Val se quedó mirando fijamente a Ana Leticia y Ana Leticia a ella, una guerra de miradas que ambas estaban dispuestas a ganar. Val observó el rostro de la joven, indiscutiblemente era hermosa, tenía un aire a sus padres, la mandíbula marcada de Gabriel antes de engordar y los ojos sonrientes de Eva. Tenía la piel y el cabello perfectos y Val se hizo por milésima vez esa pregunta, ¿Sería ella como Ana Leticia si se hubiese criado con sus padres de verdad? ¿Con esa arrogancia y voluntad? — No te diré nada — le dijo Ana Leticia cuando comenzó a sentirse incómoda por la guerra de miradas. — Sabes que lo haré — la amenazó Val, pero la muchacha no parecía nerviosa. — No logro entender — dijo y se puso de pie, caminó hacia el ponqué que Val había traído y lo tomó con los dedos — ¿Lo envenenaste? — Val blanqueó los ojos. — Era solo para que el guardia me dejara pasar — Ana Leticia le dio un mordisco y luego asintió dando su aprobación al sabor — ¿Qué no entiendes? — ¿Por qué te tomas ta
El primer impulso de Val fue salir corriendo, pero no podía, el hombre la alcanzaría de un par de zancadas. Definitivamente no tenía más opción que enfrentarlo. Junto a la cicatriz, que comenzaba sobre el ojo derecho, atravesaba la nariz y terminaba en la mejilla derecha, había un moretón que antes no estaba y Val estuvo segura que fue por el volcamiento que ella produjo. — ¿Qué es lo que quieres? — le preguntó y aunque no quiso, la voz le tembló. — Mírate, te veías más valiente en el auto ayer — Val pasó saliva. — Si quieres te hago otro morado — el hombre se recostó en la pared como si estuvieran teniendo una charla casual de dos amigos. — Fue una buena estrategia, pero un poco arriesgada, pudiste matarte — Val se aferró a su bolsa, como si eso la protegiera. — De todas formas, moriría, ¿No? ¿O qué me hubiera hecho tu jefe al descubrir que Ana Leticia era la otra? — Toro chasqueó la lengua y negó, como si estuviera hablando con una niña que no entendía. — Nos desconoces, Val,
La mano de Gael se deslizó por su pierna y se detuvo justo donde comenzaba el corto pantalón de la pijama, Val lo agarró por el codo y lo instó a que continuara y Gael la observó a los ojos.— No creo que debamos — le murmuró y Val se acercó más, hasta que sus pechos se presionaron uno contra el otro y las ingles se juntaron. — ¿Por qué no? — le preguntó ella, sus narices se rozaron y Val tuvo que aguantarse la tentación de darle un beso a esos labios húmedos y rosados. — Es que… no lo sé — Gael dudaba, pero Val no, ella estaba segura de lo que quería y lo conseguiría, ¿acaso Gael no la había instado a eso desde que se conocieron, a que fuera decidida y con voluntad?Juntó los labios con los del hombre y enredó los dedos en su cabello para que el beso fuera profundo y sintió cómo el cuerpo de Gael a su lado se relajó, como se soltó de las inhibiciones y metió la mano por debajo de su pijama y le acarició los glúteos dando fuertes apretones mientras su lengua se enredaba con la suya.
Val se puso el casco y esperó que no le arruinara el maquillaje, luego se apretó el bolso contra el cuerpo y no supo cómo subirse a la motocicleta y Harry la miró con gracias. — Primero subes un pie, como si fuera un caballo — Val se rio con nerviosismo. — Un caballo no me mataría — Harry se rio. — De hecho, también lo haría — la instó a subirse y Val se sentó en la parte de atrás, luego se aferró con mucha fuerza al torso del hombre que se rio otra vez — no me saques el aire — pero Val no lo aflojó ni un poco. La motocicleta arrancó a toda velocidad por la calle y ella sintió que el vacío en el pecho se le hacía muy grande, como esa vez que se escapó del colegio con un par de amigas y saltaron del barranco al Lago De Oro al sur de la ciudad, era como caer en caída libre, y cada curva aumentaba más y más esa sensación. La adrenalina le llenó el cuerpo y cuando se atrevió a abrir los ojos… lo disfrutó, realmente lo disfrutó. Se atrevió a abrir la visera del casco y el viento le go
— ¿Qué es lo que están haciendo ustedes dos? — les preguntó con más calma Harry, se veía más dolido que furioso. Val miró a Gael, el hombre parecía sereno, pero no parecía dispuesto a hablar, así que Val tomó la palabra, ya no había marcha atrás, lo mejor era contar la verdad. — Hace veinte años — comenzó Val — en un hospital de la ciudad nacieron dos niñas. Una de ellas nació con una enfermedad cardiaca que necesitaba atención médica inmediata pero sus padres no tenían dinero para pagar la cirugía, así que su madre la tomó e intercambió a las bebés, una de las niña sana se fue con una familia pobre y maltratadora y la otra con una rica que logró curarla… con el pasar de los años la familia rica se enteró que la niña que habían criado no era su hija y cuando encontraron a su hija biológica la rechazaron, la abandonaron y luego, cuando ella quiso buscarlos… la mandaron a matar para que no dijera nada, para que no dañara su reputación y su imagen. — ¿Por qué me cuentas esto? — le preg
Val se puso los zapatos a toda velocidad mientras Gael se servía un café, así que aprovechó, bajó por las escaleras sin silencio para que el hombre no la oyera y abrió la puerta del garaje. De camino a allá agarró su bolso y metió con rapidez un par de prendas, por si acaso, y cuando llegó al auto del hombre abrió la puerta de atrás y agradeció que no tenía seguro y se metió. Tenía que hacerlo rápido, antes de que Gael bajara de la cocina. Se metió en la parte de abajo del asiento y se cubrió con las bolsas plásticas del super que Gael había olvidado sacar y contuvo el aliento cuando sintió que el hombre entró al auto y cerró la puerta. ¿Confiaba en Gael? Antes sí, luego no, después sí otra vez y ahora ya no sabía qué pensar, de lo único que estaba segura era de que Gael le ocultaba cosas, y si no pensaba decírselas pues las averiguaría. El auto salió de la casa a toda velocidad y Val se aferró a la parte de abajo del asiento para no moverse con los pequeños baches o giros del aut
Val sentía tanto dolor en el pecho, tanto físico como emocional, que ya no podía sentir nada más. Todos en la sala la miraron con diferentes expresiones. Keira de desconcierto, Ana Leticia de rabia, Caleb de confusión y Alexander de puro y físico fastidio.Se formó un silencio incómodo dentro del lugar, hasta que Ana Leticia se puso de pie y le apuntó con el dedo.— ¿Quién eres? — le preguntó — ¿Eres ella? — Val se volvió hacia la cocina, desde la sala se veía perfectamente y caminó hasta el fregadero, luego abrió el agua y se lavó la cara bajo la atenta mirada de todos.Se deshizo del maquillaje con paciencia, despacio, y le tomó unos cinco minutos hasta que dejó la servilleta húmeda en el mesón y se enfrentó a los que la miraban desde la sala. Sin el maquillaje, Alexander la reconoció, y se sujetó del brazo izquierdo, como si estuviera a punto de darle un infarto. Val deseó que así fuera. El hombre se sentó en la silla mientras Keira caminaba hacia Val y la contemplaba.— ¿Eres tú?
Cuando Val salió a la calle y se encontró sola, no pudo aguantar las ganas terribles que tenía de llorar, y lo hizo, sentada en las bancas de un parque solitario a esas horas de la mañana, y lloró todo lo que debió haber llorado en su vida y en toda la vida que le quedaba. Cuando no lloraba pasaba largos ratos mirando un punto fijo en el suelo intentando entender las razones que llevaron a Gael a traicionarla de esa manera, de mentirle tan descaradamente. Un año había pasado a su lado, y aunque no lo viese todos los días al principio, había decidido confiar en él, y luego, cuando comenzó la venganza, ciegamente. Se negó a ver la verdad y lo defendió incluso cuando sabía que le ocultaba cosas, pero ahora lo veía, Gael era un hombre trastornado por la venganza y ella no se dejaría caer en ese círculo. Venganza era una cosa, justicia era otra, y Val buscaría justicia, claro que lo haría, era una Vadell y reclamaría lo que le pertenecía por derecho así como se loprometió a su padre, c