Booke buscó entre sus cosas una caja pequeña de chocolate y la introdujo en su boca mientras caminaba por los pasillos de la universidad. Habían pasado apenas unos pocos días desde que le comentó a su querido esposo que estaba en cinta y todo parecía ir bien entre ellos.
Nathan se estaba comportando de una manera que a ella le gustaba mucho. Booke se sentía bien con él porque la estaba mimando, le daba todo sus antojos. Algunos de esos eran mentira, solo quería ver a su esposo detrás de ella creyendo que el bebé necesitaba algo.
Nicole, esa omega, le estaba ocultando cosas que muy pronto iba a descubrir aunque le costara la vida. No se quedaría de brazos cruzados viendo cómo ella intentaba alejarse de las personas; tenía sospechas de que su hermano nuevamente la estaba hostigando para que le diera información.
Se
Booke solo se quedó con la mano de la omega envuelta con la suya. Danielle soltó su mano después de un rato, mirándola llena de asco. —Ya puedes irte —dijo Booke, volviendo a rodear el brazo de su esposo—. Ni siquiera sé las razones por las que estás aquí, es una fiesta para las personas importantes, no para basuras. —Más respeto hacia tus mayores, niña. —Quiso acercarse a ella, pero Nathan la detuvo—. ¿Es que acaso no estás viendo cómo está mocosa me está hablando? —Ella tiene todo el derecho de hablarte como le plazca, por algo es mi esposa —respondió lleno de obviedad—. Vuelve a tu lugar y evitemos el mal rato para que dejes de estar humillándote de esta manera. —Es lo mejor —Booke sonó hipócrita—. Ya eres ese tipo de omega que todos buscan para tapar las asqueros
Booke estaba con las sábanas hasta por debajo de las axilas, debido a las heridas que tenía en sus brazos gracias a los rasguños que le había hecho Danielle. Incluso tenía vendas en una de sus manos porque algunos de sus dedos se habían fracturado por los golpes que le había dado a Danielle en el rostro. Pero cada maldito golpe valió la pena porque esa mujer era una arpía de lo peor y se había ganado su odio con lo que le hizo y dijo. Estaba mirando el techo de la habitación sin poder moverse; le dolían mucho los brazos y un poco más arriba del vientre, se debía sólo a un susto, o eso fue lo que el médico le había mencionado. —Hola —Booke ignoró la voz de Nathan—. No me ignores, por favor. —Quiero estar sola —respondió sin dejar de mirar el techo—. Si no es mucha mol
Liam miró hacia donde se encontraba el hermano de Nicole y algo de ese sujeto le indicó que no era de fiar por más años que tuviera trabajando en la mansión como seguridad. Ese tipo nunca le pareció buena persona para nada, ocultaba algo..., algo le decía que no era de confiar. Un mensaje en su teléfono le hizo alejar su vista de donde estaba él y sus amigos. —Mierda —fue todo lo que salió de su boca—. Esto debe ser una broma. —Guardó su teléfono en su bolsillo, dejando a un lado lo que estaba haciendo. —¿Puedes llevarme hacia la ciudad? —Nathan apareció en su camino—. Debo hacer unos pendientes antes de que Booke regrese de la universidad. —Justamente iba a buscarte. —Le mostró el mensaje—. Debo salir del país antes de lo previsto. —Tómalo con calma, Liam. —Subió al
Booke se escondió debajo del cuerpo de su esposo en cuanto los rayos del sol tocaron su rostro. No quería ir a clases ese día, pero parecía imposible ya que Nathan comenzó a dejar besos en su rostro. Eso no era nada bueno, tenía que ponerse de pie y alistarse para tomar sus clases. —¿Cuándo sabremos el sexo del bebé? —preguntó Nathan sentándose. —Ya te dije que será sorpresa. —Besó su pecho—. El médico vino y dijo que todo estaba bien, que debía de seguir tomando los medicamentos como hasta ahora. —Deseo ganar la apuesta —rió entre dientes—, así podré amarrarte a la cama durante un mes completo y no dejarte salir de aquí. —Ya mejor me pongo de pie —bufó con la sábana tapando su cuerpo—. No te metas conmigo —lo detuvo cuando este bajó de la cama—; no quiero tardar tan
Nathan llegó a la casa con una sonrisa en el rostro, pero esta se borró al momento de ver a todos sus hombres tirados en el piso, evidentemente muertos. Sus sentidos de alfa se alertaron al máximo, así que corrió hacia la casa sintiendo los pasos de Liam. Cuando entró a la vivienda, vio a Nicole tirada en el piso desmayada y temió lo peor, debido a que en el aire se sentía gas somnífero. Liam tomó a Nicole en sus abrazos porque estaba reaccionando. Cuando Nicole supo dónde estaba y recordó al instante lo que estaba pasando, se tiró a llorar en los brazos de Liam, quien la abrazó de forma sobreprotectora; ya estaba sintiendo cosas por esa omega de ojos bonitos o, mejor dicho, ya las sentía. —¿Qué demonios pasó aquí? —preguntó Nathan totalmente furioso por lo que estaba pasando—. ¿Y dónde está Booke?
Booke miraba la ventana que daba hacia la calle para ver el cielo, que estaba siendo ocultado por nubes negras que anunciaban que ya iba a llover. Suspiró con pesadez cuando su bebé comenzó a moverse allí adentro. Aunque aún no sabía cuál era el sexo, sentía que era un niño... Pero estaba más que segura de que no era solo uno, sino dos. La puerta se abrió mostrando a una beta muy hermosa con una bandeja de comida. La chica se acercó a Booke con una sonrisa tímida y dejó la bandeja en la mesita de noche. —Cuando se coma todo lo que traje, recibirá un premio —Y salió de allí tras decir eso. Booke frunció el ceño y se sentó en la cama para tomar los alimentos que la chica le había dejado. Pensó una y otra vez si a lo mejor los alimentos estaban envenenados, pero su hamb
Nathan tenía a su hijo en sus brazos, mientras que Booke tenía a la niña. Después de que Booke se desmayó, llegaron los hombres que el padre de Nathan había mandado para buscar a Booke y llevarla otra vez con él, pero ahora llevaban a ambos hacia la casa de Nathan por órdenes estrictas de Yaser. Nathan veía cómo Booke sostenía a su pequeña mientras la amamantaba. Cuando llegaron a la casa de ambos, les abrieron las puertas. Nathan esperó a que Booke estuviera a su lado; solo tenía una manta que tapaba su desnudez y no le gustaba cómo esos alfas sin oficios la miraban con ojos de lujuria. Booke y Nathan comenzaron a caminar hacia la entrada de la casa, donde estaban los chicos en la sala con el rosario en la boca porque no sabían nada de Nathan desde que había ingresado al bosque a buscar a Booke. <
Cinco años más tarde Nathan tenía a Booke con la cabeza en su pecho, mientras le daba masajes en el cabello. La observaba a través del espejo que se encontraba en una de las puertas abiertas del closet. Suspiró con gran felicidad de tener a Booke con él después de haberle dado dos maravillosos niños que, a pesar de tener recién cumplidos cinco años, eran tremendos. Y sí, habían pasado cinco largos años desde que Nathan y Booke se habían casado en circunstancias poco agradables, pero que a pesar de todo seguían juntos. Booke ahora con veintiséis años, aún conservaba el mismo rostro de cuando tenía veinte años, esa era una de las ventajas de estar marcada por su alfa o su mate: siempre quedarse joven. Nathan, por su parte, aún seguía siendo la