en el escote, idea de mi querida cuñada.Pero en lugar de estar saltando como una niñita que al fin recibiría el regalo que más quería en navidad, ella estaba caminando de un lado a otro, presa de un ataque de nervios, mientras arrastraba el vestido de novia por el suelo, repitiendo una y otra vez:—Esto es un desastre, —murmuró, llevándose las manos a la cara, y yo solo podía agradecer que el maqui