Tentación

Llevo dos días sin dormir, dando vueltas en mi cómoda cama, golpeando la almohada como si ella fuera la culpable de mis problemas. Por las mañanas, la pobre Vicenta me recomienda que vuelva a acostarme, me dice que aun no me he recuperado, y que mis mejillas aún siguen muy pálidas, pero yo insisto en que me ayude a vestirme, y me pongo en marcha temprano. A fin de cuentas, sé que sería incapaz de dormir aunque pasara el día entero en la cama.

Aún no he sido capaz de correr por el bosque, mi traumática experiencia está muy reciente, y temo que si salgo al medio de la soledad, me asalten los recuerdos del secuestro. Como tampoco tengo la mano totalmente recuperada, he preferido no convertirme en loba, pues temo que eso pueda agravar el estado de mi mano.

Pero lo cierto es que la verdadera preocupación que me corroe es otra, ya no prestó atención a mi falta de uñas (en

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