“Y vivieron felices para siempre”
—Eso se suponía que debía de ser, ser feliz para siempre con el hombre con el me casé, pero, al final, mi “matrimonio” solo duro un par de años antes de que el decidiera dejarme y después de una historia llena de malos tratos, y el felices para siempre que nunca fue, se fue al olvido, de todas maneras, el no me amaba, en realidad nunca lo hizo, aunque yo…yo tampoco lo amaba —
Se sentía nostálgica en ese vestido de novia mientras la cámara apuntaba sus luces hacia ella. Lucia hermosa, como una princesa en su sueño de primavera, aunque en realidad, esa no era su vida, ni siquiera era una boda, tan solo estaba posando para una campaña por la cual le pagarían bien, pero ella en realidad no tenia ni siquiera un novio.
—Bien querida, hemos terminado, seguro que la campaña será un éxito, luciste majestuosa con ese vestido, ¿Has pensado en casarte alguna vez? — decía el fotógrafo sonriendo casi como un imbécil.
Élise Bernadette tan solo sonrió, ¿Contar su historia? Desde luego que no lo haría, después de todo era tan solo era una estadística más en el grafico de mujeres divorciadas que sufrieron maltrato, no había planes en su futuro para un matrimonio, solo era ella, sus gatos…y nada más.
—Te vere mañana Charlie, ayudare a la maquillista, dicen que viene un famoso ganadero a hacer su sesión de fotos de boda — respondió la joven mientras terminaba de quitarse aquel vestido que la hacía sentirse demasiado triste.
El fotógrafo la miro cruzando los brazos.
—Cariño, necesitas un novio, los fines de semana deben de ser para bailar con ropa y amanecer sin ella, pareciera que te vas a quedar para vestir santos toda tu vida, ¡Mírate! Eres hermosa, con ese cabello negro azabache y esos ojos azules, si yo hubiera nacido con ese cuerpo y belleza tuyos no estaría soltera, y vaya que incluso yo siendo hombre he salido con muchos más hombres que tú, que desperdicio querida — dijo Charlie girando los ojos.
Élise se rio, si su destino era vestir santos, entonces santos iba a vestir toda su vida, en el circo del amor no había lugar para ella, y eso estaba bien si con ello se aseguraba de no volver a ver el infierno, el divorcio aun no lo había firmado, apenas en esa semana su cruel ex marido la vería para hablar de ello, aunque era más que obvio que él no quería divorciarse, aunque no estuviera con ella.
En aquella granja semi alejada de la ciudad, Alexandre Bertrand meditaba en silencio. Miraba a sus potrillos correr con libertad, completamente ajenos al mundo que los rodeaba. Tenia un viaje a la ciudad para una sesión de fotografía que le ayudaría a promocionarse, aquello había sido la idea de su protegida, quien solía tener buen tino para las trivialidades.
Levantándose de aquella mecedora, el hombre de cabellos blancos (por albinismo) y ojos ambarinos penetrantes, sintió que era el momento de encontrar algo mas que hacer con su vida que solo sus deberes. Era el único heredero de aquellas extensas propiedades, tenia millones de dólares en el banco, nada la faltaba, excepto una buena compañía para compartir todo aquello.
No era un hombre de muchas expresiones, más bien, siempre llevaba aquel rostro estoico a todas partes, no solía sonreír, tampoco mostrar molestia, y aquella apatía solía hacerlo ver como una persona poco sociable. No tenía más familia que sus empleados y sus animales, pero a últimas fechas sentía la necesidad de formar una propia.
Era difícil encontrar una buena pareja, pero quizás la ciudad tendría algo más para mostrarle.
La mañana recibía a Élise como siempre; café recién molido y una tostada con chocolate. Saliendo hacia su empleo, pensaba en el matrimonio al que arreglaría ese día, seguramente ella era una novia feliz y el él novio orgulloso, un cuento perfecto como el que narran los cuentos…el suyo nunca fue así.
Entrando a la sala de espera, sin embargo, tan solo vio a un apuesto hombre de rasgos únicos y ropa vaquera sentado quien la miro fijamente a cambio mientras ella avanzaba a la zona de empleados, era extraño, debía de haber una pareja esperando la hora prometida, además, ese hombre le produjo un escalofrió…se parecía…moviendo la cabeza negó en silencio, por supuesto que no era él.
—Buenos días Charlie, ¿Quién es el hombre que esta esperando afuera? — cuestiono con curiosidad.
El fotógrafo bufó.
—Cariño, es una bendición que llegues, Lolita no ha podido venir, parece que la fiesta de anoche fue intensa y no vendrá a maquillar a nadie, y ese hombre es el cliente, Alexandre Bertrand, parece que hubo una pequeña confusión, no son fotos para una sesión de bodas si no para una al estilo western, el vaquero necesita fotos para promocionar su negocio ganadero, ¿Y ya lo viste? Esta delicioso, nunca antes había visto un hombre tan bello, será un placer fotografiarlo — dijo pavoneándose Charlie.
Élise negó, seria menos trabajo, eso era bueno, y era mejor aun que no tuviese que atender a un par de novios ella sola, realmente odiaba ver vestidos de novia. Saliendo del estudio, miro de nuevo a aquel apuesto hombre mirándola fijamente, aquello logro ponerla algo nerviosa.
—Pase por favor, yo seré quien lo prepare para la sesión, mi nombre es Élise Bernadette, mucho gusto señor Bertrand — dijo la joven profesora y maquillista invitándolo a pasar.
El hombre no le había respondido, tan solo había caminado tras de ella, parecía ser algo tozudo y gruñón, tampoco parecía ser el tipo de persona a la que le gusta conversar. Se había sentado a dejarse hacer en completo silencio, y ella tampoco buscaba una conversación. Tan solo lo estaba preparando.
Alexandre sentía aquellas pequeñas manos femeninas acariciando su rostro, hacia mucho que no sentía la calidez de la caricia de una mujer, y aquella maquillista era muy bonita, aunque parecía ser un poco tímida.
—Te llamas Élise, eres muy seria, no pareces ser del tipo parlanchina como otras señoritas — dijo hablando serio y algo cortante.
Élise sonrió un poco, no era un buen conversador, eso era un hecho.
—Ese es mi nombre, y tiene razón señor Bertrand, no soy una parlanchina, en realidad suelo ser callada cuando alguien no sabe como conversar conmigo — respondió con evidente sarcasmo.
Alexandre mostro una sonrisa torcida, la chica seria parecía tener su carácter.
—Estaré en la ciudad por varios días, ¿Le gustaría a la chica sarcástica mostrarme los mejores lugares para pasar un buen rato? Puedo pagarte por ello — dijo sin ninguna intención realmente maliciosa.
—Oh lo siento señor, pero no hago ese tipo de trabajo, ya sabe, solo soy una maquillista, para ese tipo de trabajo le recomiendo buscar en la zona rosa — respondió Élise malinterpretando.
Alexandre tomo la mano de Élise y la forzó a mirarle a los ojos.
—No me malinterprete, yo no pago por caricias o amores de un rato, realmente quiero conocer la ciudad, ¿Quizás es usted la que esta buscando otra cosa? — dijo con una sonrisa torcida en los labios Alexandre.
Los colores se subieron al rostro de Élise, había cometido un error.
—Lamento la confusión de mi mal pensar, pero los hombres solo suelen buscar algo rápido y sin sentimiento — respondió ella recordando a su ex esposo.
Alexandre la miró a los ojos.
—Algunos aun sabemos querer a la antigua señorita, entonces, ¿Sera mi guía en la ciudad? Prometo no importunarla si me dice que no — dijo sin más.
Élise sonrió nerviosa, si le iba a pagar estaba bien, pronto tendría que ir a hacer su servicio social a un pueblo alejado, así que necesitaba dinero, el divorcio se lo había llevado todo en su cuenta.
—De acuerdo señor Bertrand, aceptare por una buena paga — respondió Élise.
Alexandre no mostro expresión alguna, tan solo siguió sintiendo las manos de esa hermosa chica sobre su cuerpo, después de todo, no le era por completo una desconocida, estuvo seguro después de escuchar su nombre, esa mujer era la ex esposa de su medio hermano, su oportunidad para cobrar una vieja venganza.
—Tu nunca serás el heredero de mi padre, tan solo eres un bastardo, el hijo de una zorra a la que el nunca pudo amar —Mirándose en el espejo, Alexandre volvió a notar el color particular de su cabello y de sus ojos; herencia no deseada del hombre que lo engendro, cuya familia albina de nacimiento hacia lo impensable para mantener “su honor”. Aquellas palabras que venían a su mente en ese momento, se las había dicho su miserable medio hermano, a quien odiaba y despreciaba profundamente.Por supuesto, el no era un legitimo Edevane, ni siquiera estaba reconocido como tal; su “padre” enamoro a su madre cuando ambos eran aún muy jóvenes, ambos nacidos de cuna alta y de casa poderosa, su madre, siendo una Bertrand, se convirtió en el interés del siempre respetado y temido Octavius Edevane, quien luego de descubrir que había un apellido más poderoso que el de su madre, la dejo abandonada con un hijo ya creciendo en su vientre, hijo que el miserable Edevane jamás reconoció…ese hijo era el, e
Las copas chocaron esa noche. Habían tenido un largo y placentero paseo por toda la ciudad y Élise le había mostrado a Alexandre todos los puntos buenos que tenia esta; los lugares de shopping y recreativos, así como los mejores museos y, por supuesto, no podía faltar el paseo por la mejor parte de central park.Élise se había sentido a gusto con él, y gracias a ello había podido olvidarse un rato de su parecido con su ex esposo. De todas maneras, ¿No tenían parentesco o sí? Sus apellidos eran ciertamente diferentes y los modos lo eran aún más, Alexandre Bertrand parecía ser todo un caballero. Los Edevane no eran ni los primero no los últimos albinos que existían sobre el planeta, eso era lógico.—Parece muy pensativa señorita Bernadette, ¿Hay algo que la inquiete? — preguntó Alexandre al mirar la mirada ausente de la joven mujer, que parecía perdida entre pensamientos y recuerdos.Élise salió de su estupor, estaba siendo grosera.—No, no es nada, entonces, ¿Qué le ha parecido la ciud
Aquella noche apenas comenzaba, y quizás, movida por lo que había ocurrido apenas un rato atrás, Élise se sintió a gusto con Alexandre, después de todo, el hombre la había defendido de su ex esposo.Había aceptado ir con él a algún bar, y por supuesto, había escogido el mejor de la región, y sin fijarse mucho en lo que estaba haciendo, había comenzado a beber un tanto de más, quería olvidarse del mal rato y del miedo que en esos momentos estaba sintiendo al ser nuevamente encontrada por Armad.Alexandre miraba a Élise; había rastros de lágrimas en sus mejillas, y no pudo evitar preguntarse si había sufrido maltrato en su matrimonio con el imbécil de Armand Edevane. Ella no había hecho ningún comentario, ni siquiera le había explicado que aquel era su ex pareja, tan solo estaba evadiendo el tema, y el, fiel a su palabra, no iba a preguntarle, seguramente ella estaba aun traumatizada por ello.—¿Qué tanto me ves? — Élise pregunto al notar la penetrante mirada de Alexandre sobre ella, y
Élise recordaba su historia, aquella que la dejó marcada para siempre. Es una tranquila tarde, cierro las ventanas y doy un último vistazo a esta casa en la cual fui realmente feliz durante un tiempo, y, donde también pasé uno de los momentos más horribles de mi vida. En este lugar hubo mucho amor, pero también dolor, un gran dolor. Y las heridas que dejó en mí lastiman y pesan demasiado como para continuar aquí, y no lo digo por las cicatrices en mi cuerpo, me refiero a las que quedaron en mi alma.Antes de irme limpio todo y lo dejo en orden, como si aquí no hubiese sucedido nada, aunque de todas formas se pueden notar diferencias en la casa si la comparamos con la de hace una semana. De hecho, falta un jarrón que se rompió, o, mejor dicho, qué él rompió.Tomo uno de los portarretratos. Es la primera fotografía que nos tomamos juntos, la primera en donde yo era su pareja oficial. Éramos felices, no nos preocupaba absolutamente nada en ese entonces. Suspiro y la dejo en el mismo sit
El teléfono celular no deja de sonar, arrojándolo lejos, me concentro más en mi labor, no quiero llorar de nuevo, debo terminar pronto. Además, ¿qué busca ahora? ¿Cree que lo perdonare y regresaré con él sólo porque está arrepentido? ¡Qué gracioso! Se remueve mi corazón en su lugar. Quizás aún siento algo por él; es de esperarse después de años de matrimonio, pero, lo que hizo, duele tanto que me es imposible perdonarlo. Él mató todo lo bueno que podía salir de mí para él. Años y años de falsas acusaciones y malos tratos, de cargar sufrimientos en silencio y aquello último, había terminado por devastarlo todo.Quitando la batería del celular, quiero dejar de oír ese maldito timbre. Pasan un par de horas y siento el timbre de mi apartamento. No hay forma de que oculte mi presencia aquí, es de noche y he tenido que prender las luces. No le doy acceso al departamento y no pasa mucho tiempo hasta que se Rinde. A menos, eso parece.Cinco minutos después oigo que tocan insistentemente otra