Todo se quedó en silencio un momento y Val se sintió como una estúpida, pero ya lo había dicho. En parte tenía razón en lo que pedía, y por otra parte quería hacerlo y le preció la excusa perfecta, ¿Por qué quería hacerlo? No lo sabía. Cuando el hombre la besó ese día bajo la lluvia… ella quería más de eso, se sintió querida, aceptada, deseada y protegida. — Es una broma, ¿verdad? — le preguntó Gael, pero Val negó con la cabeza, aunque él ya no pudiera verla entre la oscuridad. — No — no estaba segura, pero ya lo había dicho y no podía dar marcha atrás — la única forma en que pueda tener acceso a la computadora de Caleb es entreteniéndolo, ¿De que otra forma crees que lo entretendré? — ¿Y eso qué tiene que ver conmigo? — Val suspiró. — No hay nadie más, creeme, si tu hermano no fuera gay estaría muy encantada de que él me ensañara — Val sintió como se tensó ante el comentario, y eso la hizo sentir con más control de la situación ¿A caso había logrado intimidar de verdad al gran G
Val se duchó con el agua más fría que consiguió, se perfumó, se lavó los dientes como tres veces y peinó su cabello de varias formas. No usó su uniforme de empleada, más bien se puso una falda corta y aunque la camisa era de cuello alto y mangas largas, era muy ajustada y dejaba ver su bonita figura. Agradeció el haber comenzado a correr en las mañanas y hacer un poco de ejercicio, el cuerpo le ayudaría a conseguir sus objetivos. Cuando salió de la mansión, observó la entrada con el corazón acelerado, ¿Por qué estaba tan nerviosa? Ya había besado a Caleb antes, pero… ¿Era por Gael? Claro que sí, indudablemente lo que había pasado la noche anterior le había dado un giro a su relación, tal vez era solo palpable para Val, pero le era suficiente como para sentir que lo que hacía estaba mal, pero era algo que había que hacer. Si Val quería un futuro debía dejar en claro que los Vadell tenían que pagar, y Caleb… el pobre hombre solo sería un daño colateral, pero así eran las guerras, l
Val sintió miedo, miedo como nunca había sentido en su vida, ni rodar por las escaleras, ni que la abandonaran en el hospital. En ese momento se sintió tan paralizada que todos los músculos se le agarrotaron. Podía sentir el cuerpo tembloroso de Ana Leticia a su lado en el asiento. La capucha no le dejaba casi ni respirar y estaba comenzando a ahogarse. El auto arrancó a toda velocidad y salió a la ciudad. — ¿Por qué trajeron a las dos? — le preguntó un hombre a otro. — No sabemos cual es cual, no nos dieron especificaciones físicas, el jefe sabrá identificarla cuando lleguemos allá. — ¿Y qué pasará con la otra? — No sé, el jefe decidirá — Val respiró profundo, la querían a ella, no a Ana Leticia, pero ¿Qué podía hacer? — No nos pueden tocar — les dijo, la voz le salió temblorosa — si lo hacen lo pagarán. — ¡Cállate estúpida! — la regañó Ana Leticia. — No, si ellos nos tocan Gael les hará mucho daño, dile a tu jefe que él le regresará el dinero de mi compra, a cambio de que n
— Cuéntame qué pasó — le preguntó Gael, pero valentina no quería hablar de eso. ¿Por qué se había asustado tanto? Estaba claro que había reaccionado de la mejor manera posible, se había salvado de un destino casi letal y a Ana Leticia con ella, pero aún tenía el estómago revuelto y lo único que quería era recostarse. Cuando Gael la soltó se sintió triste, hubiese querido que el abrazo durara para toda la vida, ¿Cómo podía sentirse segura al lado de un hombre que no conocía de nada? Lo había visto por más de un año, de vez en cuando, había vivido en su casa y comido de su comida, pero ¿Quién era? Tal vez Harry pudiera ayudarle con eso. — Fui a la oficina de Caleb como me pediste — sacó la memoria USB que había guardado y se la tendió. Gael la tomó y la guardó en el bolsillo con un gesto frío. — ¿Cómo la conseguiste? — apretó los labios cuando preguntó y Val se encogió de hombros. — Parece que tu clase de anoche funcionó bien — notó como Gael apretó el volante hasta que los nudillos
Harry notó que algo había pasado, no era normal ver llegar a tu cuñada sin zapatos, despeinada y llena de arena, pero tuvo la cortesía de no preguntar nada al respecto y Val se fue al baño a ducharse. En el baño de Gael no había mucho, nada más que un jabón líquido y una toalla corta y cuando salió a la habitación él ya estaba ahí y le dio una fugaz repasada al cuerpo de Val, sin intención y superficial. Se soltó la corbata y se puso de pie. — Te dejo sola — le dijo y caminó hacia la puerta. — No contestaste mi pregunta hace rato — le inquirió Val — tu padre era el dueño de BioGen — no lo dijo en tono de pregunta, pero Gael entendió. Se detuvo en el marco de la puerta y se recostó en él, como cansado.— Es complicado, pero sí. — ¿Esa es la venganza que tienes contra los Vadell? ¿Quieres recuperar BioGen? — Entre otras cosas — Val agachó la mirada, comprendiendo. — Ellos lo mataron — le dijo y Gael se apartó del marco. — No importa, ya no importa, solo importa detener a los Vade
Val llegó a la mansión Vadell muy temprano, y lo primero que se encontró fue a un grupo de periodistas que estaban atosigando la entrada. Val se ajustó las gafas y se cubrió el rostro con el cabello y el guardia de seguridad de la entrada la dejó pasar por en medio de los periodistas que trataban de hacerle un millar de preguntas. — ¿Qué pasó? — preguntó asustada al guardia que cerró la puerta y apoyó la espalda en ella. — Se enteraron del intento de secuestro de la joven Ana Leticia, hay todo un escándalo — Val se ajustó las gafas y caminó hacia la cocina donde toda la familia estaba reunida alrededor del televisor. Val se quedó en un discreto segundo plano escuchando al reportero. — Como les venía diciendo, el intento de secuestro de la joven Ana Leticia Vadell que sucedió el día de ayer en las horas de la tarde tiene en vela a todo el medio periodístico, por suerte la astucia de la joven consiguió que escapara sana y salva — Val blanqueó los ojos, de no ser por ella la “astuta”
Val se quedó mirando fijamente a Ana Leticia y Ana Leticia a ella, una guerra de miradas que ambas estaban dispuestas a ganar. Val observó el rostro de la joven, indiscutiblemente era hermosa, tenía un aire a sus padres, la mandíbula marcada de Gabriel antes de engordar y los ojos sonrientes de Eva. Tenía la piel y el cabello perfectos y Val se hizo por milésima vez esa pregunta, ¿Sería ella como Ana Leticia si se hubiese criado con sus padres de verdad? ¿Con esa arrogancia y voluntad? — No te diré nada — le dijo Ana Leticia cuando comenzó a sentirse incómoda por la guerra de miradas. — Sabes que lo haré — la amenazó Val, pero la muchacha no parecía nerviosa. — No logro entender — dijo y se puso de pie, caminó hacia el ponqué que Val había traído y lo tomó con los dedos — ¿Lo envenenaste? — Val blanqueó los ojos. — Era solo para que el guardia me dejara pasar — Ana Leticia le dio un mordisco y luego asintió dando su aprobación al sabor — ¿Qué no entiendes? — ¿Por qué te tomas ta
El primer impulso de Val fue salir corriendo, pero no podía, el hombre la alcanzaría de un par de zancadas. Definitivamente no tenía más opción que enfrentarlo. Junto a la cicatriz, que comenzaba sobre el ojo derecho, atravesaba la nariz y terminaba en la mejilla derecha, había un moretón que antes no estaba y Val estuvo segura que fue por el volcamiento que ella produjo. — ¿Qué es lo que quieres? — le preguntó y aunque no quiso, la voz le tembló. — Mírate, te veías más valiente en el auto ayer — Val pasó saliva. — Si quieres te hago otro morado — el hombre se recostó en la pared como si estuvieran teniendo una charla casual de dos amigos. — Fue una buena estrategia, pero un poco arriesgada, pudiste matarte — Val se aferró a su bolsa, como si eso la protegiera. — De todas formas, moriría, ¿No? ¿O qué me hubiera hecho tu jefe al descubrir que Ana Leticia era la otra? — Toro chasqueó la lengua y negó, como si estuviera hablando con una niña que no entendía. — Nos desconoces, Val,