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Más tarde Lauren bajó a cenar, Alan estaba en la sala y escondió su rostro, ambos tenían cara de póker. La tía Greta llegó con su esposo Gino, se dirigió hacia Alan con los brazos abiertos, lo saludó como si tuviera años sin verlo. Lauren estaba incómoda sintiéndose extraña en aquella casa donde seguramente el resto de los Remington la detestaban tanto como los de Chicago. De pronto por la puerta principal entró corriendo una niña de cabello rubio y largo, la pequeña debía tener al menos siete años.

—¡Papiiii! —Saltó en los brazos de Alan, él la cargó y le dio un beso.

—Chiara mi bebé.

—Mi tía horneó tu tarta favorita y yo la ayudé a poner el relleno.

—Debió quedar muy deliciosa. —Greta miró a Lauren y le sonrió.

—Tú debes ser Lauren. —Extendió la mano hacia ella—. Yo soy Greta, la hermana de Vera, ella me ha hablado mucho de ti.

Lauren estaba atónita, la actitud de la dama hacia ella era todo lo contrario a lo que esperaba.

—Espero que su estadía con nosotros sea de su agrado.

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