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El sábado casi al mediodía, Alan y Paola llegaron a Chicago, bajaron del avión y subieron al auto que los estaba esperando. Iban en silencio, Alan no tenía mucho por decir, sino que estaba muy pensativo y nervioso. Cuando llegaron a la mansión, el vigilante abrió el portón, el auto ingresó, Paola miró a Alan y le dijo:

—¿Estás listo?

—Jamás estaré listo para esto, al fin la veré de nuevo.

Lauren pasó toda la mañana inquieta esperando la llegada de Alan, tenía una extraña sensación, era una mezcla de sentimientos contradictorios que estaban revueltos .La envolvió una profunda tristeza, también tenía enojo contra Alan, pero a la vez sentía alegría, pronto lo vería de nuevo, sus ojos, su cara, su mirada única y tierna en la que había aprendido a confiar, aunque en ese momento había mucha confusión y no sabía qué pensar; quizás Jeremy tenía razón y se había comprometido con Paola por despecho, o para no lidiar con la soledad. Pero era difícil saberlo, de lo único que poseía la certeza,
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