—¡Odio a esa maldita mosca muerta! —Petra tira su taza al suelo con rabia—. Ojalá esa estúpida muera desangrada al dar a luz, igual que ese niño. Desde que ella llegó a la hacienda todo nos ha salido mal.—No debes preocuparte tanto por ella, señorita —dice Petrona—. La salud de Adelaide no es muy buena. Se murmura por los pasillos, que lo más seguro es que no sobreviva al parto y que el niño también muera al nacer. —No estoy tan segura de eso —Petra se quita su chal dejando ver su rostro totalmente deformado a la luz de las llamas de la chimenea. En su cabeza solo quedan vestigios de lo que era su larga cabellera y su piel cae a pedazos, dando un aspecto horroroso a cualquiera que la mire—. Nuestro objetivo está en riesgo. El clan Arrabal no puede tener un heredero, Petrona. No podemos permitir que ese niño nazca.—Con toda la seguridad que el señor Gage ha puesto en ese sitio no podemos acercarnos. Tiene el sitio muy vigilado las veinticuatro horas, solamente la sirvienta Mercedes
Eleonor. Egil no pudo dejar de pensar en eso toda la noche, tanto que amaneció en la misma posición en el sofá sin haber dormido un solo minuto. Esa visita de su tía lo dejó alicaído y demasiado confundido.Adelaide le puso a su hija el nombre de su madre ¿Para qué? ¿Para atormentarlo aún más? ¿Qué intenta hacer con eso? ¿Abrir viejas heridas?Gage entra y saluda a un destruido Egil, desplomado, ojeroso y con olor a alcohol.—Señor —Un gruñido extraño es la respuesta de Egil ante el saludo de Gage.—Hoy no deseo ver a nadie, Gage. Envía un mensaje avisando que no iré a la oficina. Me encargaré de todo desde casa.—Pediré que preparen su baño y un desayuno suculento para que pueda recuperarse —Gage toma algunas botellas del suelo y las coloca en el basurero.—Mi tía estuvo aquí anoche —dice Egil con voz lánguida—, pero seguramente tú ya lo sabías, ya que han hablado mucho últimamente.—La señora Irene es una mujer intachable, jefe.—Eso no lo pongo en duda —Replica Egil—, pero no deja
—No le hagan nada a mi hija, por favor —Suplica Adelaide con gran angustia y un hilo de sangre, deslizándose de su frente luego del golpe del guardia—. Mátenme a mí, pero ella no tiene la culpa de nada, es inocente, por favor…Gage se acerca y aparta al guardia y contiene a Adelaide mientras el médico coloca a la niña en la mesada y la desnuda para examinarla. En ese momento la desesperación de Adelaide aumenta y sus llantos alertan a Irene, quien va llegando a visitarlas.—¡¿Qué está sucediendo?! —Pregunta aterrorizada al ver a Eleonor en manos del médico y a Adelaide llorando angustiosamente.—No te metas en este asunto, tía —La respuesta de Egil asusta a Irene—. O la mandaré sacar.Irene se acerca a Adelaide y la abraza fuerte mientras mira a su sobrino con gran decepción. ¿Qué pretende hacer esta vez?—¡¿Hasta cuándo vas a seguir con esto?! —El grito de Irene alerta a todos. Egil nunca la había visto tan enojada—. ¡¿Hasta cuando vas a hacerle daño?! ¡¿Por qué eres tan cruel con e
El nuevo hogar de Adelaide y su hija es una de las fincas que están acondicionadas para los capataces de la hacienda, pero es la más alejada de la casa principal. Adelaide no puede evitar llorar. Sabe que aquí su vida será igual de difícil que la que tenía en la celda, pero al menos su hija podrá salir al aire libre y respirar aire fresco al igual que ella. Irene junto con sus sirvientas ayudan a Mercedes a poner en orden el lugar. Este no había sido ocupado hacía demasiado tiempo. Se encargan de limpiar y acomodar los pocos muebles que se encuentran ahí para que Adelaide y su hija estén más cómodas. Las paredes necesitan pinturas, pero al menos el techo está sano y lo que falta lo conseguirán con el tiempo. Esa misma noche, Adelaide se encuentra sentada con su hija en brazos en una silla mientras el fuego de la chimenea les ofrece un poco de calor. Están a finales de primavera, pero el fresco empieza a sentirse más intensamente en esta época por las noches, aunque los días sean cál
—¿Qué piensas hacer con esa daga, Petra? —Adelaide la señala mientras se pone como escudo entre ella y su hija—. ¿Vas a herirte a ti misma como lo hiciste en aquella celda y después decir que fui yo quien te lastimó? No creo que tu cuerpo necesite más heridas de esas que ya tienes.Petra tira la silla y da un paso a ella con mucha furia, pero Adelaide no demuestra perturbación. Se mantiene erguida, mirándola fijamente.—Tengo en mente un plan mucho mejor que ese, estúpida, y te aseguro que no te gustará. Lo qué pasó en aquella celda fue solo el principio.—¿No te parece que ya fue suficiente con lo que hiciste para hacerle creer a Egil que yo lo había traicionado? —Egil se tensa al oírla—. Yo ya no represento ningún obstáculo para tus propósitos, Petra. Ni mi hija ni yo somos nadie, tú misma lo dijiste. Egil ya nos expulsó de su lado. Nos odia. ¿Qué más quieres?—Sí, ese plan salió magnífico —Petra ríe mientras Egil la oye con un gran nudo en la garganta—. Salió tan bien que ni siquie
La señora Irene entra en la finca con Mónica y Mercedes, preocupadas. Egil aprovecha el momento para irse. La médica atiende la herida de la joven mientras Irene cuida a la pequeña y comentan todo lo que pasó con Petra. Egil llega a la hacienda bastante afectado. Esta revelación no lo esperaba luego de tanto tiempo de ese suceso. ¿Qué pasó? ¿En dónde se equivocó? ¿Por qué permitió que esto pasara bajo sus propias narices? Su vida, la de su hija, la de su esposa, fueron manipuladas al antojo de una mujer a quien creía conocer, en quien confiaba ciegamente, pero ahora se da cuenta de que no la conoció nunca. Adelaide estaba tan afectada que era lógico que no quisiera hablar con él. Prácticamente, lo ignoró todo el tiempo que estuvo ahí y no lo miró a los ojos ni una sola vez. Prefirió no decir su verdad por miedo a su reacción. ¿Cómo pudo desaprovechar su única oportunidad de salir de esa precariedad? ¿O acaso prefiere estar ahí antes que volver a su lado a la hacienda? Saber la ver
Un golpe fuerte a la mesa sobresalta a la joven que se encuentra enfrente. Rebeca retrocede hasta que su espalda golpea la pared y su respiración se agita cuando nota la sombra de Egil acercarse a ella rápidamente.Egil la toma del cuello y la obliga a mirarlo. Él está tan enojado que sus ojos se encuentran rojos de ira.—Así que tú eres otra traidora —Egil ejerce mucha presión en el cuello y la joven sirvienta empieza a negar desesperada por un poco de aire.—Voy a… decirle la… verdad —Egil la suelta cuando escucha aquello. Rebeca cae al suelo y empieza a toser.—¿Qué es lo que tienes para decir? —Gage la levanta y la coloca contra la pared de nuevo. —Será mejor que hables si no quieres morir aquí mismo.—¡Mi hermano solo recibió órdenes! —Grita Rebeca llena de miedo—. Tenía que hacerlo para que nuestros padres y hermanos no fueran asesinados. Esa mujer y su hermano son unos monstruos. Nadie lo entiende, pero ella…La sirvienta empieza a llorar desesperadamente mientras se toma la ca
Gage saca más papeles de su bolsa de la sirvienta y todas son cartas de Alonso, la misma letra y firma. ¡Esa m*****a de Petra lleva mucho tiempo traicionando a Egil! —¿Qué haremos con Petra, señor? —pregunta Gage a Egil mostrando las demás cartas. Egil se sienta en su silla y se lleva sus manos a la cabeza. Hay un dolor en su pecho que no solo viene de su herida que se ha rehusado a sanar correctamente, sino una sensación tan abrumadora que le corta la respiración y lo llena de angustia. —No quiero que muera, al menos no todavía —Su mirada se torna de odio puro—. Quiero que ella sufra hasta que ya no soporte más vivir y ruegue por su muerte y este también lo ignore. Que Alonso se entere de lo que le va a ocurrir también a él. —Con respecto a la señora Lilith, la señora Irene va a sufrir mucho. —Mantendremos lo de Lilith en secreto de mi tía, por el momento. Tampoco quiero que sufra por lo que su hija hizo, pero eso no significa que ella se quedará sin castigo. La mandaremos a la h